postheadericon FENOMENOLOGÍA DE LAS MODALIDADES DEL PODER por el Dr. Pablo Rispo

Cuando hablamos del poder debemos distinguir las diferentes acepciones en las que habitualmente usamos esta palabra y cuestionarnos a qué poder nos estamos refiriendo en particular.
Si mencionamos el poder genéricamente, vemos que inunda todos los niveles de las relaciones humanas. Existe un poder político, uno económico, un poder corporativo, un poder eclesiástico y hasta un poder filosófico intelectual, para no mencionar los infinitos modos de poder que abarcan las estructuras sociales. Por lo tanto, no podemos excluir el poder que se ejerce y que se pueda dar en una relación psicoterapéutica.
La idea, y no solamente el sentimiento de poder, implican dos acepciones totalmente diferentes y antagónicas. Tendremos que discriminar fenomenológicamente, qué entendemos por el poder que se puede ejercer como imposición autoritaria y de sometimiento, del otro poder como posibilidad, potencialidad de ser-con, de ser hacia y poder ser para el otro de la ajenidad y de la propia alteridad del sí mismo.
El poder del autoritarismo de la psicoterapia
En este modo de ser prevalece el poder autocrático, lo que se hace presente en cada acción, es la actitud de un ser-contra-el otro.
Imponer una idea, un pensamiento, una teoría, por más que pueda tener el aspecto de una verdad que pueda ser intencionada en aras del “bien”, no deja de contener un sujetar, un imponer una concepción de mundo preestablecida de acuerdo a una ideología, un pensamiento en tanto abstracción racional, que responde a un paradigma naturalístico, psicologista o sociologista. Si tratamos de imponer un teoría, veremos que deberá cumplir a rajatabla como si fuera una verdad suprema, cuando no un dogma. En el dogma, todos los seres humanos se “identifican”, se alinean y piensan de una manera determinada dictada por la “ley”.
Todas las teorías en general y en particular una psicológica, albergan a un ser conocedor de la “verdad”; por lo tanto tiene el poder del conocimiento. Esta situación de conocimiento no expresa ningún riesgo, ni para el conocedor, ni para el que no conoce la teoría.
El problema surgirá cuando ese conocedor de la teoría quiera aplicarla en toda y en cada una de las relaciones vinculares interhumanas. Aparece entonces la parábola del amo y el esclavo. Un ser que domina a otro ser, a través de su conocimiento, y sobre el cual ejerce presión y violencia.
En muchas corrientes psicoterapéuticas, por más que puedan existir las mejores intenciones de curar por parte del terapeuta, no dejará de ser él mismo, el amo del conocimiento y el paciente debe someterse a la dependencia, no de la persona, pero sí del conocimiento que posee el terapeuta.
En cada sesión se repite esta modalidad de un auténtico y verdadero patriarcado feroz, donde se impone la verdad suprema del “Yo sé y vos (tu) no sabés”, no importa demasiado el vínculo interhumano emocional-afectivo. Además, es lo que menos se estudia y por lo tanto, lo que menos se sabe. Y si no se ha “estudiado”, no se conoce, si no se conoce, no se puede actuar en consecuencia, por cuanto no es considerado ni tenido en cuenta como posibilidad humana. La desconsideración que puede tener cualquier cientificista al respecto de la vida intuitiva afectiva, es tan grande que nunca puede salir del cono de sombra en que se encuentra su propia existencia y nada podrá hacer afectivamente por alguien que sufre.
Como dije, el paciente debe someterse al tratamiento, por lo cual, la elección del enfermo será de actuar como esclavo de un amo que sabe y estudió para llegar a ser amo. El psicoterapeuta se transforma en el profeta del conocimiento que puede llegar a develar “el oráculo de los dioses del bien y del mal”.
Este nuevo personaje racional, es el “nuevo dios” del mundo psicoterapéutico. Se ubica en las alturas, no sólo para develar cuales son los enemigos internos y cuales son los enemigos externos del paciente, sino que al mismo tiempo, da lugar a una situación de amo-esclavo moderno, por más psicoterapeuta que pueda ser.
¿Cómo podrá haber una auténtica posibilidad de cambio existencial, cuando la relación terapeuta-paciente, inserta en la sociedad actual, no es otra cosa que un recorte de esa misma sociedad burguesa, consumista, globalizada e individualista, y en la cual existe el poder corrupto de la conquista, de la supremacía de uno sobre el otro, sin ninguna posibilidad de ejercer un contrapoder como puede ser el disenso?
En este tipo de relaciones psicoterapéuticas no cabe el disenso, ya que casi siempre viene interpretado como resistencia al cambio, como un mecanismo de defensa o directamente como de rebelión contra la autoridad del saber.
Sin embargo, no podremos hacer recaer todo el peso de la incomprensión de la situación psicoterapéutica en el único responsable que sería el psicoterapeuta.
Sin tener demasiada conciencia de la situación en la que se encuentran, tanto paciente como psicoterapeuta, no pueden hacer demasiado para que realmente puedan darse las condiciones para una transformación existencial. Lo cierto es que ambos están sujetos al poder de las imposiciones de sociedades corporativas que dictan las formas de ejercer la profesión mediante un tributo obligatorio. Los profesionales que no cumplen con este requisito corporativo, serán sancionados, aunque más no sea pecuniariamente.
Así como los profesionales están obligados a contribuir económicamente para poder ejercer su profesión, los pacientes están obligados a abonar de alguna forma la prestación que se le puede brindar como “clientes”. Esta modalidad de pagar, es aceptada de común acuerdo entre sociedad corporativa y los profesionales, y entre éstos y los pacientes. No entra en consideración que un paciente puede elegir su propio terapeuta. Les son asignados los que pertenecen a una cartilla de la obra social, o como puede ser en un hospital que piden un turno y no saben quién los va a atender. En estos casos, la libertad de un paciente viene cercenada desde el comienzo de la relación vincular psicoterapéutica.
En el juego de amo-esclavo no tiene lugar ninguna forma de pensar, de sentir o de disentir. En la esclavitud no cabe la libertad.
¿Por qué debería involucrarse un profesional con su esclavo? ¿Qué sentido tendría comprometerse emocionalmente, cuando el paciente es únicamente un objeto de estudio?
Cualquier cuestionamiento a la autoridad del saber es sinónimo de enfrentamiento y subversión, para lo cual se deberán poner en acción medios represivos y contenedores del desborde. Estos pueden ser el chaleco medicamentoso, la internación en instituciones lamentables, no pocas veces semejantes a campos de concentración, por el hacinamiento y la dejadez que pueden ser esos centros de “recuperación”.
Este “nuevo dios” es el poseedor de todos los conocimientos referidos al mundo psicológico: de esto no hay dudas. Aprendieron en universidades y diferentes cátedras todas las teorías posibles, sea la freudiana, la lacaniana, la sistémica, la cognitiva, la constructivista, la reflexológica, etc.. Todas ellas imparten conocimientos teórico-racionales de lo que debe ser “normal” y lo que es “anormal”.
Sin embargo, no hallaremos ningún psicoterapeuta con estas formaciones racionales, que pueda comprender y abarcar en su complejidad, el mundo bio-psico-social de una persona, y no de un paciente, que se halla en un momento circunstancial, temporario o definitivo, de su propia caída existencial, de su desinserción mundana de ser con, hacia y para el otro.
Todos los terapeutas racionales intentarán ubicar al paciente en tal o cual cuadro psicopatológico, relacionado con el DSM IV, con tal o cual clasificación, para ubicar a ese paciente en el mundo de la masificación de lo qué le está sucediendo.
Jamás se preguntará, qué es lo que vivencia el paciente, qué efecto produce vivencialmente en el terapeuta lo que expresa el paciente, no como contratansferencia, sino como lo real de su propio intuir vivencialmente en el aquí-ahora-y entre nosotros.
El sentir y el vivenciar no alcanzan, en nuestra sociedad, a tener un rango de importancia, como lo tiene en cambio la razón.
Ninguna relación de poder autocrático, tiene en cuenta al otro como un semejante, ni tan siquiera como próximo y menos como prójimo. Podrá ser un número, una cama, un caso, alguien para dominar y que deba obedecer las indicaciones. Quien cree en el dogma de una teoría, la hará cumplir a rajatabla. De la misma manera que quien tiene una fe en una creencia religiosa, en esa creencia está implícita la salvación del propio ser y se beneficiará de todos los privilegios posibles que brinda la salvación misma.
Pero puede haber otras realidades posibles de relación interpersonal psicoterapéuticas. Una cosa es que de manera prejudicativa, el profesional ejerza el poder de imponer a ese hombre-objeto, y por lo tanto objetivable, que a su vez responde a un recorte de la sociedad y de la cultura dominante, y otra es que el vínculo terapéutico, sea desde un comienzo una relación de pares, donde el profesional no posee ninguna verdad cierta y real de ese encuentro, por más que pueda tener sus realidades científicas.
Este otro punto de vista de la vinculación interhumana responde a un criterio humanístico. En el vínculo de la terapia, se organiza y se estructura desde un comienzo una particular manera de espacializar y temporalizar en el aquí-ahora-y-entre nosotros. No es necesaria ninguna teoría preexistente que justifique ese entre y ese nosotros.
La relación terapéutica humanista existencial o cualquier otra que se sustente en el sentido del entre nosotros, no origina ninguna violencia, ninguna imposición, ningún sojuzgamiento ni esclavización, por cuanto, cada integrante de ese vínculo terapéutico se sustenta en la calidad emocional, en el auténtico covivenciar, que se va creando en el devenir espacio-temporal del encuentro y en la comprensión mutua.
Por otra parte, ninguna teoría impuesta como verdad suprema, puede dar lugar a que una persona pueda modificar su intimidad. Ningún racionalismo científico, logra cambios sustanciales. Cuando algo se logra modificar, será tal vez, una simple sobreadaptación momentánea y no el pleno ejercicio de la propia libertad situada, para ser compartida.
Tampoco ninguna postura existencial deberá ser la expresión de un criterio moralista del bien y del mal. La única recomendación ética es la consideración y respeto por la intimidad del otro.
El entrevistado sólo modificará su manera de ser, cuando por cuenta propia y no por interpretación ajena, toma conciencia de su situación de caída existencial, de su situación fijada y anclada en estructuras de un pasado remoto.
La difícil tarea de llegar a una esencia constitutiva del propio ser, tiene su recompensa por cuanto es la persona que eligió cambiar, que descubre por sí misma todas las relaciones y los nexos de situaciones conflictivas. No son necesarias demasiadas interpretaciones, por cuanto es la misma persona en cura, la que se da cuenta de las situaciones conflictivas y de las posibles conexiones que derivan de la esencia problemática. Que luego decida o no modificar, ya es cuestión de su propia libertad de elegirse en cambio o seguir por la misma ruta, que sin embargo, ya no será vivenciada de la misma manera que en el pasado.
Para modificar viejas estructuras, hay que tener coraje, y sólo se podrá hacer cuando se cuenta con un punto de apoyo emocional afectivo, de ser comprendido en las situaciones vivenciales de injusticia, de abandono, de violencia y abuso de los propios derechos humanos y este apoyo se lo brinda el terapeuta.
El modo de ser auténtico del terapeuta, dará paso a la posible libertad del paciente, que se elige en una auténtica modificación existencial. Esta modificación existencial, podrá constituirse, aún más, si existe una red social de contención, dada por una experiencia terapéutica de grupo existencial. La ética no será ya, la que pueda tener el terapeuta como poseedor de la verdad, sino que dicha ética será la del grupo, la de la sociedad de pertenencia y la de los valores de la historia de pertenencia.
La calidad de conocimiento, nos hace tomar conciencia de que no existe ninguna verdad suprema. Existe una verdad real para ésta o tal persona, o para el terapeuta, que no siempre es coincidente con las realidades universales encerradas en las más diferentes teorías acerca del hombre genérico. Sin embargo las realidades personales pueden ser demoradas cuando implican una realidad creativa y creadora de posibles cambios de las realidades preestablecidas como universales. El mejor ejemplo es el de A. Einstein que vino a revolucionar el pensamiento de I. Newton.
En la relación terapéutica existencial, las respuestas que se pueden originar, no son meras palabras que responden a simples teorías. Son respuestas de un auténtico compromiso coexistencial a través de la propia experiencia de mundo compartido, amasado en las ausencias y presencias de tantos compañeros de ruta a lo largo de una vida vivida, que permitirán lograr verdaderas modificaciones que impliquen coejecuciones conjuntas para fines comunes.
El sentido y la búsqueda del propio ser-en-el-mundo, como expresa V. Frankl, lo podrá hallar, ya sea en el hacer algo por alguien, agrego yo, en el amar al otro de mi ser y en la propia finitud, como obra realizada y como legado para los desconocidos otros de la humanidad.
Esta actitud amatoria, hacia y para la humanidad, así como la creatividad y la permisibilidad de un covivenciar auténtico, no son en sí valores de corte ético-moralistas. Son las expresiones de una intencionalidad de conciencia existencial.
Existir implica salir de la intimidad con una finalidad determinada. Si salimos es para algo o para alguien, por lo tanto implica desplegar una actitud, una actividad que tendrá que revestir el carácter de creativa, para alcanzar una real co-vivencia, fin primero y último del propio ser-juntos-en-el-mundo. Sólo de esta manera, un paciente puede tomar conciencia de su historia socio-cultural y puede ser un activo protagonista de su propio proceso revolucionario, comprometido en tratar de ser un agente multiplicador de salud mental.
En toda relación psicoterapéutica en la que predomina el factor cantidad, el trabajo está dirigido a dar infinitas explicaciones posibles, a justificar las causas que intervinieron para que en el aquí y ahora del hoy, sea lo que es.
Esta modalidad explicativa, hace del hombre analizado, un ser sin responsabilidad, víctima de un poder excedido. Este develar, casi maligno, hace que el paciente se dedique cuanto más pueda a su mundo, a su yo, desvinculándose del mundo de la alteridad ajena. Por otra parte, tampoco habrá que confundirse cuando mencionamos la calidad emocional-afectiva como sinónimo de humildad, de caridad, ni tampoco instrumentar que la dignidad de los pobres debe ser la nueva verdad de la humanidad.
Esta inclinación a situarse en la reivindicación de los pobres, no deja de ser la contracara del poder, no pocas veces con un sentido demagógico. No olvidemos que la palabra reivindicación contiene encerrada la palabra venganza, reclamo, es decir pedir a gritos lo que no se da, o lo que debería ser justo para el ser humano. No conozco ninguna venganza que no manifieste la capacidad destructiva del hombre, sin que haya violencia y agresividad. Podemos afirmar que ni la humildad, ni la caridad, ni la compasión, ni la misericordia, ni la piedad, son cualidades emocionales-afectivas representativas de un acceso a un mundo de pares, y menos aún a un mundo decoroso de hermandad.
Habrá que estar alerta y considerar que también por la vía de la cualidad emociona-afectiva se puede ejercer violencia; violencia que es aún más infiltrante, silenciosa y no pocas veces paralizante, más que la misma violencia del poder impuesta verticalmente de manera directa.
El poder de la realidad de la terapia existencial
El ser humano que se siente perdido en este mundo brumoso, sin un sentido existencial, siendo un ser sin identidad y masificado, a veces se propone transformar su condición, por cuanto no soporta demasiado la angustia, el miedo de morir repentinamente, y las deplorables condiciones de aislamiento, soledad y oscuridad existencial en las que vive. Es el momento en que concurre a una terapia para transformar su sintomatología, para que un iluminado psicoterapeuta le alivie sus penas. Si le toca, en suerte, un terapeuta humanista, puede ser que se reencuentre consigo mismo y con el mundo de la alteridad propia y ajena.
En realidad, todo paciente viene a someterse, no concurre para ser el verdadero protagonista de su trasformación. No sabe, ni piensa, que al consultar a un terapeuta existencial, su terapia no se sustentará en el conocimiento, ni en lo racional e intelectual como prioridad. Tal vez, si dicho paciente lo hubiera sabido con anticipación, ni siquiera se hubiera acercado a solicitar un turno para una entrevista.
La intencionalidad de un terapeuta existencial es situar al paciente en ese aquí-ahora-y entre nosotros terapéutico, como una alternativa diferente y desconocida para el paciente, de cuidar y de ser cuidado, de ser juntos para el otro, para conocer y obrar en consecuencia. La transformación que vendrá en el futuro estará referida al cambio que se operará tanto en el paciente como en el terapeuta mismo.
El accionar intencional del terapeuta está referido al futuro, al por-venir. Este futuro no devendrá tal, si no existe movimiento alguno.
Todo acto alberga una potencialidad de acción, que se expresa en un espacio-tiempo actual. Este principio básico es el que nos permite afirmar que el ser humano, será siempre lo que puede hacer, actuar de acuerdo a las potencialidades, para desplegar en el aquí-ahora-y entre nosotros. A cada acto le corresponde una determinada emoción. Se establece una espiral dialéctica que va de la emoción originaria y real a la acción y este accionar deberá adecuarse constantemente al mundo ordenado de la lógica formal. La emoción-acción es la presencia de un proceso dinámico de la estructuración del ser, que se sustenta en la tesis-antitesis-síntesis. La síntesis pasa a su vez a ser una nueva tesis, que a su vez dará lugar a una nueva antitesis, para concluir en nueva síntesis, diferente a la síntesis previa. Todo el proceso es un constante dinamismo organizativo simbólico, como contigüidad y continuidad, hasta el último finar emocional.
Podemos comprender que lo expresado con anterioridad, corresponde a un proceso evolutivo del ser humano desde la iniciación al mundo, hasta la partida del mismo. Sin embargo, en todo su recorrido existencial, veremos que con frecuencia el consultante, nos habla reiteradamente de círculos dialécticos y no de espiral dialéctica.
Los pacientes ni se cuestionan en realidad cuál es el sentido de los actos reiterativos, pierden su tiempo en la maraña de los “por qué”, que nunca le dará la razón de los mismos, impresionan como seres detenidos en un espacio y tiempo de un allí-entonces-con otros personajes del pasado.
El ser humano es para la acción y por lo tanto para el cambio continuo, entonces caben las preguntas: ¿qué es lo que cambia?, ¿cuál es el sentido de cambiar constantemente? Y ¿por qué el cambiar es una necesidad ineludible?
Trataré de contestar estas preguntas. Todo ser humano es un ser que deviene, es lo que es y es lo que no es al mismo tiempo y en un mismo espacio, es además transitorio. En la medida que deviene, va siendo futuro. Está necesariamente obligado a devenir permanentemente. Si lo hizo una primera vez, lo tendrá que hacer hasta el final de su vida. Cambia de estado, cambia de situación en situación, cambia su modo de sentir, de pensar, de actuar, de compartir, etc. Nunca somos seres fijos, detenidos y sin movilidad.
Si en el camino encontramos algún ser humano en estas condiciones de fijeza, expresamos que “se quedó” detenido en el tiempo, decimos “es un quedado”. Generalmente los pacientes no son más que la presencia de un pasado que “ya fue”. No encontramos en ellos, habitualmente ningún proyecto de realización y trascendencia mancomunada con y para el otro. Casi sólo existe el movimiento de un Yo, un accionar del mismo que añora el pasado como paraíso perdido y situaciones emocionales sin la fuerza impresiva que corresponde a la intencionalidad de insertarse en el mundo, como emoción actuada. En otros términos lo que se diluye es la espontaneidad emocional.
Una relación afectiva de cualquier índole, que no es actualizada y actuada de acuerdo a las variables de las circunstancias de la mundanidad, está sentenciada a muerte. Todo lo que se inicia emocionalmente y es actuado en consecuencia y en correspondencia, es válido para esa situación que terminará inexorablemente. Pretender hacerla durar para siempre y sin modificaciones, es un error existencial.
La vida afectiva, por ser precisamente vida, es una permanente sístole-diástole alternante y armónica, pareciendo ser siempre la misma, cuando en realidad nunca lo es.
El cambiar es una necesariedad ineludible, por cuanto no podemos ser-en-el-mundo sin estar actualizado al tiempo de la mundanidad ajena y actuar en consecuencia.
A través de la actualización actuada, podremos saltar al mundo, salir fuera de nuestra intimidad y encontrar no sólo lo que pudimos creer que hallaríamos de acuerdo a una fantasía, o a una idealización, sino que tendremos las mayores posibilidades de ser para el otro, en el o los encuentros coexistenciales.
La necesariedad obligada de tener que cambiar o modificar la propia manera de ser, encierra todas las potencialidades del ser, que en realidad desconocemos, dado que se esconden en la sombra del mismo. Poner a la luz dichas posibilidades, es poder elegirse siendo diferente de lo que era. Es un atrevimiento elegirse en cambio, para devenir otro ser expresivo de lo que era, por más que en esencia seguiremos siendo ese mismo ser que vino alguna vez al mundo.
Ya que somos seres en permanente movimiento y en continuo cambio, no podremos dejar de serlo mientras vivamos, dado que responde a la esencia de la vida misma, de las existencias humanas y de las coexistencias, es la tarea a la que estamos comprometidos a tener que ser y ser capaces de ser.
El ser que existe en sí mismo y por sí mismo es aquel que posee y puede desplegar las potencialidades que le permiten ser lo que va siendo a través de la alteridad propia y ajena. Las potencialidades del ser humano, son las que permiten que pueda ser.
El poder ser, habla de la posibilidad de ser autoridad en el sentido de ser conocedor de los propios recursos emocionales afectivos para compartirlos con el otro.
Poder cambiar la modalidad de ser, es poner en el mundo la propia capacidad de amar y ser amado, de establecer vínculos emocionales significantes para la propia intimidad y para la alteridad ajena, con la finalidad de trascender como seres históricos.
El poder ser es un atreverse a saltar de lo conocido a lo desconocido; pasar de la intimidad, siempre oscura, a la luz de la ajenidad, la cual será la que devolverá la propia intimidad modificada de lo que era anteriormente vivenciaba en la personal intimidad.
Poder ser significa, saber aceptar que cada uno es lo que vivencia ser, pero también lo que los demás ven en esta personal intimidad, que habitualmente nunca es conciente. Jamás podemos saber cómo somos para los demás.
La posibilidad de poder ser está absolutamente relacionada a lo relativo del momento cualitativo de la sujetidad -a la manera de Heidegger-. Nada tiene que ver con la cantidad. Esta última desemboca en el tener, en el poder autoritario y en todas sus consecuencias.
Las potencialidades del poder ser están referidas a lo que cada ser humano puede hacer, pero también a lo que puede alcanzar a ser, que es desconocido y siempre para conocer, si son llevadas a la acción para demostrar dichas posibilidades de poder ser.
El hilo conductor de ese poder ser, se halla en el atrevimiento originario de hacer frente a lo desconocido. Una vez saltada la valla de lo desconocido, da lugar a un situarse y a un poder ser probable, a su vez este sortear las dificultades a través del actuar específico, da lugar a que lo actuado, que trasforma lo que pudo ser, en lo que actuó, pasa a ser pasado y constitutivo del propio ser.
Una vez que pudimos ser en el pasado, podremos seguir siendo en el presente lo que fuimos en el aquí y ahora y detenernos y no saltar más. Es así como viviremos de lo que fuimos.
En el presente, si ser, es sinónimo de movimiento continuo, lo real será que no podremos detenernos en el aquí-ahora de lo que fuimos, ni en el allí-entonces, ya que sigue perdurando la obligatoriedad de seguir siendo, de continuar con el movimiento existencial y el coexistencial. Este seguir siendo, sitúa al ser en el poder ser para el futuro, que continuará incluyendo lo que estará por-venir.
El poder ser nos muestra, por otro lado, el permiso para actuar que está albergado en nuestra intimidad y que debe ser correspondido por la permisibilidad ajena para poder ser. Después de todo siempre somos los que nos permiten ser los demás ajenos.
El accionar del propio poder ser se encuentra con la resistencia del mundo. Esta resistencia se torna el contrapoder que nos permite ser. La resistencia mundana es la que sitúa al propio ser en el hacer, en tanto y en cuanto libertad situada. La experiencia del accionar es lo que nos hace ser.
El poder ser es la pura libertad de ser en situación, actuando de acuerdo a lo elegido, y al sentido de ser auténticamente en el mundo.
Si ahora nos referimos a la terapia existencial, su objetivo primordial es rescatar al ser humano, sacarlo de la cotidianeidad del mundo del consumismo globalizado, liberarlo del mundo del dasman, del mundo del se. Es recuperar la libertad y la responsabilidad de su modo de ser afectivo para con el otro, cuidar y ser cuidado, este es el camino de la dignidad humana. Es intentar que tanto el paciente como el terapeuta sean emocionalmente y afectivamente espontáneos, para encontrarse a sí mismos y rescatarse de ese mar de falsedades, engaños globalizados, que permite que el único actuar y accionar sea el de esconderse y refugiarse en el mundo de la inautenticidad.
Sólo en una situación de autenticidad recíproca, se halla el sentido de poder ser sí mismo del existir y del coexistir juntos en el modo de ser para el otro afectivamente y no sólo racionalmente.
El propio poder ser en el vínculo con cada integrante de la relación interhumana, justificará el propio sentido del devenir, de su propio para qué existencial, para poder hacer su propia historia y la de la humanidad.
Todo terapeuta que se considere existencial tendrá la responsabilidad frente al ser que lo consulta de posibilitarle el camino para la recuperación del poder ser, que se sustentará en este ser-juntos-para de esta relación coexistencial que es la terapéutica.
“El poder del ser humano es hacer algo amorosamente por el otro”. Pablo Rispo.

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Psicoterapia Existencial

Es un enfoque psicoterapéutico que fundamenta su aproximación al ser humano en las propuestas de los filósofos existenciales. Hermana de los enfoques Existencial-Humanistas (como en Enfoque Centrado en la Persona, Logoterapia y Terapia Gestalt), la Psicoterapia Existencial consiste en una profundización en la visión del terapeuta y en una sensibilización hacia los temas existenciales; así como en el desarrollo de una práctica terapéutica especialmente relacional.
Es esencialmente un enfoque filosófico que al abordar los problemas y asuntos que emergen y provocan estrés, los considera consecuencia de las dificultades encontradas por el hecho de vivir, en vez de indicadores de una enfermedad o de salud mental.
La meta de la Psicoterapia Existencial es clarificar y promover la comprensión de la vida tal como cada persona experimenta.
La Psicoterapia Existencial ve a la persona fundamentalmente en relación con los diferentes factores y las dificultades de la existencia. Se considera que el poder sanador de la relación terapéutica es extremadamente importante.
La Visión Existencial describe a la persona viviendo entre las circunstancias que le ofrece y sus propias decisiones en respuesta a él.
Desde esta perspectiva, resulta útil entender las diferentes crisis y dilemas cotidianos a partir de las distintas dimensiones en que experimentamos la existencia: Corporal/Física, Social/Emocional, Personal/Intima y Espiritual/Sentido.

Círculo de Estudios en Psicoterapia Existencial


Somos un grupo de personas dedicadas a la investigación, estudio, profundización, exploración y difusión de la Visión Existencial en Psicoterapia.
Desde su formación en noviembre del 2002, el Círculo de Estudios en Psicoterapia Existencial tiene como principal actividad el Programa de Formación en Psicoterapia Existencial; así como el Diplomado en Visión Existencial Aplicada al Desarrollo Humano y talleres con especialistas internacionales de renombre en el campo de la psicoterapia de orientación existencial.
Fundador y Coordinador General:
Yaqui Andrés Martínez Robles
• Lic. en Psicología. Maestría en Psicoterapia Humanista.
• c.a. Doctorado en Psicoterapia
• c.a. Certificación Internacional en Psicología Transpersonal y Respiración Holotrópica por el Dr. Stanislav Grof
• Miembro de The Society for Existential Analysis con sede en Londres.
• Representante para México y América Latina de The International Collaboration of Existential Counsellors and Psychotherapists.

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