ENTREVISTA A EMILIO ROMERO[1] COMO HOMENAJE A SU TRAYECTORIA PROFESIONAL DENTRO DEL CAMPO DE LA TERAPIA EXISTENCIAL.
12:14 | Publicado por
Gaby |
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Emilio, conversando en torno a tu vida personal, ¿qué te gustaría que te preguntaran?
R. Gustaría que fuéramos discurriendo sin un guión previamente definido. Como una conversación que se va desplegando conforme la inspiración del momento. Ignoro lo que a ti, te interesa indagar. Imagino que no será algo centrado en cuestiones académicas que a esta altura son secundarias para mí. Gustaría contarte algunos encuentros que ya tuve con la muerte y referirme a algunos períodos de tormenta, rabia, fracasos y angustias que me tuvieron entre el desespero y la violencia durante mi adolescencia final y buena parte de mi juventud; entre los 17 y los 31 años. Fueron intervalos de estadías en el infierno, con otros de paz; treguas en una guerra prologada Pero como esta sería una larga historia que ya he narrado en parte, solo en parte, en una novela que aun no publiqué, cuyo título te sugiere su contenido, “Recordando con ira y com-pasión”.
2. Por lo que me consta, has escrito unos 20 títulos sobre la mayoría de las cuestiones que interesan a la psicología. ¿Cómo juzgas tu propia obra?
R. De todos los libros que ya escribí, sólo he publicado los que versan sobre cuestiones psicológicas; los textos literarios hasta ahora no han sido publicados, y tal vez sean los que más me revelan y los que más y mejor expresen mi mundo personal. Son cuentos y novelas. Algunos cuentos ya circulan en revistas, otros están en internet. Ahora quiero hacer un breve comentario sobre los libros que implican una contribución significativa en el campo de la psicología. Voy a referir sólo cuatro. Seria excesivo comentar los 17 que hasta ahora publiqué.
En primer lugar voy a mencionar “Las dimensiones de la vida Humana”. En este texto intento establecer una concepción general de la vida humana en términos existenciales. Procuro formular los postulados, principios y métodos en términos de dimensiones, que me parece ser una vía apropiada para escapar de la pura ontología de los filósofos para entrar a lo óntico en su conexión con lo vivido como actor y espectador. Distingo 8 grandes dimensiones, que incluyen las líneas fundamentales de la existencia, desde lo más primario y visible, el cuerpo, hasta lo más sutil y problemático –el tiempo y el espacio. Acredito que ofrece una buena introducción a una psicología comprensiva, de inspiración existencial y vocación dialéctica.
El libro que más me agrada es “Las formas de la sensibilidad”, que es un tratado sobre la psicología fenomenológica de los afectos. Si algún libro mío consigue salvarse del olvido, quiero creer que será éste. Inclusive ha recibido la consideración de algunos colegas eminentes, lo que me hace pensar que no veo este engendro apenas con los ojos de un padre, deslumbrados por los primeros pasos de su primogénito. Sobre este asunto se ha escrito mucho, mas casi todo lo que se ha hecho carece de fundamentos firmes. Procuro colocar los principios rectores para los estudios en la dimensión de los afectos.
Otro libro que me agrada, y es uno de los más recientes, versa sobre un tema muy complejo y difícil, tanto que la mayoría de los grandes psicólogos no se atreve a abordar; es “El encuentro de sí en la trama del mundo –Personalidad, subjetividad, singularidad”. Elaboro en él una teoría general de la personalidad, de su estructura fundamental y de sus dinamismos. Sé que es un tema que ni todos los existencialistas gustan de abordar. Piensan que el concepto de personalidad destaca demás los aspectos constituidos y constituyentes del ser humano. De hecho la mayoría de las teorías sobre este asunto destacan las programaciones y los factores estructurantes y configurantes, sin insistir en la subjetividad y la singularidad del ente humano. Tuve especial cuidado para evitar esta tendencia, insistiendo justamente en el carácter abierto y en la constante libertad que caracterizan al existente.
El cuarto libro versa sobre terapia; en “Neogénesis” abordo los temas que un terapeuta precisa conocer para hacer un buen trabajo de ayuda, facilitando tanto la superación de las programaciones que entraban el desarrollo de su cliente como estimulando nuevas formas de encarar los desafíos de su realidad. Entrar en los numerosos temas abordados en este libro ocuparía unas 20 páginas, lo que seria caer en lo impertinente.
¿ Cómo sientes que la perspectiva existencial ha influido en tu vida?
R. Fue una influencia gradual, que se fue se diseñando a lo largo de unos 10 años. Comenzó con algunos libros de Sartre. A los 18 anos vi en B.Aires dos obras del filósofo representadas por la Cia de Ibañez-Menta. Huis clos y Las manos sucias. Fue un impacto; Ahí se mostraba como eran las relaciones humanas y como era preciso actuar en el plano político, tal como está en las palabras de Hoederer “en la política es preciso ensuciarse las manos si se quiere mudar alguna cosa”. Luego leí La Náusea, algo tremendo, aunque no entendiera sus tesis centrales y algunas observaciones que ya aparecen en la primera página del libro
Entendí mejor el libro después que lo comentamos con una amigo, Daniel B. que hasta ahora nos frecuentamos. Él era más inteligente, y yo tenía gran admiración por su manera de posicionarse ante los asuntos más diversos. La conversación me indicó que yo había resaltado lo más anecdótico del texto.
La verdad es que ya había comenzado mis lecturas con Freud, que me resultaban fascinantes, sobre todo sus libros antropológicos e históricos. Totem y Tabú, Moises y la religión monoteísta, El Porvenir de una ilusión. Y también era un buen lector de Bertrand Russell, un viejo escéptico y de un raciocinio sin fisuras. Dos autores muy diferentes, y hasta opuestos en todo, pero es de esta manera que me atraen las cosas. Oscilo entre opuestos. Y me siento bien, en uno u otro polo (eso lo capté mucho después). Desde los 17 a los 27 mi formación fue por las vías de lo literario y filosófico en segundo término. En esa época era posible estudiar lenguas sin pagar un centavo. El Goethe Instituto y el Consulado ruso ofrecían cursos gratuitos, dos institutos que frecuenté por un par de años, sin que eso me permitiera competencia en esas lenguas. Estudié literatura europea, rusa y francesa, en especial. Fue por esta avenida que fui entrando en contacto con escritores de cuño existencialista. El teatro de Sartre y de Camus fueron los que me abrieron las puertas para este tipo de enfoque. En los años 60, además, estaba en la moda el existencialismo francés. Inclusive a los 25 años representamos en un grupo de teatro “A puerta cerrada”, siendo yo Garcin. Tenía 25 años y mil fantasías florecían en mi jardín.
Me fui afinando con el existencialismo basado más en mi experiencia de vida que en un estudio minucioso de sus textos filosóficos. Mi vida en aquella época era un drama que oscilaba entre las dificultades materiales y mis escapadas para el espacio imaginario como una forma de refugio para atenuar mi situación de desespero. Fue a partir de los 27 que comencé a estudiar los textos canónicos de esta doctrina.
De todas maneras no me considero un existencialista de capilla, ni mucho menos. No comulgo con ninguna ortodoxia. Algunos de sus principios tienen pleno sentido para mí, pero rara vez permanezco en su formulación “oficial”: simplemente los dialectizo. Acepto la libertad, la finitud, la contingencia, el absurdo, la primacía de la existencia sobre la esencia y algunas categorías más, pero siempre las confronto con sus opuestos. Libertad sin determinismo me parece una bella fantasía; la posibilidad sin la necesidad me parece igualmente una linda promesa. El cuidado, que tanto destaca Heidegger, lo entiendo en su relación con el descuido y la indolencia. En general, somos seres contingentes, pero en el estrecho círculo de nuestros seres más íntimos somos también necesarios. Y es en este círculo donde acontece lo más significativo a nivel personal.
Los existencialistas “radicales”, detestan algunas dicotomías, en especial, subjetivo-objetivo, mundo interno-mundo externo, individuo-sociedad. Olvidan que las dicotomías siempre tienen una raíz común que las sustenta, existiendo entre uno y otra faz de la moneda un factor que los sustenta. Las tres dicotomías indicadas son vertientes de la vida en su expresión. Lo subjetivo se objetiva en el comportamiento. Lo objetivo de una situación se internaliza, se procesa en la trama de la historia personal. Pienso que estos conceptos tienen plena validez: basta que se defina el significado que le damos. Algunos detestan definiciones, olvidando que las palabras ya son definiciones, incluso siendo imprecisas, ambiguas. Y lo que llamamos realidad se caracteriza por su configuración definida, por lo menos en líneas vertebrales. Es verdad que el concepto de ser-en-el mundo nos muestra que hay algo de artificioso en estas dicotomías, mas ellas existen pues corresponden a formas de vida que las acentúan y las configuran con trazos bien notables. Es verdad que estamos insertos en la trama del mundo y en ella circulamos (es incluso la tesis básica de uno de mis libros), pero hay una primacía de la experiencia y de la vivencia -como configuración y estructuración de la experiencia.
¿Cómo ha sido tu experiencia como paciente de psicoterapia?
La primera experiencia fue con un rogeriano; algo breve, cuando pasaba por una de las peores etapas de mi vida (30-31 anos). Nada revelador. El tipo no parecía entender lo que era un tipo atormentado por mil demonios, incluido el problema de aún no encontrar un lugar en el sistema social –era un excluido. La segunda fue con un camarada que me confrontó directamente con algunas realidades bastante elementales pero que yo no había llevado en cuenta. Fue un confronto sin eufemismos ni rodeos. Me gustó. Tuvo efectos inmediatos. Precisaba cambiar de conducta y dirigir mi mirada e intereses para asuntos urgentes. Estaba en el último año de psicología. Todavía las telas de arañas confundían mi visión de las cosas básicas. Era preciso aceptar el principio de realidad, no importa cuan engañoso pueda ser ese principio en algunos casos.
En la secuencia, la tercera experiencia fue la más importante. Cosa extraña, que en cierto modo venía a desmentir la primacía de lo mental-existencial: fue la terapia con LSD. Sí, con una droga liberadora. Con una droga que ataca y reactiva directamente los procesos neuronales. Un verdadero milagro. Estaba viviendo un periodo depresivo-angustioso, cíclico, de 15 meses. Después de media hora de haber tomado la droga, recuperé la realidad plena, la presencia irrecusable del ser. Todas las experiencias narradas por los budistas zen recibían su comprobación vivencial. La experiencia era inefable y las palabras eran ruidos que rodaban por el piso sin afectar las cosas. Los signos escritos en libros era un amontonado de manchitas alineadas en el papel con escaso o nulo significado. ¿Y los seres humanos? Tenían escrito en sus rostros la historia de su vida y las formas de sufrimiento que vivían. Sólo nos niños eran los ángeles que iluminan el ambiente con sus ojos llenos de inocencia. La gente vieja cargaba el cansancio y la muerte en todos los gestos. Algo muy triste. Los sonidos tenían colores de acuerdo con el instrumento. El pensamiento se objetivaba como si se deslizase por las paredes. Había recuperado la experiencia originaria, esa que vivía en mi infancia. La depresión nos encierra en el abismo. De súbito había recuperado la vida en gracia incomparable. En la infancia fui un niño lisérgico.
Bastaron algunas sesiones para que saliera del marasmo existencial en cual me había extraviado. Sorprendente, ¿verdad?
Estos últimos años he repetido esta forma de terapia, con resultados diversos, pero siempre reveladores. NO digo que este tipo de experiencia sea suficiente; mas ayuda bastante. Cuidado: tiene contraindicaciones bastante serias; personas con experiencias condensadas de tipo psicótico pueden entrar en surto prolongado. Algunos entran en el túnel del terror. El terapeuta que usa esta forma de terapia debe ser muy experimentado. Ciertamente la terapia dialógica no puede ser eliminada.
¿Qué es lo que más has aprendido de tu labor como terapeuta al escuchar los dilemas, sufrimientos y conflictos de tus pacientes?
R. Que gran parte de los sufrimientos que atormentan a las personas derivan de programaciones precoces, de falsas representaciones de si y de la realidad, de estar presos en el laberinto de la impostura personal y social. Las normas y exigencias sociales atormentan a gran parte de la población, pues proponen objetivos de vida y comportamientos reñidos, tanto con las posibilidades como con la libertad de las personas. Sartre habla de una neurosis objetiva, esa que estimula el sistema social (véase su Flaubert), que el individuo internaliza desgraciando así su vida. Dilemas, conflictos y sufrimientos son inherentes a la existencia: se trata de cómo lidiar con todo eso. Es lo que un terapeuta procura hacer con su cliente
¿Por qué eres terapeuta?
R. Estaría tentado de responder de la manera más fácil: por que me interesa ayudar a las personas; este es un presupuesto de toda terapia, tarea nada fácil, pero que ofrece buenos elementos para de orientación y sustento para quien procura un terapeuta. Pero hay otro factor: siempre me interesé en conocer los pliegues más íntimos de las personas, esos elementos que permanecen en segundo plano y que incluso se intentan disimular y negar. La dicotomía ocultamiento-revelación; comencé a observarla desde mi infancia en la mayoría de los individuos. En parte es una forma de inautenticidad, mas también forma parte de nuestras defensas.
En los 40 años que me he dedicado a este oficio, aprendí mucho con las personas que acompañe en su tentativa de escapar del laberinto en que se encontraban atrapados. Pero no me defino apenas como terapeuta; como soy formado en psicología, la cual me ha proporcionado un campo de investigaciones muy amplio, tanto por sus recursos metodológicos, como por las diversas áreas que le competen, que va desde los fundamentos biológicos del ser humano hasta sus inquietudes metafísicas. No hay plano de la existencia humana que no pueda ser cuestionado e investigado desde una perspectiva psicológica existencial, o de acuerdo con otros enfoques.
Para ser más preciso, diría que me siento muy en mi territorio en lo que se ha denominado desde la época de Dilthey y Jaspers como una psicología comprensiva, es decir, una psicología que se indaga sobre el significado y el sentido de las vivencias y comportamientos humanos en todos los planos, incluido el histórico-social. Este es el enfoque, además, que está presente en todos mis libros.
¿Cuál es o ha sido tu mayor dolor como terapeuta?
Ver muchos pilantras (pillos), granujas disfrazados de terapeutas, ejerciendo este oficio, apelando para todos los trucos; desde las flores de Bach hasta la “terapia de vidas pasadas.” O esos fulanos que llegan a usar el grado de intimidad afectiva con sus clientes para luego entrar en el plano sexual, cobrando incluso la consulta. Más que dolor, existen decepciones en nuestro oficio; ocurre al comprobar que no tenemos recursos suficientes para estimular el despertar de algunos clientes. Que lo único que podemos hacer es ofrecerles nuestra presencia para que no resbalen hacia el abismo.
¿A quien le darías el "premio Nobel” como terapeuta?
R. No consigo imaginar un premio de esta naturaleza para nadie de nuestro oficio. Entiendo que los premios son también una trampa: comprometen al receptor con el donante, que generalmente es una institución que quiere conquistar o neutralizar posibles críticas (no olvidemos que los mayores premios son otorgados por los reyes de Suecia y de España). Supongo entonces que quieres saber a quién otorgaría un galardón de excepcionalidad.
Entre las figuras innovadoras surge en mi campo mental el nombre de Ronald Laing, pero en razón de su trabajo teórico. No tengo claro cual sería su competencia como terapeuta aunque nos ofrece algunas buenas pistas en sus libros. Pienso que Rogers está en la misma posición, pero lo encuentro muy pasivo y sus casos me parecen adecuados para un aconsejamiento. Yo prefiero tratar personas de una grande complejidad existencial, como son los casos que yo mismo he expuesto en “El Inquilino de lo Imaginário” (el caso Omar y el caso Hermes, en especial) y los que componen el libro “Recordando con ira y sin perdón”. (2010) Binswanger también es un gran teórico, pero el relato de sus casos revela las actitudes de su formación psiquiátrica, cuyo ejemplo más notable está justamente en el caso Ellen West. Gusto del estilo de Yalom, ese que muestra en “El verdugo del amor”. Rompe bastante con el estilo del terapeuta omni-comprensivo, sin problemas psicológicos y existenciales, que en parte transmite Rogers. Al Dr. Yaqui Martinez le otorgaría el galardón de excepcionalidad, más por su capacidad discursiva que por su talento como terapeuta, pues hasta ahora no conozco la exposición de sus historias clínicas. Por lo que pude apreciar de la personalidad y por sus escritos, pienso que Pablo Rispo merece igualmente una aureola distintiva. Otro tanto puedo decir de Alvin Mahrer, un hombre de una gran vitalidad, con ese daimon transformador que los griegos atribuían a hombres notables.
¿Quien o qué es para ti un buen terapeuta?
R. Las tres exigencias propuestas por Rogers me parecen indispensables. En Neogénesis propongo siete saberes-actitudes como necesarias. Pero eso no impide hacer un trabajo más incisivo y exigente, sobretodo después que el cliente se entrega al proceso y confía en su terapeuta. Un buen terapeuta sabe confrontar a su cliente con las realidades más profundas, sin tener miedo de contrariar sus ilusiones, programaciones y pretensiones egocéntricas, egoístas y narcisistas, los tres ídolos ante los cuales se prosternan la mayoría de las personas, y que nunca son erradicados del todo porque forman parte de la estructura básica del existente. La tarea del terapeuta es provocar esa confrontación sin desencadenar defensas que terminen en la desistencia del cliente.
¿Has hecho el ridículo o te has avergonzado en tu profesión?
R. NO recuerdo en este momento, pero por hipótesis debo haber cometido errores que no honran mi supuesta competencia. Nunca intenté ser chamán ni gurú con mis clientes; tal vez esta actitud me evitó caer en imposturas o pretensiones excesivas. En otros planos he hecho el ridículo muchas veces, debido a mis pretensiones egóicas excesivas y a mi incapacidad relativa para aceptar las convenciones sociales.
¿Quién es tu filosofo favorito?
R. Son más de uno. Continúan siendo Nietzsche y Sartre, y también Karl Marx. Puede parecer extraño que cite Nietzsche y Marx siendo ellos tan opuestos en todo, pero ya decía en otro momento que en mi están presentes los opuestos, que en general sé controlar debido a un permanente diálogo que mantengo con la dupla faz, que entiendo, además, que existe en todas las cosas. Acepto los postulados básicos del enfoque dialéctico. De todas maneras, en este periodo de mi vida, no me siento discípulo de ninguno de estos pensadores. Sé que ellos, y otros han influenciado mi pensamiento, pero mi visión del mundo emana sobretodo de mi experiencia. Hoy, todos ellos me merecen los más serios reparos. Los tres han errado en aspectos fundamentales; los tres son pretensiosos en grado extremo, aunque Marx fuera menos en razón de su estrechez económica y de su identificación con los de abajo. El hecho de reconocer sus resbalones no impide que los admire. No reverencio ningún ídolo. Detesto toda forma de idolatría. Sartre es pretencioso en el montaje de “El ser y la nada”;. Es alambicado demás para terminar diciendo que “el hombre es una pasión inútil”. No lo es tanto en su modo cotidiano de ser. Las pretensiones aristocratisantes de Nietzsche me parecen una broma él, que vivió con un modesto salario de profesor jubilado. Peregrinando de pensión en pensión. Su timidez en relación a las mujeres desmiente su famosa sentencia de que “es preciso usar el látigo con las mujeres”. Por todas esas contradicciones los admiro. El ente humano es contradictorio de manera insuperable: “Es lo que no es y no es lo que es”, escribe Jean Paul.
¿Cuál ha sido tu más grande locura personal y cual la profesional?
R. Querer ser más de lo que me era posible ser en su época, lo que no fue algo negativo, pero me costó muy caro. Fue en los tiempos de mi adolescencia (mi adolescencia fue tardía, comenzó a los 17, entre los 13 y los 17 precisé trabajar 8 horas por día; soy huérfano desde los 13) y juventud; en ciertas situaciones era fuera de órbita, extravagante tal vez. Hubo muchas locuras, algunas bastante peligrosas, de franca oposición al orden social dominante. No digo que no sobró nada positivo; fue una época muy rica a pesar del enorme sufrimiento que experimentaba. Aprendí con ese aprendizaje que todo lo que me podría acontecer de adverso en el futuro no seria peor de lo que ya había vivido. ¿Locura profesional? Como profesor, acreditar que podría influenciar de manera suficiente a mis alumnos para que llevasen en serio su formación profesional. ¿Otras locuras? Por hipótesis, debe haber, mas mi memoria no quiere en este momento colocarlas en el escenario.
¿Cuál ha sido tu más grande error personal y cual el profesional?
R. En lo personal haber sido injusto y estúpido con una joven que era un modelo de bondad para conmigo y de corrección para todos; la única escusa que tengo para semejante estupidez fue que me debatía entre el abismo y la desesperación. Hasta ahora me duela esa injusticia. ¿Error profesional? Como profesor de psicología, acreditar que mis simientes caerían en tierra propicia. Pienso que las jóvenes que pretenden ser psicólogas ni siempre evalúan las exigencias que impone esta profesión y no llegan a comprender la complejidad humana en sus dimensiones básicas. Esto vale para la mayoría de los estudiantes de este país (50% más uno), pero debe ocurrir algo similar en los otros. La mayoría de las estudiantes entran a estudiar psicología porque tienen una representación errada de su futuro oficio y porque ignoran las oscilaciones del mercado profesional
¿Cual es tu libro favorito?
R Son varios. Toda la obra de Dostoyevski, en especial sus primeros cuentos y novelas, que llegan hasta la edición de “Crimen y Castigo”. Zaratustra fue mi libro-compañero durante mi juventud. Fue mi gran amigo, aunque infló en parte mi arrogancia, que en aquella época era mi manera de sostenerme en pie, erguido. Leo también con agrado lo que escribo, especialmente los textos literarios.
¿Existe la felicidad? ¿Cómo es?
R. La felicidad es ese largo lamento que emerge de nuestras entrañas y se convierte en canto de esperanza y de alegría al transformarse en melodía. La felicidad es sólo un estado momentáneo de contentamiento, a menos que la persona alcance el nirvana búdico, que es una forma de no existir, pues en este estado no hay más posibilidades. Y la existencia es posibilidad y abertura para el futuro.
¿De que se trata la vida para ti?
R. De ir viviéndola, rien plus.
¿Crees que hay algo después de la vida? ¿Qué?
R. Me basta sólo una vida. El eterno retorno de Nietzsche me parece una broma.
¿Crees en un ser superior? ¿Cómo es para ti?
R. Creo en seres superiores; son los grandes Maestros, esos que inauguran una época o señalan nuevas rutas para el mundo. Creo en su poder transformador, inclusive si tienen una etapa de desmantelamiento y de destrucción de la máquina social. Uno de esos seres es Jesús de Nazaret, uno de los mayores revolucionarios de Occidente, cuya rebelión continúa con la antorcha iluminada para quien la quiera llevar adelante. Ese Jesús que esta maniatado y crucificado en la mayoría de las iglesias llamadas cristianas.
Hay otros maestros en otras esferas; uno me emociona siempre: Chaplin. No inauguran una nueva época, pero te marcan con su presencia, incluso si los otros no reciben los beneficios de su presencia. Agustín Gutierrez Córdova es uno de esos maestros que marcaron el inicio de mi adolescencia y hasta ahora me acompaña con su palabra iluminadora.
Supongo que querías saber si creo en un Ser Supremo, que las religiones llaman Dios. Pienso que la Trinidad cristiana y la Trimurti india nos dan la respuesta; son equivalentes y son comprensibles desde la dialéctica, que es muy clara en la Trimurti. Brahma, el creador, Vishnú el conservador. Shiva el renovador. El padre, el espíritu santo y el hijo. En uno de mis libros expongo esta forma de entender este misterio. De todos modos, Dios es el misterium tremendum. ¿Que puedo decir yo de verdadero?
¿Si te concedieran 3 deseos, que pedirías?
R. a) Una mejor distribución de los bienes materiales, de la llamada riqueza de un país; b) una justicia social más severa para los canallas, especialmente los que ocupan altos cargos, sea en el Estado, sea en las empresas. c) Una educación más liberadora y accesible a todos, que tornase a las personas más conscientes de sus responsabilidades y de sus derechos. Reconozco que estos tres pedidos no tienen posibilidades de ser atendidos según el modelo político dominante. Es preciso batallar mucho para conseguirlos. Para mi NO pido nada, nada mismo.
Saludos cordiales…..Emilio
[1] Emilio Romero.- psicólogo nacido en Chile y radicado en Brasil, há escrito más de 17 libros sobre su propia perspectiva y propuesta de una psicología existencial y comprensiva (a veces utilizando seudónimos). Su impulso es fundamental para el desarrollo de la psicoterapia existencial en Latinoamérica.
R. Gustaría que fuéramos discurriendo sin un guión previamente definido. Como una conversación que se va desplegando conforme la inspiración del momento. Ignoro lo que a ti, te interesa indagar. Imagino que no será algo centrado en cuestiones académicas que a esta altura son secundarias para mí. Gustaría contarte algunos encuentros que ya tuve con la muerte y referirme a algunos períodos de tormenta, rabia, fracasos y angustias que me tuvieron entre el desespero y la violencia durante mi adolescencia final y buena parte de mi juventud; entre los 17 y los 31 años. Fueron intervalos de estadías en el infierno, con otros de paz; treguas en una guerra prologada Pero como esta sería una larga historia que ya he narrado en parte, solo en parte, en una novela que aun no publiqué, cuyo título te sugiere su contenido, “Recordando con ira y com-pasión”.
2. Por lo que me consta, has escrito unos 20 títulos sobre la mayoría de las cuestiones que interesan a la psicología. ¿Cómo juzgas tu propia obra?
R. De todos los libros que ya escribí, sólo he publicado los que versan sobre cuestiones psicológicas; los textos literarios hasta ahora no han sido publicados, y tal vez sean los que más me revelan y los que más y mejor expresen mi mundo personal. Son cuentos y novelas. Algunos cuentos ya circulan en revistas, otros están en internet. Ahora quiero hacer un breve comentario sobre los libros que implican una contribución significativa en el campo de la psicología. Voy a referir sólo cuatro. Seria excesivo comentar los 17 que hasta ahora publiqué.
En primer lugar voy a mencionar “Las dimensiones de la vida Humana”. En este texto intento establecer una concepción general de la vida humana en términos existenciales. Procuro formular los postulados, principios y métodos en términos de dimensiones, que me parece ser una vía apropiada para escapar de la pura ontología de los filósofos para entrar a lo óntico en su conexión con lo vivido como actor y espectador. Distingo 8 grandes dimensiones, que incluyen las líneas fundamentales de la existencia, desde lo más primario y visible, el cuerpo, hasta lo más sutil y problemático –el tiempo y el espacio. Acredito que ofrece una buena introducción a una psicología comprensiva, de inspiración existencial y vocación dialéctica.
El libro que más me agrada es “Las formas de la sensibilidad”, que es un tratado sobre la psicología fenomenológica de los afectos. Si algún libro mío consigue salvarse del olvido, quiero creer que será éste. Inclusive ha recibido la consideración de algunos colegas eminentes, lo que me hace pensar que no veo este engendro apenas con los ojos de un padre, deslumbrados por los primeros pasos de su primogénito. Sobre este asunto se ha escrito mucho, mas casi todo lo que se ha hecho carece de fundamentos firmes. Procuro colocar los principios rectores para los estudios en la dimensión de los afectos.
Otro libro que me agrada, y es uno de los más recientes, versa sobre un tema muy complejo y difícil, tanto que la mayoría de los grandes psicólogos no se atreve a abordar; es “El encuentro de sí en la trama del mundo –Personalidad, subjetividad, singularidad”. Elaboro en él una teoría general de la personalidad, de su estructura fundamental y de sus dinamismos. Sé que es un tema que ni todos los existencialistas gustan de abordar. Piensan que el concepto de personalidad destaca demás los aspectos constituidos y constituyentes del ser humano. De hecho la mayoría de las teorías sobre este asunto destacan las programaciones y los factores estructurantes y configurantes, sin insistir en la subjetividad y la singularidad del ente humano. Tuve especial cuidado para evitar esta tendencia, insistiendo justamente en el carácter abierto y en la constante libertad que caracterizan al existente.
El cuarto libro versa sobre terapia; en “Neogénesis” abordo los temas que un terapeuta precisa conocer para hacer un buen trabajo de ayuda, facilitando tanto la superación de las programaciones que entraban el desarrollo de su cliente como estimulando nuevas formas de encarar los desafíos de su realidad. Entrar en los numerosos temas abordados en este libro ocuparía unas 20 páginas, lo que seria caer en lo impertinente.
¿ Cómo sientes que la perspectiva existencial ha influido en tu vida?
R. Fue una influencia gradual, que se fue se diseñando a lo largo de unos 10 años. Comenzó con algunos libros de Sartre. A los 18 anos vi en B.Aires dos obras del filósofo representadas por la Cia de Ibañez-Menta. Huis clos y Las manos sucias. Fue un impacto; Ahí se mostraba como eran las relaciones humanas y como era preciso actuar en el plano político, tal como está en las palabras de Hoederer “en la política es preciso ensuciarse las manos si se quiere mudar alguna cosa”. Luego leí La Náusea, algo tremendo, aunque no entendiera sus tesis centrales y algunas observaciones que ya aparecen en la primera página del libro
Entendí mejor el libro después que lo comentamos con una amigo, Daniel B. que hasta ahora nos frecuentamos. Él era más inteligente, y yo tenía gran admiración por su manera de posicionarse ante los asuntos más diversos. La conversación me indicó que yo había resaltado lo más anecdótico del texto.
La verdad es que ya había comenzado mis lecturas con Freud, que me resultaban fascinantes, sobre todo sus libros antropológicos e históricos. Totem y Tabú, Moises y la religión monoteísta, El Porvenir de una ilusión. Y también era un buen lector de Bertrand Russell, un viejo escéptico y de un raciocinio sin fisuras. Dos autores muy diferentes, y hasta opuestos en todo, pero es de esta manera que me atraen las cosas. Oscilo entre opuestos. Y me siento bien, en uno u otro polo (eso lo capté mucho después). Desde los 17 a los 27 mi formación fue por las vías de lo literario y filosófico en segundo término. En esa época era posible estudiar lenguas sin pagar un centavo. El Goethe Instituto y el Consulado ruso ofrecían cursos gratuitos, dos institutos que frecuenté por un par de años, sin que eso me permitiera competencia en esas lenguas. Estudié literatura europea, rusa y francesa, en especial. Fue por esta avenida que fui entrando en contacto con escritores de cuño existencialista. El teatro de Sartre y de Camus fueron los que me abrieron las puertas para este tipo de enfoque. En los años 60, además, estaba en la moda el existencialismo francés. Inclusive a los 25 años representamos en un grupo de teatro “A puerta cerrada”, siendo yo Garcin. Tenía 25 años y mil fantasías florecían en mi jardín.
Me fui afinando con el existencialismo basado más en mi experiencia de vida que en un estudio minucioso de sus textos filosóficos. Mi vida en aquella época era un drama que oscilaba entre las dificultades materiales y mis escapadas para el espacio imaginario como una forma de refugio para atenuar mi situación de desespero. Fue a partir de los 27 que comencé a estudiar los textos canónicos de esta doctrina.
De todas maneras no me considero un existencialista de capilla, ni mucho menos. No comulgo con ninguna ortodoxia. Algunos de sus principios tienen pleno sentido para mí, pero rara vez permanezco en su formulación “oficial”: simplemente los dialectizo. Acepto la libertad, la finitud, la contingencia, el absurdo, la primacía de la existencia sobre la esencia y algunas categorías más, pero siempre las confronto con sus opuestos. Libertad sin determinismo me parece una bella fantasía; la posibilidad sin la necesidad me parece igualmente una linda promesa. El cuidado, que tanto destaca Heidegger, lo entiendo en su relación con el descuido y la indolencia. En general, somos seres contingentes, pero en el estrecho círculo de nuestros seres más íntimos somos también necesarios. Y es en este círculo donde acontece lo más significativo a nivel personal.
Los existencialistas “radicales”, detestan algunas dicotomías, en especial, subjetivo-objetivo, mundo interno-mundo externo, individuo-sociedad. Olvidan que las dicotomías siempre tienen una raíz común que las sustenta, existiendo entre uno y otra faz de la moneda un factor que los sustenta. Las tres dicotomías indicadas son vertientes de la vida en su expresión. Lo subjetivo se objetiva en el comportamiento. Lo objetivo de una situación se internaliza, se procesa en la trama de la historia personal. Pienso que estos conceptos tienen plena validez: basta que se defina el significado que le damos. Algunos detestan definiciones, olvidando que las palabras ya son definiciones, incluso siendo imprecisas, ambiguas. Y lo que llamamos realidad se caracteriza por su configuración definida, por lo menos en líneas vertebrales. Es verdad que el concepto de ser-en-el mundo nos muestra que hay algo de artificioso en estas dicotomías, mas ellas existen pues corresponden a formas de vida que las acentúan y las configuran con trazos bien notables. Es verdad que estamos insertos en la trama del mundo y en ella circulamos (es incluso la tesis básica de uno de mis libros), pero hay una primacía de la experiencia y de la vivencia -como configuración y estructuración de la experiencia.
¿Cómo ha sido tu experiencia como paciente de psicoterapia?
La primera experiencia fue con un rogeriano; algo breve, cuando pasaba por una de las peores etapas de mi vida (30-31 anos). Nada revelador. El tipo no parecía entender lo que era un tipo atormentado por mil demonios, incluido el problema de aún no encontrar un lugar en el sistema social –era un excluido. La segunda fue con un camarada que me confrontó directamente con algunas realidades bastante elementales pero que yo no había llevado en cuenta. Fue un confronto sin eufemismos ni rodeos. Me gustó. Tuvo efectos inmediatos. Precisaba cambiar de conducta y dirigir mi mirada e intereses para asuntos urgentes. Estaba en el último año de psicología. Todavía las telas de arañas confundían mi visión de las cosas básicas. Era preciso aceptar el principio de realidad, no importa cuan engañoso pueda ser ese principio en algunos casos.
En la secuencia, la tercera experiencia fue la más importante. Cosa extraña, que en cierto modo venía a desmentir la primacía de lo mental-existencial: fue la terapia con LSD. Sí, con una droga liberadora. Con una droga que ataca y reactiva directamente los procesos neuronales. Un verdadero milagro. Estaba viviendo un periodo depresivo-angustioso, cíclico, de 15 meses. Después de media hora de haber tomado la droga, recuperé la realidad plena, la presencia irrecusable del ser. Todas las experiencias narradas por los budistas zen recibían su comprobación vivencial. La experiencia era inefable y las palabras eran ruidos que rodaban por el piso sin afectar las cosas. Los signos escritos en libros era un amontonado de manchitas alineadas en el papel con escaso o nulo significado. ¿Y los seres humanos? Tenían escrito en sus rostros la historia de su vida y las formas de sufrimiento que vivían. Sólo nos niños eran los ángeles que iluminan el ambiente con sus ojos llenos de inocencia. La gente vieja cargaba el cansancio y la muerte en todos los gestos. Algo muy triste. Los sonidos tenían colores de acuerdo con el instrumento. El pensamiento se objetivaba como si se deslizase por las paredes. Había recuperado la experiencia originaria, esa que vivía en mi infancia. La depresión nos encierra en el abismo. De súbito había recuperado la vida en gracia incomparable. En la infancia fui un niño lisérgico.
Bastaron algunas sesiones para que saliera del marasmo existencial en cual me había extraviado. Sorprendente, ¿verdad?
Estos últimos años he repetido esta forma de terapia, con resultados diversos, pero siempre reveladores. NO digo que este tipo de experiencia sea suficiente; mas ayuda bastante. Cuidado: tiene contraindicaciones bastante serias; personas con experiencias condensadas de tipo psicótico pueden entrar en surto prolongado. Algunos entran en el túnel del terror. El terapeuta que usa esta forma de terapia debe ser muy experimentado. Ciertamente la terapia dialógica no puede ser eliminada.
¿Qué es lo que más has aprendido de tu labor como terapeuta al escuchar los dilemas, sufrimientos y conflictos de tus pacientes?
R. Que gran parte de los sufrimientos que atormentan a las personas derivan de programaciones precoces, de falsas representaciones de si y de la realidad, de estar presos en el laberinto de la impostura personal y social. Las normas y exigencias sociales atormentan a gran parte de la población, pues proponen objetivos de vida y comportamientos reñidos, tanto con las posibilidades como con la libertad de las personas. Sartre habla de una neurosis objetiva, esa que estimula el sistema social (véase su Flaubert), que el individuo internaliza desgraciando así su vida. Dilemas, conflictos y sufrimientos son inherentes a la existencia: se trata de cómo lidiar con todo eso. Es lo que un terapeuta procura hacer con su cliente
¿Por qué eres terapeuta?
R. Estaría tentado de responder de la manera más fácil: por que me interesa ayudar a las personas; este es un presupuesto de toda terapia, tarea nada fácil, pero que ofrece buenos elementos para de orientación y sustento para quien procura un terapeuta. Pero hay otro factor: siempre me interesé en conocer los pliegues más íntimos de las personas, esos elementos que permanecen en segundo plano y que incluso se intentan disimular y negar. La dicotomía ocultamiento-revelación; comencé a observarla desde mi infancia en la mayoría de los individuos. En parte es una forma de inautenticidad, mas también forma parte de nuestras defensas.
En los 40 años que me he dedicado a este oficio, aprendí mucho con las personas que acompañe en su tentativa de escapar del laberinto en que se encontraban atrapados. Pero no me defino apenas como terapeuta; como soy formado en psicología, la cual me ha proporcionado un campo de investigaciones muy amplio, tanto por sus recursos metodológicos, como por las diversas áreas que le competen, que va desde los fundamentos biológicos del ser humano hasta sus inquietudes metafísicas. No hay plano de la existencia humana que no pueda ser cuestionado e investigado desde una perspectiva psicológica existencial, o de acuerdo con otros enfoques.
Para ser más preciso, diría que me siento muy en mi territorio en lo que se ha denominado desde la época de Dilthey y Jaspers como una psicología comprensiva, es decir, una psicología que se indaga sobre el significado y el sentido de las vivencias y comportamientos humanos en todos los planos, incluido el histórico-social. Este es el enfoque, además, que está presente en todos mis libros.
¿Cuál es o ha sido tu mayor dolor como terapeuta?
Ver muchos pilantras (pillos), granujas disfrazados de terapeutas, ejerciendo este oficio, apelando para todos los trucos; desde las flores de Bach hasta la “terapia de vidas pasadas.” O esos fulanos que llegan a usar el grado de intimidad afectiva con sus clientes para luego entrar en el plano sexual, cobrando incluso la consulta. Más que dolor, existen decepciones en nuestro oficio; ocurre al comprobar que no tenemos recursos suficientes para estimular el despertar de algunos clientes. Que lo único que podemos hacer es ofrecerles nuestra presencia para que no resbalen hacia el abismo.
¿A quien le darías el "premio Nobel” como terapeuta?
R. No consigo imaginar un premio de esta naturaleza para nadie de nuestro oficio. Entiendo que los premios son también una trampa: comprometen al receptor con el donante, que generalmente es una institución que quiere conquistar o neutralizar posibles críticas (no olvidemos que los mayores premios son otorgados por los reyes de Suecia y de España). Supongo entonces que quieres saber a quién otorgaría un galardón de excepcionalidad.
Entre las figuras innovadoras surge en mi campo mental el nombre de Ronald Laing, pero en razón de su trabajo teórico. No tengo claro cual sería su competencia como terapeuta aunque nos ofrece algunas buenas pistas en sus libros. Pienso que Rogers está en la misma posición, pero lo encuentro muy pasivo y sus casos me parecen adecuados para un aconsejamiento. Yo prefiero tratar personas de una grande complejidad existencial, como son los casos que yo mismo he expuesto en “El Inquilino de lo Imaginário” (el caso Omar y el caso Hermes, en especial) y los que componen el libro “Recordando con ira y sin perdón”. (2010) Binswanger también es un gran teórico, pero el relato de sus casos revela las actitudes de su formación psiquiátrica, cuyo ejemplo más notable está justamente en el caso Ellen West. Gusto del estilo de Yalom, ese que muestra en “El verdugo del amor”. Rompe bastante con el estilo del terapeuta omni-comprensivo, sin problemas psicológicos y existenciales, que en parte transmite Rogers. Al Dr. Yaqui Martinez le otorgaría el galardón de excepcionalidad, más por su capacidad discursiva que por su talento como terapeuta, pues hasta ahora no conozco la exposición de sus historias clínicas. Por lo que pude apreciar de la personalidad y por sus escritos, pienso que Pablo Rispo merece igualmente una aureola distintiva. Otro tanto puedo decir de Alvin Mahrer, un hombre de una gran vitalidad, con ese daimon transformador que los griegos atribuían a hombres notables.
¿Quien o qué es para ti un buen terapeuta?
R. Las tres exigencias propuestas por Rogers me parecen indispensables. En Neogénesis propongo siete saberes-actitudes como necesarias. Pero eso no impide hacer un trabajo más incisivo y exigente, sobretodo después que el cliente se entrega al proceso y confía en su terapeuta. Un buen terapeuta sabe confrontar a su cliente con las realidades más profundas, sin tener miedo de contrariar sus ilusiones, programaciones y pretensiones egocéntricas, egoístas y narcisistas, los tres ídolos ante los cuales se prosternan la mayoría de las personas, y que nunca son erradicados del todo porque forman parte de la estructura básica del existente. La tarea del terapeuta es provocar esa confrontación sin desencadenar defensas que terminen en la desistencia del cliente.
¿Has hecho el ridículo o te has avergonzado en tu profesión?
R. NO recuerdo en este momento, pero por hipótesis debo haber cometido errores que no honran mi supuesta competencia. Nunca intenté ser chamán ni gurú con mis clientes; tal vez esta actitud me evitó caer en imposturas o pretensiones excesivas. En otros planos he hecho el ridículo muchas veces, debido a mis pretensiones egóicas excesivas y a mi incapacidad relativa para aceptar las convenciones sociales.
¿Quién es tu filosofo favorito?
R. Son más de uno. Continúan siendo Nietzsche y Sartre, y también Karl Marx. Puede parecer extraño que cite Nietzsche y Marx siendo ellos tan opuestos en todo, pero ya decía en otro momento que en mi están presentes los opuestos, que en general sé controlar debido a un permanente diálogo que mantengo con la dupla faz, que entiendo, además, que existe en todas las cosas. Acepto los postulados básicos del enfoque dialéctico. De todas maneras, en este periodo de mi vida, no me siento discípulo de ninguno de estos pensadores. Sé que ellos, y otros han influenciado mi pensamiento, pero mi visión del mundo emana sobretodo de mi experiencia. Hoy, todos ellos me merecen los más serios reparos. Los tres han errado en aspectos fundamentales; los tres son pretensiosos en grado extremo, aunque Marx fuera menos en razón de su estrechez económica y de su identificación con los de abajo. El hecho de reconocer sus resbalones no impide que los admire. No reverencio ningún ídolo. Detesto toda forma de idolatría. Sartre es pretencioso en el montaje de “El ser y la nada”;. Es alambicado demás para terminar diciendo que “el hombre es una pasión inútil”. No lo es tanto en su modo cotidiano de ser. Las pretensiones aristocratisantes de Nietzsche me parecen una broma él, que vivió con un modesto salario de profesor jubilado. Peregrinando de pensión en pensión. Su timidez en relación a las mujeres desmiente su famosa sentencia de que “es preciso usar el látigo con las mujeres”. Por todas esas contradicciones los admiro. El ente humano es contradictorio de manera insuperable: “Es lo que no es y no es lo que es”, escribe Jean Paul.
¿Cuál ha sido tu más grande locura personal y cual la profesional?
R. Querer ser más de lo que me era posible ser en su época, lo que no fue algo negativo, pero me costó muy caro. Fue en los tiempos de mi adolescencia (mi adolescencia fue tardía, comenzó a los 17, entre los 13 y los 17 precisé trabajar 8 horas por día; soy huérfano desde los 13) y juventud; en ciertas situaciones era fuera de órbita, extravagante tal vez. Hubo muchas locuras, algunas bastante peligrosas, de franca oposición al orden social dominante. No digo que no sobró nada positivo; fue una época muy rica a pesar del enorme sufrimiento que experimentaba. Aprendí con ese aprendizaje que todo lo que me podría acontecer de adverso en el futuro no seria peor de lo que ya había vivido. ¿Locura profesional? Como profesor, acreditar que podría influenciar de manera suficiente a mis alumnos para que llevasen en serio su formación profesional. ¿Otras locuras? Por hipótesis, debe haber, mas mi memoria no quiere en este momento colocarlas en el escenario.
¿Cuál ha sido tu más grande error personal y cual el profesional?
R. En lo personal haber sido injusto y estúpido con una joven que era un modelo de bondad para conmigo y de corrección para todos; la única escusa que tengo para semejante estupidez fue que me debatía entre el abismo y la desesperación. Hasta ahora me duela esa injusticia. ¿Error profesional? Como profesor de psicología, acreditar que mis simientes caerían en tierra propicia. Pienso que las jóvenes que pretenden ser psicólogas ni siempre evalúan las exigencias que impone esta profesión y no llegan a comprender la complejidad humana en sus dimensiones básicas. Esto vale para la mayoría de los estudiantes de este país (50% más uno), pero debe ocurrir algo similar en los otros. La mayoría de las estudiantes entran a estudiar psicología porque tienen una representación errada de su futuro oficio y porque ignoran las oscilaciones del mercado profesional
¿Cual es tu libro favorito?
R Son varios. Toda la obra de Dostoyevski, en especial sus primeros cuentos y novelas, que llegan hasta la edición de “Crimen y Castigo”. Zaratustra fue mi libro-compañero durante mi juventud. Fue mi gran amigo, aunque infló en parte mi arrogancia, que en aquella época era mi manera de sostenerme en pie, erguido. Leo también con agrado lo que escribo, especialmente los textos literarios.
¿Existe la felicidad? ¿Cómo es?
R. La felicidad es ese largo lamento que emerge de nuestras entrañas y se convierte en canto de esperanza y de alegría al transformarse en melodía. La felicidad es sólo un estado momentáneo de contentamiento, a menos que la persona alcance el nirvana búdico, que es una forma de no existir, pues en este estado no hay más posibilidades. Y la existencia es posibilidad y abertura para el futuro.
¿De que se trata la vida para ti?
R. De ir viviéndola, rien plus.
¿Crees que hay algo después de la vida? ¿Qué?
R. Me basta sólo una vida. El eterno retorno de Nietzsche me parece una broma.
¿Crees en un ser superior? ¿Cómo es para ti?
R. Creo en seres superiores; son los grandes Maestros, esos que inauguran una época o señalan nuevas rutas para el mundo. Creo en su poder transformador, inclusive si tienen una etapa de desmantelamiento y de destrucción de la máquina social. Uno de esos seres es Jesús de Nazaret, uno de los mayores revolucionarios de Occidente, cuya rebelión continúa con la antorcha iluminada para quien la quiera llevar adelante. Ese Jesús que esta maniatado y crucificado en la mayoría de las iglesias llamadas cristianas.
Hay otros maestros en otras esferas; uno me emociona siempre: Chaplin. No inauguran una nueva época, pero te marcan con su presencia, incluso si los otros no reciben los beneficios de su presencia. Agustín Gutierrez Córdova es uno de esos maestros que marcaron el inicio de mi adolescencia y hasta ahora me acompaña con su palabra iluminadora.
Supongo que querías saber si creo en un Ser Supremo, que las religiones llaman Dios. Pienso que la Trinidad cristiana y la Trimurti india nos dan la respuesta; son equivalentes y son comprensibles desde la dialéctica, que es muy clara en la Trimurti. Brahma, el creador, Vishnú el conservador. Shiva el renovador. El padre, el espíritu santo y el hijo. En uno de mis libros expongo esta forma de entender este misterio. De todos modos, Dios es el misterium tremendum. ¿Que puedo decir yo de verdadero?
¿Si te concedieran 3 deseos, que pedirías?
R. a) Una mejor distribución de los bienes materiales, de la llamada riqueza de un país; b) una justicia social más severa para los canallas, especialmente los que ocupan altos cargos, sea en el Estado, sea en las empresas. c) Una educación más liberadora y accesible a todos, que tornase a las personas más conscientes de sus responsabilidades y de sus derechos. Reconozco que estos tres pedidos no tienen posibilidades de ser atendidos según el modelo político dominante. Es preciso batallar mucho para conseguirlos. Para mi NO pido nada, nada mismo.
Saludos cordiales…..Emilio
[1] Emilio Romero.- psicólogo nacido en Chile y radicado en Brasil, há escrito más de 17 libros sobre su propia perspectiva y propuesta de una psicología existencial y comprensiva (a veces utilizando seudónimos). Su impulso es fundamental para el desarrollo de la psicoterapia existencial en Latinoamérica.
“Tántalo, el poeta desesperado”
11:48 | Publicado por
Gaby |
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Los mitos son modelos narrativos que dan significado a nuestra existencia, ofreciendo sentido a un mundo que no lo tiene. Se hace aquí una revaloración filosófica del mito griego de Tántalo desde dos perspectivas: la poesía de Hölderlin vista desde la perspectiva de Martin Heidegger y el concepto de desesperación de SØren Kierkegaard.
Afirma Heidegger que la esencia de la poesía es crear un lenguaje, siendo éste el más inocente pero también el más peligroso de los bienes que se les han dado a los hombres, pues con él crea y destruye, manifestando su ser. A partir del lenguaje, el hombre muestra su pertenencia a la tierra, lo que lo hace ser heredero y aprendiz. Aquí es que el “poeta endemoniado” aprehende todo a su alcance y se mantiene vinculado a una aspiración más alta.El poeta es testigo de algo, y ese “algo” es historia sólo si es compartida, si es común para los hombres. Los dioses han dado al hombre el habla y así puede dialogar. Sólo en el diálogo es que existe la posibilidad de apropiarnos de nuestra historia. La posibilidad se mantiene siempre que el habla sea diálogo, que sea el medio para llegar al otro. El habla es de nuestra propiedad, es nuestra manera de compartir. De aquí que el habla permita el diálogo y, por lo tanto, nos permita ser históricos, ser con los otros.
Tántalo sabe que debe compartir con sus similares. Y es aquí cuando decide delatar los secretos de Zeus y da la ambrosía con la humanidad; cuando el pensamiento se rebela en habla, convirtiéndose en diálogo; cuando decide para sí, por la humanidad. Tántalo es humano y busca resarcirse. Tántalo es dilema, los dioses o la humanidad. El manto divino le nubla, “debe” aún agradar a los dioses. Es un hombre ético. Elige a los dioses. Decide sacrificar su propia carne (Pélope). Erra ante los ojos de Zeus. No hay salvación. Es condenado al Tártaro.
Me imagino a Tántalo recordando aquella decisión: elegir a los dioses o la humanidad. Ya no es más un esteta, pues decide. Y sabe que no es una elección única (todo lo contrario) pues cada día la ratificará y con ella se elegirá, y elegirá también a los hombres. Pienso en la angustia experimentada por Tántalo. Condenado a elegir eternamente por la humanidad, condenado a ser libre. Tántalo ha elegido habitar sus fantasías, hacer de la verdad de los dioses una vivencia y no sólo un pensamiento romántico y esperanzador. Surge el diálogo entre Tántalo y sus amigos, y así también la historia del hombre.
Tántalo se rebela a un estado, quiere dejar de ser aquello que le han dicho los dioses que es y cree de sí mismo: el condenado a la insatisfacción, el asesino de su carne. Se elige, se rebela, lucha por apropiarse de su existencia y rechaza el castigo absurdo. En éste sentido desespera de sí mismo, quiere deshacerse de ese yo que le imponen, de lo que es y deja de ser a cada momento. Tántalo desea desprenderse de su yo, del yo que es, para devenir un yo de su propia invención, ser una elección de su elección, es decir, Tántalo elige elegirse.
Pero llega la remembranza. No hay capítulos, ni épocas, simplemente un ser, su historia condensada. Los años del placer, los tiempos draconianos, las preguntas incesantes, la obscuridad desoladora, la rebeldía del inconforme, todo está ahí, tan densamente presente que olvida su castigo. Tántalo se hace consciente de su Yo infinito. La fuerza primitiva vuelve a su origen. No siempre hay explicaciones, ni razones, ni sentido en este mundo. Es un momento de liberación para Tántalo. Se le ve arrancado de sí. Su desafío es ahora rebelión consumada. Ahora su castigo le pertenece. Su estadía en el Tártaro es una ratificación de su libertad.
Tántalo es testigo de la elección por el hombre, del heroísmo, de la humanidad. Su rebeldía deja ver y da existencia a los dioses mismos.
¿Cómo daría la bienvenida nuestra sociedad a Tántalo? Le desataría del árbol. Lavaría su cuerpo y le acostaría (por horas) en un reposet alineado a un televisor. Se escucharía al fondo: ¡Un Combo Triple con papas y refresco grandes para el heleno! Aprendería sobre la sociedad del espectáculo, sobre su “democracia” y su “libertad”, sobre la negación del malestar y la tristeza. La vida como sinónimo de acumulación, y acaso también filosofía para morir.
Me imagino a Tántalo desorbitado, desilusionado por el camino construido por la humanidad. Sus dilemas han sido desechados, el hombre ha elegido obedecer.
Gilberto Santaolalla: gilberto@psicoterapiaexistencial.com
Afirma Heidegger que la esencia de la poesía es crear un lenguaje, siendo éste el más inocente pero también el más peligroso de los bienes que se les han dado a los hombres, pues con él crea y destruye, manifestando su ser. A partir del lenguaje, el hombre muestra su pertenencia a la tierra, lo que lo hace ser heredero y aprendiz. Aquí es que el “poeta endemoniado” aprehende todo a su alcance y se mantiene vinculado a una aspiración más alta.El poeta es testigo de algo, y ese “algo” es historia sólo si es compartida, si es común para los hombres. Los dioses han dado al hombre el habla y así puede dialogar. Sólo en el diálogo es que existe la posibilidad de apropiarnos de nuestra historia. La posibilidad se mantiene siempre que el habla sea diálogo, que sea el medio para llegar al otro. El habla es de nuestra propiedad, es nuestra manera de compartir. De aquí que el habla permita el diálogo y, por lo tanto, nos permita ser históricos, ser con los otros.
Tántalo sabe que debe compartir con sus similares. Y es aquí cuando decide delatar los secretos de Zeus y da la ambrosía con la humanidad; cuando el pensamiento se rebela en habla, convirtiéndose en diálogo; cuando decide para sí, por la humanidad. Tántalo es humano y busca resarcirse. Tántalo es dilema, los dioses o la humanidad. El manto divino le nubla, “debe” aún agradar a los dioses. Es un hombre ético. Elige a los dioses. Decide sacrificar su propia carne (Pélope). Erra ante los ojos de Zeus. No hay salvación. Es condenado al Tártaro.
Me imagino a Tántalo recordando aquella decisión: elegir a los dioses o la humanidad. Ya no es más un esteta, pues decide. Y sabe que no es una elección única (todo lo contrario) pues cada día la ratificará y con ella se elegirá, y elegirá también a los hombres. Pienso en la angustia experimentada por Tántalo. Condenado a elegir eternamente por la humanidad, condenado a ser libre. Tántalo ha elegido habitar sus fantasías, hacer de la verdad de los dioses una vivencia y no sólo un pensamiento romántico y esperanzador. Surge el diálogo entre Tántalo y sus amigos, y así también la historia del hombre.
Tántalo se rebela a un estado, quiere dejar de ser aquello que le han dicho los dioses que es y cree de sí mismo: el condenado a la insatisfacción, el asesino de su carne. Se elige, se rebela, lucha por apropiarse de su existencia y rechaza el castigo absurdo. En éste sentido desespera de sí mismo, quiere deshacerse de ese yo que le imponen, de lo que es y deja de ser a cada momento. Tántalo desea desprenderse de su yo, del yo que es, para devenir un yo de su propia invención, ser una elección de su elección, es decir, Tántalo elige elegirse.
Pero llega la remembranza. No hay capítulos, ni épocas, simplemente un ser, su historia condensada. Los años del placer, los tiempos draconianos, las preguntas incesantes, la obscuridad desoladora, la rebeldía del inconforme, todo está ahí, tan densamente presente que olvida su castigo. Tántalo se hace consciente de su Yo infinito. La fuerza primitiva vuelve a su origen. No siempre hay explicaciones, ni razones, ni sentido en este mundo. Es un momento de liberación para Tántalo. Se le ve arrancado de sí. Su desafío es ahora rebelión consumada. Ahora su castigo le pertenece. Su estadía en el Tártaro es una ratificación de su libertad.
Tántalo es testigo de la elección por el hombre, del heroísmo, de la humanidad. Su rebeldía deja ver y da existencia a los dioses mismos.
¿Cómo daría la bienvenida nuestra sociedad a Tántalo? Le desataría del árbol. Lavaría su cuerpo y le acostaría (por horas) en un reposet alineado a un televisor. Se escucharía al fondo: ¡Un Combo Triple con papas y refresco grandes para el heleno! Aprendería sobre la sociedad del espectáculo, sobre su “democracia” y su “libertad”, sobre la negación del malestar y la tristeza. La vida como sinónimo de acumulación, y acaso también filosofía para morir.
Me imagino a Tántalo desorbitado, desilusionado por el camino construido por la humanidad. Sus dilemas han sido desechados, el hombre ha elegido obedecer.
Gilberto Santaolalla: gilberto@psicoterapiaexistencial.com
La mala fe y la identificación con el diagnóstico
10:55 | Publicado por
Gaby |
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Trabajo Libre. Presentado en el 3o Congreso Latinoamericano de Psicoterapia Existencial. Buenos Aires, Argentina.
En la práctica clínica, frecuentemente nos encontramos con pacientes que vienen muy identificados con algún diagnóstico que alguna vez alguien les dio o suponen que tienen. La tendencia a aferrarse al mismo y la dificultad para descubrirse desde otras posibilidades de ser, me condujo a reflexionar sobre el concepto de mala fe de Sartre, en tanto puede ser entendido como aquella tendencia a través de la cual no solo se busca un determinismo para eximirse de la propia responsabilidad y de ejercer la libertad, sino también se tiende a atribuir una identidad definitiva y cerrada.
Siguiendo el pensamiento de Sartre, y aceptando la idea de que el hombre carece de esencia, esta adhesión al diagnóstico pasaría a constituir una alternativa posible que cubriría el deseo de ser. Al mismo tiempo, tendría la particularidad de evitar el contacto con la nada que es constitutiva de nuestra existencia, y con la consecuente angustia que se desprende de ella.
No obstante a ello, la elección de aferrarse a un diagnóstico, traería aparejado otra experiencia no menos inquietante, que es la culpa existencial. Por culpa existencial se entiende la tendencia a atentar contra las propias potencialidades. Yalom va a explicar que la misma emana del arrepentimiento y de la conciencia de que no se ha vivido plenamente la vida y de que no se han explotado todas las posibilidades que se tenían. En sentido, se podría decir, que no se concretaron otras posibilidades de ser más allá de la que establece un diagnóstico.
Por lo tanto, la persona portadora de un trastorno o enfermedad se encuentra ante un dilema difícil de resolver. Si se desprende del diagnóstico, tendría que enfrentar la angustia de la nada, la pérdida del mundo que configuró a partir del mismo; si se aferra a él, tendría que lidiar con la culpa existencial, con esta inquietud interior de saber que no se animó a concretar otras posibilidades de ser. Pero no es un dilema privativo de los pacientes, ya que la angustia y la culpa existencial al ser categorías ontológicas del hombre son experiencias con las que tarde o temprano, todos nos vamos a encontrar. Por tal motivo, sólo nos resta, por la gracia o la desdicha de ser libres, elegir con qué actitud posicionarnos ante ellas.
Para concluir, podría decir que: un diagnóstico independientemente de cual sea, podrá angustiar, movilizar, y paradójicamente, no pocas veces, hasta salvar de la angustia cuando aquieta la experiencia de la nada a través del otorgamiento de una identidad. La diferencia dependerá de lo que elija cada persona, he aquí su libertad y responsabilidad para elegirse y habilitarse como alguien distinto de lo que indica el diagnóstico, porque en definitiva, y como laguna vez lo expresó Sartre: “no importa lo que me fue dado, lo que importa es lo que hago con lo que recibí!
silvana wegrzyn [silvanawegrzyn@yahoo.com.ar]
En la práctica clínica, frecuentemente nos encontramos con pacientes que vienen muy identificados con algún diagnóstico que alguna vez alguien les dio o suponen que tienen. La tendencia a aferrarse al mismo y la dificultad para descubrirse desde otras posibilidades de ser, me condujo a reflexionar sobre el concepto de mala fe de Sartre, en tanto puede ser entendido como aquella tendencia a través de la cual no solo se busca un determinismo para eximirse de la propia responsabilidad y de ejercer la libertad, sino también se tiende a atribuir una identidad definitiva y cerrada.
Siguiendo el pensamiento de Sartre, y aceptando la idea de que el hombre carece de esencia, esta adhesión al diagnóstico pasaría a constituir una alternativa posible que cubriría el deseo de ser. Al mismo tiempo, tendría la particularidad de evitar el contacto con la nada que es constitutiva de nuestra existencia, y con la consecuente angustia que se desprende de ella.
No obstante a ello, la elección de aferrarse a un diagnóstico, traería aparejado otra experiencia no menos inquietante, que es la culpa existencial. Por culpa existencial se entiende la tendencia a atentar contra las propias potencialidades. Yalom va a explicar que la misma emana del arrepentimiento y de la conciencia de que no se ha vivido plenamente la vida y de que no se han explotado todas las posibilidades que se tenían. En sentido, se podría decir, que no se concretaron otras posibilidades de ser más allá de la que establece un diagnóstico.
Por lo tanto, la persona portadora de un trastorno o enfermedad se encuentra ante un dilema difícil de resolver. Si se desprende del diagnóstico, tendría que enfrentar la angustia de la nada, la pérdida del mundo que configuró a partir del mismo; si se aferra a él, tendría que lidiar con la culpa existencial, con esta inquietud interior de saber que no se animó a concretar otras posibilidades de ser. Pero no es un dilema privativo de los pacientes, ya que la angustia y la culpa existencial al ser categorías ontológicas del hombre son experiencias con las que tarde o temprano, todos nos vamos a encontrar. Por tal motivo, sólo nos resta, por la gracia o la desdicha de ser libres, elegir con qué actitud posicionarnos ante ellas.
Para concluir, podría decir que: un diagnóstico independientemente de cual sea, podrá angustiar, movilizar, y paradójicamente, no pocas veces, hasta salvar de la angustia cuando aquieta la experiencia de la nada a través del otorgamiento de una identidad. La diferencia dependerá de lo que elija cada persona, he aquí su libertad y responsabilidad para elegirse y habilitarse como alguien distinto de lo que indica el diagnóstico, porque en definitiva, y como laguna vez lo expresó Sartre: “no importa lo que me fue dado, lo que importa es lo que hago con lo que recibí!
silvana wegrzyn [silvanawegrzyn@yahoo.com.ar]
Deconstruyendo la Psicoterapia: ¿cómo puede la perspectiva existencial contribuir a profundizar y ampliar el proyecto terapéutico?
12:59 | Publicado por
Gaby |
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Prof. Simon du Plock
Jefe de departamento del doctorado y de la post calificación del Instituto Metanoia.
Es uno de los líderes de la Escuela Inglesa de psicoterapia Existencial.
Existe una tendencia creciente en el campo de la terapia que se dirige hacia la democratización de la misma, así como hacia el intento de involucrarse no solamente con la enfermedad o el malestar, sino también con aquello que nos define como seres humanos. David Smail en The Origins of Unhappiness (1996) realiza una crítica radical a como el malestar ha llegado a ser visto como anormal y que requiere de tratamiento.
La salud mental no es meramente la ausencia de enfermedad mental, como quiera que esta sea definida, y el modelo médico se encuentra cada vez más cuestionado por un público más consciente y educado sobre sus derechos. Por todos lados existe una importante contribución por parte tanto de los filósofos académicos, como de la literatura popular de autoayuda, la cual se ha incrementado exponencialmente. Un subgénero ha emergido en torno a encontrar un uso práctico de la filosofía, el cual se desarrolla en 2 ramas: a) el asesoramiento filosófico y b) la filosofía lite.
Los diferentes escritores presentan una imagen de la salud psicológica en la que todos (profesionales, consumidores y público en general) luchan por alcanzar una mayor comprensión de qué significa ser humano y comprometerse con los problemas del vivir.
El asesoramiento filosófico (AF) se originó cuando el filósofo Achenbach abrió en 1981 una oficina en Alemania a los “visistantes”, como él llama a quienes buscan su ayuda. Esta forma no-médica de enfrentarse a problemas no-patológicos se ha expandido desde entonces.
En la perspectiva existencial del AF se sugiere el uso de la “biblioterapia”. Ofrecer o sugerir ciertas lecturas como forma de encontrar medios poderosos para la reflexión. Sin embargo, también se aclara de tener cuidado de sugerirlos como medios “alternativos” a la relación interpersonal, ya que esto podría sobre-simplificar y “manualizar” el sufrimiento, como si se tratara de recetas: “para la tristeza lee tal libro, para los celos este otro, etc.”
Más bien se trata de una invitación a co-investigar y co-construir una “historia de lecturas conjuntas”. Este cambio en la perspectiva de la “biblioterapia” puede producir un profundo efecto en el terapeuta mismo.
Smail (1966) por ejemplo ofrece lo que llama las 3 leyes, y resulta útil reflexionar sobre ellas:
1. Todos queremos agradar.
2. Todos nos sentimos muy distintos, menos confiados, menos capaces; de cómo inferimos que los otros se sienten.
3. Muy pocas de las personas honestas y valientes que han alcanzado algo importante en su vida, no se sienten un fraude. (ob.cit).
A través de reflexionar juntos sobre lecturas como la anterior, hay un cambio en la forma tradicional de entender la terapia misma, ya que el acento no está puesto en lo que el terapeuta puede ofrecer a su cliente, sino en lo que ambos pueden ir encontrando juntos. Esto nos mueve a una forma más democrática de entender lo “terapéutico”.
Hans-Georg Gadamer
16:14 | Publicado por
Gaby |
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Gadamer nació el 11 de febrero de 1900 y murió el 13 de marzo del 2002. Abiertamente anti-nazi, se comprometió durante un buen tiempo a un debate abierto con Habermas, e intentó mantener otro similar con Derrida. Fue discípulo y amigo cercano de Martin Heidegger, de quien recibió sus principales influencias. Entre sus obras traducidas al español se encuentran: “Verdad y Método” considerada su obra principal, editada originalmente en 1960 y con una segunda parte editada en 1986; “El Estado Oculto de la Salud”; “El Giro Hermenéutico”; “Mito y Razón”; entre otros.
Gadamer es considerado uno de los principales exponentes de la Hermenéutica: rama de la Fenomenología que consiste en realizar interpretaciones de textos buscando alcanzar un significado lo más cercano posible al originalmente propuesto por el autor de los mismos.
Podemos ver fácilmente como estos estudios pueden resultar útiles para la psicoterapia. Si tomamos en cuenta que toda persona que busca la ayuda de un terapeuta le presenta a éste una narrativa de su ser y su existencia, la investigación conjunta (del cliente con su terapeuta) de dicha narrativa, puede apoyarse de la hermenéutica de Gadamer para realizar un mayor y mejor acercamiento a la realidad del diálogo que se presenta, y que constituye la base de la conversación terapéutica.
Desde el punto de vista de este filósofo, la aplicación popular de la fenomenología (que suele ser de la fenomenología husserliana) fallaría desde su base al intentar realizar una epoche (suspensión o puesta entre paréntesis de la actitud natural de transferir significados precedentes a la experiencia actual es decir, el intento de evitar que cualquier juicio o prejuicio interfiera en nuestra comprensión del fenómeno estudiado) antes de poder describir y comprender la realidad que intentamos conocer, en este caso las experiencias de una persona o grupo de personas.
Siguiendo a Heidegger, quien se distanció del que había sido su maestro (Husserl) entre otras cosas por considerar que no es posible “poner entre paréntesis al mundo”, Gadamer creía que resulta imposible no interpretar: siempre interpretamos, incluso cuando desconocemos o negamos que lo estamos haciendo. Como estableció en su clásico texto, la verdad y el método están profundamente ligados, al grado que no podemos pensar uno sin el otro. Esto significa que cada vez que intentamos comprender la verdad de algo, el método que sigamos para alcanzar nuestro objetivo influenciará de manera importante aquella verdad que lleguemos a conocer. De hecho, en el momento mismo de la percepción estamos realizando ya una interpretación es decir, aquello que percibimos resulta ser en realidad un reflejo de la forma específica como solemos ser y estar-en-el-mundo.
Todos pertenecemos a una cierta sociedad y cultura que nos conforma y moldea a la vez que nosotros participamos de su co-construcción. Por ello, para Gadamer no cabe neutralidad ni autocancelación ante un texto. Aplicando estas ideas a la psicoterapia, diríamos que no resulta conveniente que el terapeuta intente ser “neutral” ante su cliente, ni tampoco que autocancele sus propias reacciones, pensamientos o emociones ante su cliente o las experiencias que éste le narra. Sería más conveniente reconocer que es imposible no realizar una cierta traducción de su narrativa simplemente en nuestra forma de escucharle. Únicamente reconociendo este hecho fundamental podemos llegar a una conversación en la que se reconozca el encuentro presente entre un Yo y un Tú.
Ante cualquier narrativa (o en otras palabras, ante cualquier experiencia que nos narre un cliente), no podemos evitar relacionarnos con la misma incorporando nuestras opiniones previas y prejuicios. De hecho, es un resultado de la ilustración este intento por alcanzar un “conocimiento objetivo”, libre de prejuicios sobre un fenómeno observado. Sin embargo, uno de los principales avances de la fenomenología es el reconocimiento de que tal acercamiento “puro” resulta imposible. Se puede decir que la ilustración nos trajo “un prejuicio contra los prejuicios”.
La invitación de Gadamer resulta útil sobre todo a la psicoterapia de orientación relacional (como es el caso de algunas perspectivas existenciales), ya que si un terapeuta desea establecer un diálogo y encuentro genuino con su cliente, bien podría empezar por reconocer que no puede no interpretar lo que éste le cuente, y que de hecho la narrativa del cliente ya es una serie de interpretaciones a un conjunto de experiencias y fenómenos. Partiendo de esta realidad, en vez de negar los prejuicios presentes, la conversación terapéutica puede centrarse también en el análisis conjunto de dichos prejuicios e interpretaciones que, después de todo, constituyen una de las bases fundamentales de lo que somos: nuestra historia, cultura y redes relacionales que conforman el sustento mismo de nuestro ser.
Gadamer es considerado uno de los principales exponentes de la Hermenéutica: rama de la Fenomenología que consiste en realizar interpretaciones de textos buscando alcanzar un significado lo más cercano posible al originalmente propuesto por el autor de los mismos.
Podemos ver fácilmente como estos estudios pueden resultar útiles para la psicoterapia. Si tomamos en cuenta que toda persona que busca la ayuda de un terapeuta le presenta a éste una narrativa de su ser y su existencia, la investigación conjunta (del cliente con su terapeuta) de dicha narrativa, puede apoyarse de la hermenéutica de Gadamer para realizar un mayor y mejor acercamiento a la realidad del diálogo que se presenta, y que constituye la base de la conversación terapéutica.
Desde el punto de vista de este filósofo, la aplicación popular de la fenomenología (que suele ser de la fenomenología husserliana) fallaría desde su base al intentar realizar una epoche (suspensión o puesta entre paréntesis de la actitud natural de transferir significados precedentes a la experiencia actual es decir, el intento de evitar que cualquier juicio o prejuicio interfiera en nuestra comprensión del fenómeno estudiado) antes de poder describir y comprender la realidad que intentamos conocer, en este caso las experiencias de una persona o grupo de personas.
Siguiendo a Heidegger, quien se distanció del que había sido su maestro (Husserl) entre otras cosas por considerar que no es posible “poner entre paréntesis al mundo”, Gadamer creía que resulta imposible no interpretar: siempre interpretamos, incluso cuando desconocemos o negamos que lo estamos haciendo. Como estableció en su clásico texto, la verdad y el método están profundamente ligados, al grado que no podemos pensar uno sin el otro. Esto significa que cada vez que intentamos comprender la verdad de algo, el método que sigamos para alcanzar nuestro objetivo influenciará de manera importante aquella verdad que lleguemos a conocer. De hecho, en el momento mismo de la percepción estamos realizando ya una interpretación es decir, aquello que percibimos resulta ser en realidad un reflejo de la forma específica como solemos ser y estar-en-el-mundo.
Todos pertenecemos a una cierta sociedad y cultura que nos conforma y moldea a la vez que nosotros participamos de su co-construcción. Por ello, para Gadamer no cabe neutralidad ni autocancelación ante un texto. Aplicando estas ideas a la psicoterapia, diríamos que no resulta conveniente que el terapeuta intente ser “neutral” ante su cliente, ni tampoco que autocancele sus propias reacciones, pensamientos o emociones ante su cliente o las experiencias que éste le narra. Sería más conveniente reconocer que es imposible no realizar una cierta traducción de su narrativa simplemente en nuestra forma de escucharle. Únicamente reconociendo este hecho fundamental podemos llegar a una conversación en la que se reconozca el encuentro presente entre un Yo y un Tú.
Ante cualquier narrativa (o en otras palabras, ante cualquier experiencia que nos narre un cliente), no podemos evitar relacionarnos con la misma incorporando nuestras opiniones previas y prejuicios. De hecho, es un resultado de la ilustración este intento por alcanzar un “conocimiento objetivo”, libre de prejuicios sobre un fenómeno observado. Sin embargo, uno de los principales avances de la fenomenología es el reconocimiento de que tal acercamiento “puro” resulta imposible. Se puede decir que la ilustración nos trajo “un prejuicio contra los prejuicios”.
La invitación de Gadamer resulta útil sobre todo a la psicoterapia de orientación relacional (como es el caso de algunas perspectivas existenciales), ya que si un terapeuta desea establecer un diálogo y encuentro genuino con su cliente, bien podría empezar por reconocer que no puede no interpretar lo que éste le cuente, y que de hecho la narrativa del cliente ya es una serie de interpretaciones a un conjunto de experiencias y fenómenos. Partiendo de esta realidad, en vez de negar los prejuicios presentes, la conversación terapéutica puede centrarse también en el análisis conjunto de dichos prejuicios e interpretaciones que, después de todo, constituyen una de las bases fundamentales de lo que somos: nuestra historia, cultura y redes relacionales que conforman el sustento mismo de nuestro ser.
13:39 | Publicado por
Gaby |
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Por: Maurice Friedman
Maurice Friedman, Ph.D. es codirector del Institute for dialogical therapy. Fue discípulo de Buber durante muchos años, y es el principal traductor de sus libros al inglés. Es considerado uno de los principales líderes y pioneros del pensamiento existencial en América. Es autor de: The Worlds of Existencialism, The Healing Dialogue in Psychotherapy, To deny our nothingness, y muchos otros sobre Martin Buber.
La terapia dialogal se basa en la idea del Yo-Tu de Buber que marca la invitación a una relación abierta y presente al otro mientras se permanece abierto y presente ante sí mismo. Esto se conoce como la “sanación a través del encuentro”.
El siguiente artículo completo aparece en el libro: The Psycology of Existence. Shneider y May (1995).
En mi libro The Worlds of Existencialism, señalé un punto crucial que divide a los existencialistas y que no ha sido suficientemente reconocido: ya sea que el self sea visto como central, y que la relación con otros sea parte de este self; o que la relación en sí misma sea vista como central y que el self surja precisamente a través de dicha relación.
Este asunto también está presente en la psicoterapia existencial… la terapia dialogal comienza con el “entre” como la base de la realidad.
Por terapia dialogal nos referimos a aquella terapia que se centra en el “encuentro” entre terapeuta y su cliente como el modo central de sanación… sólo cuando se reconoce que todo lo que ocurre en la terapia (asociaciones libres, sueños, silencio, dolor, angustia, etc.), tiene lugar como una reflexión de la relación vital entre terapeuta y paciente, entonces podemos hablar propiamente de terapia dialogal.
Lo que es crucial no son las habilidades y herramientas del terapeuta, sino lo que tiene lugar entre el terapeuta y el cliente y entre el cliente y otras personas. Lo que mi esposa, Aleene Friedman llama el compañerismo sanador. Sólo una persona que es considerada un compañero es percibido en su totalidad existencial. …Esta conciencia sólo es posible si, el otro no es para mí un objeto de mi observación. Sólo cuando logro verlo en su totalidad y hacerlo presente para mí en un diálogo genuino.
Lo que es esencial no es lo que ocurre dentro de las mentes de los compañeros en una relación, sino lo que ocurre entre ellos. Por esta razón Buber se oponía fuertemente al psicologismo que desea remover la realidad de la relación y basarla en las psiques separadas de los participantes. “el crecimiento y desarrollo del self no tiene lugar, como a la gente le gusta creer hoy en día”, escribe Buber, “a través de la relación con nosotros mismos, sino a través de haber sido presentes para otro y saber que somos presentes para él o ella” (Buber, 1988, p. 61). Ser presente para una persona es el corazón de lo que Buber llama confirmación.
La confirmación es interhumana, pero no simplemente social o interpersonal, a menos que uno sea confirmado en su unicidad como persona es que es propiamente confirmado. La confirmación del otro debe incluir una experiencia actual del otro en la relación, entrando en la vida del otro para, hasta cierto punto, imaginar lo que el otro siente, piensa y sabe; y agregarle nuestro propio deseo de ser aprehendidos. …
La inclusión o imaginación de la realidad del otro, debe ser distinguida de la empatía, que va al otro lado de la relación pero la identificación permanece en uno mismo sin ir hacia el otro. … Sólo la inclusión puede producir la confirmación que el terapeuta ofrece para remplazar la desconfirmación que el paciente ha experimentado en su familia y comunidad.
… Aunque puedan usarse un buen número de estrategias y técnicas, estas siempre son vistas como secundarias. En contraste la relación, de manera experiencial es vista como primaria.
Se ofrece al cliente 3 posibilidades:
1. Una relación real
2. La oportunidad de experimentar dentro de esta relación
3. La oportunidad de tener la experiencia de sí mismo experimentándose en una relación.
En el próximo mayo del 2009 contaremos con la presencia de Rich Hycner, el actual principal expositor de este enfoque terapéutico.
Para mayores informes comunicarse al 5639-34-91.
informes@psicoterapiaexistencial.com
Encuentros y desencuentros en la relación madre- hija por Teresa Glikin
16:29 | Publicado por
Gaby |
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Mucho se ha escrito, desde diferentes enfoques teóricos acerca del vínculo entre madres e hijas.
Se tienen en cuenta los sentimientos antagónicos: amor-odio, aceptación.- rechazo, acercamiento-alejamiento, todos movimientos que denotan ambivalencia, en una relación fuertemente influenciada por los diferentes momentos de la vida en la que se encuentran cada uno de los miembros de la díada.
Desde el punto de vista fenomenológico-.existencial, ese antagonismo lo analizaremos en función del encuentro o el desencuentro que se genera en el “entre” de la relación madre-hija.
¿Por qué elegir este vínculo en especial?
Justamente porque es un vínculo especial, que interviene significativamente en la organización del mundo afectivo de la hija, como modelo estructurante y como sentido de su ser mujer, tomado desde el polo de la hija, así como también desde la madre, el modo en que se comunica y relaciona con su hija le otorga sentido a su rol de madre y de mujer dadora
Como explica el Dr. Rispo en su libro Las Ramas de la Existencia, refiriéndose a Husserl:
Todo el recorrido de la estructuración del ser será participativamente emocional y a través de la modalidad del vivenciar, será el camino para individualizar las conexiones de significado y sentido.
En cada estructuración propia se darán determinadas vivencias y no otras, y las que aparecen siempre responderán a la estructura de figura y fondo y a los nexos de significación y sentido.
Cuando puede ser descripta y comprendida con otro ser humano, aquí lo co-vivenciado es en el “entre nosotros.”
Pero hay que tener en cuenta que toda relación interpersonal tiene un sentido organizativo y constitutivo que es siempre cambiante.
Toda la historia de la humanidad es un contínuo actuar interpersonal, por lo tanto la historia personal de cada ser humano es parte de esa historia pre-existente.
Cuando hablamos de SENTIDO, aludimos a los conceptos de Binswanger para quien el sentido cobra la significación de intencionalidad de conciencia. El fin de la conciencia intencional implica un” para qué “, una dirección orientada hacia, siempre hacia los otros, hacia mi futuro, hacia mi proyecto.
El sentido que podamos dar a nuestra existencia parte de una co-existencia posible que se va desplegando.
Todas las instancias de los mundos “precedidos” dan lugar a las experiencias personales, a las creencias, a determinados referentes bio-psico-sociales que hacen parte constitutiva del proyecto que se pone en práctica en el respectivo accionar –en-el-mundo.
Todo ser humano cae al mundo para habitarlo, pero ya desde su nacimiento, o antes de nacer, participa del mundo de una manera natural, emocional, intuitiva.
El mundo precedido a la propia existencia (Vorwelt) adquiere el sentido organizador y formador de la propia manera de actuar en el mundo.
Los padres, la historia, lo social, formarían parte de lo precedido en cada ser humano .Por tal motivo es que tomamos en cuenta este concepto para entender que todos participamos de un mundo anterior a nuestra existencia que nos sirve de referente y nos sitúa
Pero el en-sí de lo familiar, o lo social no debe ser considerado como causa o motivo para una particular modalidad de ser-en-el-mundo. Lo que cada ser humano dispone al nacer son las infinitas posibilidades de ser y que se ponen de manifiesto en el accionar, en la estructura espacio-temporal que va deviniendo como expresión de un proyecto y sentido de la propia existencia y de la co-existencia.
Además del mundo precedido ( Vorwelt), Binswanger hace referencia a otra realidad que le es impuesta al hombre, que no elige, que le es dada. Nos referimos al Lebenswelt
Todos los eventos, las facticidades que se sucederán en el devenir espacio-temporal de cualquier existencia, los acontecimientos a los cuales el ser humano se une en las relaciones vinculares, parten de ese origen primario del mundo natural, vital (Lebenswelt), lo que termina siendo su propia posibilidad de ser sujetidad para trascender.
La Lebenswelt no es otra cosa que la condición vital, la materialidad, el cuerpo mismo con el que llegamos al mundo. Se fundamenta en un mundo real, que se va constituyendo en valores que se van creando sucesivamente en el transcurso espacio-temporal de un individuo, de una familia, de un pueblo o de una nación.
El valor LIBERTAD, por ejemplo, ya desde el nacer, se encuentra como la impronta de la propia posibilidad de ser libre tanto en la misma intimidad como con respecto a la intimidad ajena.
También la familia en la que le tocó nacer a cada hijo habla de una facticidad. No elijo la familia, ni la nación para nacer. Esto es lo dado. Sin embargo está en cada hijo/a y en cada madre,el ir organizando el mundo interpersonal, ir definiendo una particularidad de ser-en-el-mundo, una co-existencia.en el sentido de la autenticidad o inautenticidad , del encuentro o del desencuentro
En este marco que nos brinda la fenomenología estamos ubicando la relación entre madre e hija como una relación interpersonal, en la que intervienen los conceptos de figura y fondo significando que el panorama puede ser el mismo, pero todo dependerá del modo particular de vivenciar de cada una de ellas: madre e hija.
Es decir que más allá de la intencionalidad de la madre en el sentido de orientar a su hija hacia un determinado rumbo, habrá un ser que realizará su propia lectura de la situación e irá significando su mundo.
Este es el interjuego necesario. Es el camino para transitar y llegar a ser sí mismo, es una sólida organización estructurada en el vínculo amoroso, en la relación yo-tú, cuya calidad afectiva se sustenta en la recíproca expresión de intimidades disponibles para el otro, en la preocupación y en el cuidado. Sólo así, la estructura del ser-para-el-otro hará que el Eigenwelt pueda ser en sí mismo trascendente.
La emoción y las vivencias organizan y estructuran el ser.
Los actos expresivos del ser deben ser actuales y actualizados de acuerdo con cada situación. La actualidad estará referida a la expresión del horizonte del futuro, es decir a través de un proyecto, de mi posibilidad de futurizar, de anticiparme, pero se hace presente en el “entre”, es decir en la relación actual con el otro.
Al decir de Rispo, esta modalidad de futurizar es crear las condiciones para el hallazgo del otro, la comprensión del mismo y la creación de un mundo dialogante.
El mundo responde adecuadamente, sitúa al propio ser en un espacio y en un tiempo, que es el aspecto del propio ser, pero a la vez confirma el aspecto de ser otro para otro, como se materializa por ejemplo en la relación diádica que nos ocupa, tanto madre-hija como hija-madre.
Enfatizamos lo dialéctico del vínculo, pues en la díada, las dos integrantes organizan y estructuran su mundo y deben actualizar su inserción en él , pues ésta no es única y para toda la existencia, sino que es dinámica, cambiante a partir de este nuevo “otro” que modifica mi espacialidad y mi temporalidad.
Pues hablar de ser es hablar de ser-en-el-mundo y hablar de sí mismo siempre será hablar de una existencia en relación con otra, es hablar de CO - EXISTENCIA .
El sí mismo es la auténtica modalidad del ser para la co-existencia.
Co-existir no es sólo existir con el otro sino SER- PARA.
El yo y el tú no sólo están en relación sino que se produce un intercambio.
Para Binswanger, lo auténtico del ser-en-el-mundo es ser con, hacia y para el otro.
La coexistencia es auténtica por ser para alguien. La modalidad de los seres que co-existen se expresa en el modo dual de ser recíproco, de ser-juntos-en-el-amor, el que puede darse en una pareja, en una relación de amigos, o en un vínculo entre padres e hijos.
Cada uno de los integrantes de la relación dual tiene su propìo fluir vital hacia el devenir.
Cada integrante se complementa en el encontrar y encontrarse, en el comprender y comprenderse
y en el diálogo.
En la co-existencia amorosa se encuentra el sentido de la propia existencia, es decir que la modalidad amorosa sólo puede ser estudiada desde la posibilidad de co-existir. Implica el cuidado, la preocupación para que el otro sea.
El cuidado amoroso consiste en procurar que cada cual trascienda su propia existencia.
Desde el momento del encuentro, ya no puedo ser libre si el otro no lo es.
Mi existencia pone en acto su condición coexistencial.
En el momento del encuentro, yo le respondo al otro. La respuesta será plena si es un acto de libertad de la persona que responde.
El otro pide mi respuesta. Encontrándome con el otro me encuentro conmigo mismo, con lo que soy. Yo soy dando de mí. Lo primero que puedo dar es mi respuesta personal. Si no respondo, el encuentro no se produce. En este caso, si no respondo, habría un encuentro para mí, pues tengo la percepción del otro, pero no para el otro, a quien sólo le he dado silencio.
Esta es mi verdadera posibilidad de ser “entre”, es decir en el entre del Yo-Tú. Es en mi co.existir en el que cobra sentido mi existencia y la existencia del otro.
Si soy madre y despliego mis posibilidades de ser, seré madre y permitiré ser a mi hija. Ambas nos encontraremos en un movimiento prospectivo y concordante.
¿Qué sucedería, entonces en la relación entre una hija y una madre si en lugar de este encuentro amoroso, este ser-juntos –en-libertad, se suscita un desencuentro?
El desencuentro surge ante la negación de las condiciones de posibilidad del encuentro, es decir : no poder cuidar al otro, no hallar una coexistencia auténtica, no coexistir en libertad, no poder dialogar, no comprender ni comprenderse
Cuando se instala el desencuentro, se produce la distancia, la separación, la desconsideración.
La existencia se aleja de su posibilidad de ser auténtica, queda anclada en un presente, sin poder futurizar.
Existe una acentuación del yo-mismo como egoísmo, por lo que habrá una insistencia exagerada de los propios intereses, sin tener en cuenta al otro.
Pueden aparecer conductas competitivas, que enfrentarían a madres e hijas. Se pone el acento en el “tener” en detrimento del “ser”. En el mundo del desencuentro se puede llegar a ser agresivo con el otro, el vínculo amoroso puede transformarse en odio, resentimiento, envidia, celos, rivalidad.
Es un mundo del ser individualista, en el que el ser está imposibilitado de constituirse en un ser para otro, quedando atrapado en una singularidad aislada.
Como terapeutas existenciales nos encontramos en muchas oportunidades ante la situación de desencuentro entre madres e hijas.
Nos cuestionamos acerca de cómo intervenir para restituir la posibilidad de encuentro en una relación perturbada entre una madre y una hija, sea que nuestra paciente sea la madre, la hija o ambas.
Uno de los prejuicios más frecuentes es intentar descubrir “causas” o “culpables” en esta situación.
Más de una vez nos hemos sorprendido de escuchar cómo se compadece tanto a la madre como a la hija en términos de: “pobre esa chica con la madre tan absorbente, o autoritaria, o sobreprotectora, o abandónica”, o en el caso de la madre: hasta se han escrito libros para las pobres madres de hijas adolescentes, que son demandantes, arbitrarias, injustas. No desconocemos el hecho de que actualmente la adolescencia comienza cada vez más tempranamente, alrededor de los 10 años para finalizar en muchos casos cerca de los 30 años. con lo que las pobres madres y también las pobres hijas tienen justificado su malestar y por supuesto este desencuentro que parece tornarse insalvable.
Esta manera de abordar la situación se está transformando en una especie de mito que como tal funciona como un modo de generalización del problema.
Estos mitos no nos conducen a la superación del desencuentro, sino muy por el contrario, estarían contribuyendo a tomar como natural o “normal” conductas que podrían modificarse para llevar al vínculo a un nivel mucho más beneficioso tanto para las madres como para las hijas , repercutiendo asimismo en todo el entorno familiar y social.
En primer lugar vamos a puntualizar la idea de causa, como por ejemplo creer que la madre es la causante de que su hija no avance en el logro de determinados objetivos, o que no se desarrolle en ciertas áreas.
Ya mencioné anteriormente de qué modo interviene el referente de lo precedido en la estructura de cada existente.
Muchas veces surge la tendencia en los hijos a justificar su no-poder ser, o no poder-hacer poniendo en los padres en el lugar del que no permite.
Es en este punto en el que la hija necesita animarse a ser libre, pues este desencuentro está obstaculizando su verdadera posibilidad de elegir y ser. Si encuentro es diálogo, es escucharse, es pedir, es aceptar, la intencionalidad de la hija debe estar dirigida a salir del antagonismo, de la desconfianza para crecer y animarse a ser.
Desde el lugar de la madre, insistir en que su hija cambie en el sentido que ella le da a su propia existencia es negar que su hija es otro ser humano, otra existencia, diferente en muchos aspectos, pero capaz de hallar sus propias significaciones que la conducirán a la concreción de su proyecto. En esta aceptación deberá poner en juego el respeto y la confianza que su hija necesita para elegir en libertad.
Perseverar en la búsqueda de causas sería continuar con una mirada puesta en el pasado. Es desconocer la diversidad. Es alejarse del proyecto. Es no poder avanzar. Es quedarse en lo ya dado. Es permanecer en el no-ser
En todo evento interviene una génesis de sentido y no una causalidad.
Responde a una organización y estructuración de la personalidad de acuerdo a los “juegos de posibilidades”. Frente a cada hecho o a cada evento, existe la posibilidad de elegir un camino u otro.
En segundo lugar, mencionaré como contraproducente el hecho frecuente de buscar culpables, víctimas o victimarios en la relación.
No hablamos de culpa, sino de responsabilidad.
Si creyéramos que el ser humano es víctima de los acontecimientos, estaríamos negando la auténtica posibilidad del hombre de ser libre con responsabilidad por lo que ha elegido. Todo lo que es capaz de hacer el ser humano siempre estará embargado ya sea por lo que hace como por lo que no hace.
Por este motivo es que desentrañar el sentido del desencuentro, también nos lleva a comprender que esas conductas que alejan a madres de hijas, no son sino las expresión de un desencuentro consigo mismas, de un alejamiento de sus propias posibilidades de ser sí-mismas, auténticamente, con responsabilidad y cuidado del otro y de sí mismas.
Es en el mundo propio, en el sentido de sus existencias, que se dificulta la capacidad de trascender el momento presente, de visualizar el futuro.
Sólo la búsqueda del sentido de sus propias existencias, devenidas en co-existencias les permitirá restituir el vínculo amoroso, lo que cada una es capaz de dar para la otra y para sí misma.
Si como co-existencia, la madre y la hija despliegan su posibilidad de ser libres, no es una ni la otra que le “darán libertad” a la otra sino que cada una podrá dar sentido a su libertad a partir de sus propias acciones.
De esta manera, cuando una madre logra vincularse con su hija en el sentido del cuidado y de la responsabilidad, estará aproximándose a ella, es decir, estará más próxima, su hija podrá contar con ella. Ella podrá contar con su hija. Y juntas podrán transitar por senderos de respeto y de crecimiento mutuo
Lic. Teresa R. Glikin
BIBLIOGRAFIA
Buber, Martín . Yo y Tú
Glikin, Teresa : La nostridad
Lain Entralgo, Pedro: Teoría y Realidad del Otro
Rispo, Pablo: Por las Ramas de la Existencia
Rispo, Pablo : El sentido para Ludwig Binswanger y Víctor Frankl
Rispo, Pablo y Signorelli, Susana: La Terapia Existencial
Se tienen en cuenta los sentimientos antagónicos: amor-odio, aceptación.- rechazo, acercamiento-alejamiento, todos movimientos que denotan ambivalencia, en una relación fuertemente influenciada por los diferentes momentos de la vida en la que se encuentran cada uno de los miembros de la díada.
Desde el punto de vista fenomenológico-.existencial, ese antagonismo lo analizaremos en función del encuentro o el desencuentro que se genera en el “entre” de la relación madre-hija.
¿Por qué elegir este vínculo en especial?
Justamente porque es un vínculo especial, que interviene significativamente en la organización del mundo afectivo de la hija, como modelo estructurante y como sentido de su ser mujer, tomado desde el polo de la hija, así como también desde la madre, el modo en que se comunica y relaciona con su hija le otorga sentido a su rol de madre y de mujer dadora
Como explica el Dr. Rispo en su libro Las Ramas de la Existencia, refiriéndose a Husserl:
Todo el recorrido de la estructuración del ser será participativamente emocional y a través de la modalidad del vivenciar, será el camino para individualizar las conexiones de significado y sentido.
En cada estructuración propia se darán determinadas vivencias y no otras, y las que aparecen siempre responderán a la estructura de figura y fondo y a los nexos de significación y sentido.
Cuando puede ser descripta y comprendida con otro ser humano, aquí lo co-vivenciado es en el “entre nosotros.”
Pero hay que tener en cuenta que toda relación interpersonal tiene un sentido organizativo y constitutivo que es siempre cambiante.
Toda la historia de la humanidad es un contínuo actuar interpersonal, por lo tanto la historia personal de cada ser humano es parte de esa historia pre-existente.
Cuando hablamos de SENTIDO, aludimos a los conceptos de Binswanger para quien el sentido cobra la significación de intencionalidad de conciencia. El fin de la conciencia intencional implica un” para qué “, una dirección orientada hacia, siempre hacia los otros, hacia mi futuro, hacia mi proyecto.
El sentido que podamos dar a nuestra existencia parte de una co-existencia posible que se va desplegando.
Todas las instancias de los mundos “precedidos” dan lugar a las experiencias personales, a las creencias, a determinados referentes bio-psico-sociales que hacen parte constitutiva del proyecto que se pone en práctica en el respectivo accionar –en-el-mundo.
Todo ser humano cae al mundo para habitarlo, pero ya desde su nacimiento, o antes de nacer, participa del mundo de una manera natural, emocional, intuitiva.
El mundo precedido a la propia existencia (Vorwelt) adquiere el sentido organizador y formador de la propia manera de actuar en el mundo.
Los padres, la historia, lo social, formarían parte de lo precedido en cada ser humano .Por tal motivo es que tomamos en cuenta este concepto para entender que todos participamos de un mundo anterior a nuestra existencia que nos sirve de referente y nos sitúa
Pero el en-sí de lo familiar, o lo social no debe ser considerado como causa o motivo para una particular modalidad de ser-en-el-mundo. Lo que cada ser humano dispone al nacer son las infinitas posibilidades de ser y que se ponen de manifiesto en el accionar, en la estructura espacio-temporal que va deviniendo como expresión de un proyecto y sentido de la propia existencia y de la co-existencia.
Además del mundo precedido ( Vorwelt), Binswanger hace referencia a otra realidad que le es impuesta al hombre, que no elige, que le es dada. Nos referimos al Lebenswelt
Todos los eventos, las facticidades que se sucederán en el devenir espacio-temporal de cualquier existencia, los acontecimientos a los cuales el ser humano se une en las relaciones vinculares, parten de ese origen primario del mundo natural, vital (Lebenswelt), lo que termina siendo su propia posibilidad de ser sujetidad para trascender.
La Lebenswelt no es otra cosa que la condición vital, la materialidad, el cuerpo mismo con el que llegamos al mundo. Se fundamenta en un mundo real, que se va constituyendo en valores que se van creando sucesivamente en el transcurso espacio-temporal de un individuo, de una familia, de un pueblo o de una nación.
El valor LIBERTAD, por ejemplo, ya desde el nacer, se encuentra como la impronta de la propia posibilidad de ser libre tanto en la misma intimidad como con respecto a la intimidad ajena.
También la familia en la que le tocó nacer a cada hijo habla de una facticidad. No elijo la familia, ni la nación para nacer. Esto es lo dado. Sin embargo está en cada hijo/a y en cada madre,el ir organizando el mundo interpersonal, ir definiendo una particularidad de ser-en-el-mundo, una co-existencia.en el sentido de la autenticidad o inautenticidad , del encuentro o del desencuentro
En este marco que nos brinda la fenomenología estamos ubicando la relación entre madre e hija como una relación interpersonal, en la que intervienen los conceptos de figura y fondo significando que el panorama puede ser el mismo, pero todo dependerá del modo particular de vivenciar de cada una de ellas: madre e hija.
Es decir que más allá de la intencionalidad de la madre en el sentido de orientar a su hija hacia un determinado rumbo, habrá un ser que realizará su propia lectura de la situación e irá significando su mundo.
Este es el interjuego necesario. Es el camino para transitar y llegar a ser sí mismo, es una sólida organización estructurada en el vínculo amoroso, en la relación yo-tú, cuya calidad afectiva se sustenta en la recíproca expresión de intimidades disponibles para el otro, en la preocupación y en el cuidado. Sólo así, la estructura del ser-para-el-otro hará que el Eigenwelt pueda ser en sí mismo trascendente.
La emoción y las vivencias organizan y estructuran el ser.
Los actos expresivos del ser deben ser actuales y actualizados de acuerdo con cada situación. La actualidad estará referida a la expresión del horizonte del futuro, es decir a través de un proyecto, de mi posibilidad de futurizar, de anticiparme, pero se hace presente en el “entre”, es decir en la relación actual con el otro.
Al decir de Rispo, esta modalidad de futurizar es crear las condiciones para el hallazgo del otro, la comprensión del mismo y la creación de un mundo dialogante.
El mundo responde adecuadamente, sitúa al propio ser en un espacio y en un tiempo, que es el aspecto del propio ser, pero a la vez confirma el aspecto de ser otro para otro, como se materializa por ejemplo en la relación diádica que nos ocupa, tanto madre-hija como hija-madre.
Enfatizamos lo dialéctico del vínculo, pues en la díada, las dos integrantes organizan y estructuran su mundo y deben actualizar su inserción en él , pues ésta no es única y para toda la existencia, sino que es dinámica, cambiante a partir de este nuevo “otro” que modifica mi espacialidad y mi temporalidad.
Pues hablar de ser es hablar de ser-en-el-mundo y hablar de sí mismo siempre será hablar de una existencia en relación con otra, es hablar de CO - EXISTENCIA .
El sí mismo es la auténtica modalidad del ser para la co-existencia.
Co-existir no es sólo existir con el otro sino SER- PARA.
El yo y el tú no sólo están en relación sino que se produce un intercambio.
Para Binswanger, lo auténtico del ser-en-el-mundo es ser con, hacia y para el otro.
La coexistencia es auténtica por ser para alguien. La modalidad de los seres que co-existen se expresa en el modo dual de ser recíproco, de ser-juntos-en-el-amor, el que puede darse en una pareja, en una relación de amigos, o en un vínculo entre padres e hijos.
Cada uno de los integrantes de la relación dual tiene su propìo fluir vital hacia el devenir.
Cada integrante se complementa en el encontrar y encontrarse, en el comprender y comprenderse
y en el diálogo.
En la co-existencia amorosa se encuentra el sentido de la propia existencia, es decir que la modalidad amorosa sólo puede ser estudiada desde la posibilidad de co-existir. Implica el cuidado, la preocupación para que el otro sea.
El cuidado amoroso consiste en procurar que cada cual trascienda su propia existencia.
Desde el momento del encuentro, ya no puedo ser libre si el otro no lo es.
Mi existencia pone en acto su condición coexistencial.
En el momento del encuentro, yo le respondo al otro. La respuesta será plena si es un acto de libertad de la persona que responde.
El otro pide mi respuesta. Encontrándome con el otro me encuentro conmigo mismo, con lo que soy. Yo soy dando de mí. Lo primero que puedo dar es mi respuesta personal. Si no respondo, el encuentro no se produce. En este caso, si no respondo, habría un encuentro para mí, pues tengo la percepción del otro, pero no para el otro, a quien sólo le he dado silencio.
Esta es mi verdadera posibilidad de ser “entre”, es decir en el entre del Yo-Tú. Es en mi co.existir en el que cobra sentido mi existencia y la existencia del otro.
Si soy madre y despliego mis posibilidades de ser, seré madre y permitiré ser a mi hija. Ambas nos encontraremos en un movimiento prospectivo y concordante.
¿Qué sucedería, entonces en la relación entre una hija y una madre si en lugar de este encuentro amoroso, este ser-juntos –en-libertad, se suscita un desencuentro?
El desencuentro surge ante la negación de las condiciones de posibilidad del encuentro, es decir : no poder cuidar al otro, no hallar una coexistencia auténtica, no coexistir en libertad, no poder dialogar, no comprender ni comprenderse
Cuando se instala el desencuentro, se produce la distancia, la separación, la desconsideración.
La existencia se aleja de su posibilidad de ser auténtica, queda anclada en un presente, sin poder futurizar.
Existe una acentuación del yo-mismo como egoísmo, por lo que habrá una insistencia exagerada de los propios intereses, sin tener en cuenta al otro.
Pueden aparecer conductas competitivas, que enfrentarían a madres e hijas. Se pone el acento en el “tener” en detrimento del “ser”. En el mundo del desencuentro se puede llegar a ser agresivo con el otro, el vínculo amoroso puede transformarse en odio, resentimiento, envidia, celos, rivalidad.
Es un mundo del ser individualista, en el que el ser está imposibilitado de constituirse en un ser para otro, quedando atrapado en una singularidad aislada.
Como terapeutas existenciales nos encontramos en muchas oportunidades ante la situación de desencuentro entre madres e hijas.
Nos cuestionamos acerca de cómo intervenir para restituir la posibilidad de encuentro en una relación perturbada entre una madre y una hija, sea que nuestra paciente sea la madre, la hija o ambas.
Uno de los prejuicios más frecuentes es intentar descubrir “causas” o “culpables” en esta situación.
Más de una vez nos hemos sorprendido de escuchar cómo se compadece tanto a la madre como a la hija en términos de: “pobre esa chica con la madre tan absorbente, o autoritaria, o sobreprotectora, o abandónica”, o en el caso de la madre: hasta se han escrito libros para las pobres madres de hijas adolescentes, que son demandantes, arbitrarias, injustas. No desconocemos el hecho de que actualmente la adolescencia comienza cada vez más tempranamente, alrededor de los 10 años para finalizar en muchos casos cerca de los 30 años. con lo que las pobres madres y también las pobres hijas tienen justificado su malestar y por supuesto este desencuentro que parece tornarse insalvable.
Esta manera de abordar la situación se está transformando en una especie de mito que como tal funciona como un modo de generalización del problema.
Estos mitos no nos conducen a la superación del desencuentro, sino muy por el contrario, estarían contribuyendo a tomar como natural o “normal” conductas que podrían modificarse para llevar al vínculo a un nivel mucho más beneficioso tanto para las madres como para las hijas , repercutiendo asimismo en todo el entorno familiar y social.
En primer lugar vamos a puntualizar la idea de causa, como por ejemplo creer que la madre es la causante de que su hija no avance en el logro de determinados objetivos, o que no se desarrolle en ciertas áreas.
Ya mencioné anteriormente de qué modo interviene el referente de lo precedido en la estructura de cada existente.
Muchas veces surge la tendencia en los hijos a justificar su no-poder ser, o no poder-hacer poniendo en los padres en el lugar del que no permite.
Es en este punto en el que la hija necesita animarse a ser libre, pues este desencuentro está obstaculizando su verdadera posibilidad de elegir y ser. Si encuentro es diálogo, es escucharse, es pedir, es aceptar, la intencionalidad de la hija debe estar dirigida a salir del antagonismo, de la desconfianza para crecer y animarse a ser.
Desde el lugar de la madre, insistir en que su hija cambie en el sentido que ella le da a su propia existencia es negar que su hija es otro ser humano, otra existencia, diferente en muchos aspectos, pero capaz de hallar sus propias significaciones que la conducirán a la concreción de su proyecto. En esta aceptación deberá poner en juego el respeto y la confianza que su hija necesita para elegir en libertad.
Perseverar en la búsqueda de causas sería continuar con una mirada puesta en el pasado. Es desconocer la diversidad. Es alejarse del proyecto. Es no poder avanzar. Es quedarse en lo ya dado. Es permanecer en el no-ser
En todo evento interviene una génesis de sentido y no una causalidad.
Responde a una organización y estructuración de la personalidad de acuerdo a los “juegos de posibilidades”. Frente a cada hecho o a cada evento, existe la posibilidad de elegir un camino u otro.
En segundo lugar, mencionaré como contraproducente el hecho frecuente de buscar culpables, víctimas o victimarios en la relación.
No hablamos de culpa, sino de responsabilidad.
Si creyéramos que el ser humano es víctima de los acontecimientos, estaríamos negando la auténtica posibilidad del hombre de ser libre con responsabilidad por lo que ha elegido. Todo lo que es capaz de hacer el ser humano siempre estará embargado ya sea por lo que hace como por lo que no hace.
Por este motivo es que desentrañar el sentido del desencuentro, también nos lleva a comprender que esas conductas que alejan a madres de hijas, no son sino las expresión de un desencuentro consigo mismas, de un alejamiento de sus propias posibilidades de ser sí-mismas, auténticamente, con responsabilidad y cuidado del otro y de sí mismas.
Es en el mundo propio, en el sentido de sus existencias, que se dificulta la capacidad de trascender el momento presente, de visualizar el futuro.
Sólo la búsqueda del sentido de sus propias existencias, devenidas en co-existencias les permitirá restituir el vínculo amoroso, lo que cada una es capaz de dar para la otra y para sí misma.
Si como co-existencia, la madre y la hija despliegan su posibilidad de ser libres, no es una ni la otra que le “darán libertad” a la otra sino que cada una podrá dar sentido a su libertad a partir de sus propias acciones.
De esta manera, cuando una madre logra vincularse con su hija en el sentido del cuidado y de la responsabilidad, estará aproximándose a ella, es decir, estará más próxima, su hija podrá contar con ella. Ella podrá contar con su hija. Y juntas podrán transitar por senderos de respeto y de crecimiento mutuo
Lic. Teresa R. Glikin
BIBLIOGRAFIA
Buber, Martín . Yo y Tú
Glikin, Teresa : La nostridad
Lain Entralgo, Pedro: Teoría y Realidad del Otro
Rispo, Pablo: Por las Ramas de la Existencia
Rispo, Pablo : El sentido para Ludwig Binswanger y Víctor Frankl
Rispo, Pablo y Signorelli, Susana: La Terapia Existencial
Terapia a puertas abiertas por la Lic. Susana C. Signorelli
16:26 | Publicado por
Gaby |
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Terapia a “puertas abiertas”
Hace ya muchos años, cuando era estudiante en la escuela secundaria, mi proyecto estaba orientado a ayudar a los demás, pero me preguntaba cómo hacerlo, desde mis lecturas, me orienté hacia la Psicología y allá fui, a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Bs. As., donde en aquel tiempo se estudiaba la carrera de Psicología. En ese entonces me apasionaba la clínica. Siendo estudiante comencé a concurrir al Hospital “Prof. Dr. Luis Güemes”, invitada por el Prof. Dr. Pablo Rispo y empecé a percibir que con mi accionar era poco lo que podría hacer, para mis fantasías juveniles de “salvar a la humanidad”. (1)
Ya desde aquel momento sospechaba que el compromiso del terapeuta abarcaba algo más que estudiar para luego esperar a que alguien concurriera a la consulta. Lo vislumbraba como un largo camino que debía recorrer el paciente en busca de ayuda hasta llegar a un terapeuta, un largo camino de sufrimiento. Y por el lado del terapeuta, también debía esperar, en primer término, a que una persona entrara en crisis o enfermara y segundo, que decidiera solicitar una entrevista, recién ahí podría hacer algo, ya sea en forma individual o grupal, y esto último ya era abarcar más posibilidades.
Siendo aún estudiante, creía que la posición que más me representaba era aquella que respondía a mi propio sentir, la posición existencial y digo expresamente posición porque es una postura frente a la vida, es una visión de mundo que implica el compromiso pleno con el otro, en este caso, con el sufriente, no ya de una patología particular, sino sufriente porque sufrir le atañe a todos los seres humanos, como también la cuestión de preguntarse por su ser y por el sentido de la propia existencia. Este tener que ser al que obliga el hecho de ser arrojados al mundo implica un compromiso consigo mismo y con los demás.
Si como existente soy un ser-en-el-mundo, que trasciende su propio ser y su propio mundo en una misma acción, ya que ser y mundo son inseparables, si para realizarme como tal, en mi accionar, entrelazo mi existencia con otra existencia, para ser y hacer juntos en el amor, como terapeuta debía encontrar la forma de llevar a la práctica tal manera de concebir el mundo. Esto se transformó en una búsqueda incesante, hasta hoy día, pienso que los caminos para llegar al otro y cuidar de él, pueden ser múltiples, incluso ir creándolos en el propio transcurrir de la terapia, para así, juntos, ir abriendo nuevos rumbos al coexistir, facilitando de este modo, el despliegue de las potencialidades que permanecían en las penumbras.
Comencé a cuestionarme desde lo más básico: la relación terapéutica misma, punto de partida de todo lo que luego vendrá, cómo es esta relación tan particular, qué alcances tiene, cómo llegar a la intimidad del otro, etc. Emilio Romero considera “la psicoterapia como una forma privilegiada de encuentro interpersonal y como una forma de ayuda”. La considera privilegiada porque “el espacio psicoterapéutico es el único lugar donde la persona, necesitada de ayuda, puede ser verdadera, sin necesidad de cubrimientos falsos, como habitualmente se presenta en sociedad”. Y esta invitación a la desnudez de su intimidad se la formula el terapeuta con su actitud, dándole el tiempo necesario para confiar en esa nueva relación, ya que “viene acostumbrado a cubrirse y a no confiar sus “debilidades” más profundas” a los demás.
El término psicoterapia al que estamos acostumbrados a designar a este quehacer para alcanzar la “salud mental”, nos muestra, incluso este último término (salud mental), que son dicotómicos. Psicoterapia es terapia de la psique, con lo cual omitimos el cuerpo, aparentemente de forma deliberada y por salud mental hacemos referencia a un tipo particular de salud, diferente a la del cuerpo, escindida de él. Nuevamente tenemos dividido al ser en mente – cuerpo. Sin embargo, cuando un paciente, viene a consulta, viene con todo su ser, con toda su salud y enfermedad, y como tal tendremos que acercarnos a él, a la intimidad de su ser que se manifiesta en una presencia corpórea y donde se va gestando un vínculo afectivo en el transcurrir temporal de esos encuentros. Por lo dicho, prefiero utilizar el término terapia para designar este camino en procura de la cura y aquí cura no está tomado como el logro de alcanzar la salud a partir de la enfermedad, o dicho de otra manera quien logra la cura logra la salud y se aleja de la enfermedad, sino cura como cuidado del ser.
Toda persona que se acerca y busca un vínculo terapéutico no siempre está enferma, puede atravesar una crisis existencial y entonces no hallará la salud como paradigma de esa búsqueda sino un encuentro humano facilitador del despliegue y descubrimiento de su ser, y para quien la terapia como instrumento para alcanzar la salud mental, no tendría sentido.
La vía regia de acceso al ser del otro es la afectividad que se hace cuerpo presente en el encuentro con el otro. El eros terapéutico, es un eros a mitad de camino entre el amor incondicional, expresado por C. A. Seguín como el materno y el condicional que según el mismo autor es el paterno. Es incondicional por cuanto te acepto y te quiero por ser quien eres pero también es condicional porque espero de vos que cumplas con tu propio ser ya que ese es mi propio llamado a ser. El terapeuta tiene que tener en cuenta que en este camino vamos juntos porque la terapia está dirigida a ser con el otro, hacia el otro y para el otro.
Veíamos recién que entre estos seres se establece una relación a la cual llamamos relación terapéutica y si hablamos de relación por lo menos tiene que haber dos personas, una a la que llamamos terapeuta, y no ya psicoterapeuta y otra a la cual llamamos paciente, aunque también aquí debemos cuestionarnos si siempre lo es y con qué sentido lo designamos así. También aquí podemos advertir que si hay por lo menos dos personas, la terapia no puede ser nunca individual, a lo sumo será personal o bipersonal, veremos esto más adelante. Tratando de esclarecer este vínculo tan particular decíamos que estaba a mitad de camino entre el eros materno y el eros paterno, tampoco sería el modo dual en su faz de amistad o de relación amorosa al estilo de Binswanger, tampoco es una relación médico-paciente típica, como bien lo señala Romero, ya que el médico tiene como objetivo curar un cuerpo enfermo y no muchas veces necesita conocer a la persona enferma y así la dicotomiza y la objetiva, se dedica al dolor, no al sufrimiento, como si pudieran ir separados, el médico se permite una “acción objetiva y técnica”, pero el terapeuta se dirige especialmente a la intimidad, entonces ¿de qué objetividad y técnica podemos estar hablando? El médico puede no sentir afecto por este paciente determinado y hasta ni conocer su nombre, especialmente el cirujano o el médico de terapia intensiva, sólo siente un afecto genérico por la humanidad misma pero no está involucrado con el ser de la persona, el terapeuta necesariamente debe involucrarse en los insoldables vericuetos de la profundidad del ser.
Algunas corrientes terapéuticas, al paciente lo llaman cliente, expresión que no comparto ya que se asemeja a una situación mercantilista, que tomamos del mundo de la economía. Para el clientelismo, hay oferta y demanda, pero si el paciente fuera un cliente querría decir que el terapeuta es un vendedor y vendedor de qué, ¿acaso de salud mental? ¿Puede un terapeuta decir que vende salud mental? ¿Oferta salud mental ante la demanda de un paciente? Me complace más el término que usa Romero, para quien el paciente es un “coagente”, porque es agente activo de su cura, de su cuidado, resaltando así el carácter de no pasivo que pudiera caberle a la palabra paciente. Sin embargo, prefiero el término paciente y no por el aspecto de pasivo sino de padeciente, de ser un ser que sufre y no paciente como enfermo, ya que como dijimos antes, quien consulta no siempre está enfermo ni responde a lo que designan los números y letras del DSM IV.
¿Pero cómo encuadramos la relación terapéutica en una relación de afecto si esta relación parte de una especie de “contrato” ya que el paciente o padeciente o coagente o sufriente o persona, paga por la consulta o sesión de terapia con el terapeuta, con roles y jerarquías establecidas de antemano? De ahí que, como el paciente paga por un “servicio” se lo podría llamar cliente.
También se lo podría llamar consultante, porque puede concurrir a una consulta psicológica. Se lo podría llamar enfermo porque puede padecer una patología psicológica, pero parece ser que este término “relación psicoterapeuta-enfermo” mucho no gusta a los profesionales del mundo “psi”. Hasta ahora parece que la tradición heredada del quehacer médico consensuó en llamar a este vínculo, relación médico-paciente y nosotros, los trabajadores del mundo “psi”, la llamamos “relación psicoterapeuta-paciente” o “terapeuta-paciente” para abreviar y no por el sentido de no dicotomizar al ser. Acá también deberíamos preguntarnos si somos trabajadores o estamos más cerca de los chamanes, dada nuestra cercanía con el mundo mágico afectivo y por el aspecto de arte que tiene la terapia.
Cabe también cuestionarnos cómo llamar a este encuentro donde discurre la relación, tradicionalmente la designamos como “sesión” pero bien podríamos aceptar el término de reunión terapéutica, acuñado por Pablo Rispo.
Evidentemente esta relación necesita de una formalidad, honorarios, lugar, días y horas para el encuentro, pero todo esto es secundario, al igual que las jerarquías y roles preestablecidos, se trata de un encuentro humano donde no hay jerarquías, se igualan como posibilidades de ser y lo que lo llevará hacia la cura será la relación terapéutica misma cuando ésta está basada en la autenticidad de ambos. Es un ser humano que se encuentra con otro ser humano.
El terapeuta es un experto en salud mental y en enfermedad mental y al mismo tiempo no lo es aunque tenga esos conocimientos, es un experto en técnicas y diagnósticos, y al mismo tiempo no lo es, aunque conozca sobre el tema y las utilice, además para qué un terapeuta querría conocer todo esto y para qué le serviría frente a alguien que consulta por una crisis de identidad, por una crisis de valores, por una crisis a la que fue llevado por el desempleo, etc. El terapeuta es una persona que tendrá que recurrir a la propia creatividad y no a modelos establecidos de cómo hacer terapia, ya que ningún manual le enseñará a ser un coexistente, el terapeuta es alguien que se ofrece como posibilitador de lo que el consultante desea encontrar y que ya está en él, pero tal vez de forma inadvertida, necesita un ser que lo comprenda y lo quiera, y ese es el terreno nuevo por el que se animará a transitar, el de la afectividad, que después de todo es por lo cual padece y consulta.
Cada encuentro es único y particular, por eso no hay recetas a aplicar, es como un artista frente a su obra, saber mucho de gramática no hace a nadie escritor, saber mucho de teorías de las formas y el color no hace a nadie pintor, saber mucho de teorías psicológicas no hace a nadie terapeuta. Saber es necesario pero no suficiente, los terapeutas cabalgamos entre la ciencia y el arte, nada más preciso que aquí para referirnos a la tan famosa frase del “arte de curar”. Muchos noveles terapeutas se sentirán decepcionados ante esta aseveración, se sentirán perdidos al no saber de antemano qué camino tomar, simplemente los invito a que sean ustedes mismos.
En la relación terapéutica de encuentro, ambos tienen la necesidad de que el otro sea, pero también ambos saben que algún día, sus existencias correrán por caminos diferentes pero sabiendo que cumplieron auténticamente con su proyecto. Esta no es sólo la labor del terapeuta hacia el paciente, iluminarlo en su camino de libertad, sino que el terapeuta mismo ve cumplir su proyecto y su sentido en la realización plena de las posibilidades reales de quien un día se acercó a él para que lo ayude. Ambos son seres que se transforman en el transcurrir de cada encuentro, van moldeando sus existencias, tal vez, uno con mayor conocimiento de sí mismo y de sus vínculos, que aporta al otro su presencia para permitir con el diálogo creativo, el surgimiento de nuevas perspectivas, en un verdadero proceso revolucionario.
Cuando un paciente concurre a terapia se abre un horizonte indeterminado pero que contiene un sentido previo que va despejando la ambigüedad del comienzo y cuyo punto de partida es la presencia.
La génesis del sentido según Husserl “se instaura en forma originaria en una conciencia de un mundo vivido que tiene su historia y una prehistoria. La vida (vivenciada) que emerge es historia sedimentada, con carácter dinámico y posibilidad de reorientar su curso, cuyo objeto o sentido son intenciones en apercepciones”. Y este será el compromiso terapéutico, nada está dado de antemano, como teoría que sustente mi accionar, sino que este carácter dinámico y re-orientador lo posibilita lo creativo del encuentro y será poder saltar a lo nuevo, a lo desconocido, para irrumpir en la conciencia del otro y sorprenderlo con la aparición de lo novedoso, para que sus respuestas aprendidas a mantener el fluir temporal como una igualdad fija, se rompa y tenga que necesariamente crear una nueva respuesta que seguramente será vivida como riesgo ya que tomar decisiones significa arriesgarse, es estar en disposición de salir fuera y esto es válido tanto para el paciente como para el terapeuta.
Una vez definida la relación, debemos incursionar en cómo llevar adelante este vínculo con la finalidad de alcanzar el objetivo común de lograr desarrollar el ser de quien nos consulta. Pensaba, que elegirme como terapeuta debía implicar algo más que cuidar al otro, elegirme como cuidadora del otro era también cuidar mi propio ser y de esta manera la terapia no podía quedar encerrada en las cuatro paredes de un consultorio. Si la existencia es un “puertas abiertas” al devenir, un ir siendo que se despliega permanentemente, en el espacio-tiempo de nuestra facticidad, el terapeuta, no podía quedarse encerrado en ese espacio del consultorio, tenía un compromiso mucho más allá de ese habitáculo.
Así como la existencia es un puertas abiertas, para la misma clínica, debía darse una situación semejante, de puertas abiertas que por un lado significan que el otro (paciente) es otro como yo (terapeuta) pero a su vez, lo que nos asemeja por ser humanos es lo que nos diferencia por ser únicos e irrepetibles, que nos encontramos en este recorte de nuestras vidas, en la cual tratamos, uno y otro de darle sentido a nuestras existencias individuales, para la realización y trascendencia de ambos, que deviene en coexistencia, ya que un paciente que descubre su sentido y lo despliega, realiza el sentido del terapeuta que es ayudarle a encontrar su sentido. Entonces ambos salen modificados por esa relación.
Y por otro lado, las puertas abiertas de ese encuentro, son literalmente abiertas ya que la relación terapéutica no tiene porque circunscribirse al consultorio ni al habla misma, ya que la palabra no es el único modo que tenemos para comunicarnos, puede ser en cualquier espacio si fuera necesario, como me ocurrió con una paciente de 14 años con fobia a la calle, que buena parte de su terapia consistió en salidas por la calle que rápidamente resolvió en el mismo contexto de su problema, se podría objetar que sólo resolvió lo sintomático y no lo profundo o lo estructural, pero a los 14 años recién está en la génesis de su personalidad y de su modalidad de ser, este acontecer de la fobia, era tal vez el comienzo de una existencia demorada en los términos de Pablo Rispo y acompañarla en sus temores a crecer, significó que pudiera dar el salto, salir de lo familiar, umwelt, (Heidegger), de las facticidades del en sí, (Sartre), y saltar a la otridad que la pudiera contener para que su existencia retomara el rumbo hasta ahora temido y esto puede significar para sus escasos años un aprendizaje para la resolución de futuros problemas y aconteceres de su existencia. Con lo expresado, algunos psicoterapeutas me podrán objetar que salir del “encuadre” rompe la relación psicoterapéutica. Simplemente diré que no rompe nada, ya que ninguna de las dos dejó de ser lo que era para ese encuentro existencial y las dos dejamos de ser lo que éramos en la medida en que se iha dando el encuentro. Es el ser quien deja irse al no ser. El enfrentarse a sus miedos en un contexto de seguridad afectiva, le permite resilientemente, recurrir a sus aspectos sanos y constituirse en ellos como un nuevo ser. Ninguna de las dos dejó de ser quienes éramos, en este caso, yo terapeuta y ella paciente, pero ambas nos transformamos, ella dejó de tener miedo y yo vi cumplido mi sentido.
Volviendo a las “puertas abiertas” el terapeuta puede utilizar todos los recursos a su alcance para conocer el mundo del paciente, ya sea viendo las creaciones de pacientes artistas, si lo fueran, o mostrando su historia en fotos o dando mensajes a través de elecciones musicales, o trayendo su producción escrita, o compartiendo acontecimientos de sus vidas como exposiciones, conciertos, casamientos, etc. y no por eso pierde su condición de tal. También puede invitar a participar de la reunión (sesión) a otros seres de su vida cotidiana que sean significativos desde sus afectos, como la pareja, hijos, padres, etc. todos estos recursos pueden utilizarse tanto en la terapia personal y no individual, como algunos suelen llamarla, como si la persona hiciera terapia sola, como en la grupal y ahora la tecnología permite otros medios de comunicación como el correo electrónico, si fuera necesario, como me ocurrió con esta misma paciente a quien en ocasión de las fiestas le mandé un saludo por e-mail y me comentó sesiones más tarde lo importante que había sido para ella recibir ese mensaje, no era un dato más que le había solicitado en la entrevista inicial sino que esa herramienta que utilicé de modo nada ortodoxo, le facilitó darse cuenta que la tenía presente, que me acordaba de ella más allá de nuestros encuentros, siendo que una de sus quejas era que la madre no la escuchaba pero no porque no la oía, sino porque no le daba importancia a sus cuestiones.
Otro aporte de la tecnología son las cámaras fotográficas digitales que permiten jugar con la creatividad y verse de cuerpo entero o parcializado, permiten descubrir miradas, gestos, posturas, aspectos aceptados y rechazados de sí mismo. Permite analizar el cuerpo como umwelt pero también en las dimensiones del mitwelt y del eigenwelt.
Como el ser humano es siempre un coexistente que se realiza en vínculos múltiples, pensamos que la terapia de grupo es la que más se parece a la vida misma y no como ya dije, la mal llamada “individual”, que sólo afirma o fomenta un vínculo bipersonal, aunque indispensable para el descubrimiento de ciertos aspectos de la intimidad o eigenwelt, en cambio, la terapia de grupo existencial permite esa multiplicidad de miradas y compartires afectivos, en donde espontáneamente va surgiendo en el grupo la necesidad de reunirse más allá de la sesión grupal propiamente dicha y es así que también podemos compartir asados, festejos, reuniones, etc. La intimidad y la privacidad no se pierden en estos encuentros “extra terapéuticos”.
Los pacientes mismos encuentran la necesidad de reunirse (con y/o sin sus terapeutas) en lo que dieron en llamar la post-sesión, como una manera de continuar compartiendo sus experiencias de vida terapéutica, por ejemplo, tomando café en un bar.
Esta relación tan particular entre terapeutas y pacientes en la terapia de grupo existencial va dando lugar a otras perspectivas y visiones en el aquí, ahora y entre nosotros, disímiles a la terapia personal, al ser las relaciones múltiples, el ser tiene oportunidades de verse a sí mismo, diríamos, “en vivo y en directo” con los otros. Permite al paciente descubrirse a través de las miradas de los otros semejantes, en este covivenciar experiencias íntimas de vida. Y también le permite al terapeuta percibir el despliegue del paciente con los otros más allá de lo que dice con las palabras. Se establece un vínculo personal fuerte y de gran confianza.
Además si pensamos que el existente es un ser que deviene, que es un ser siendo, que es un ser espacio-temporal, ¿por qué la terapia tiene que darse en un contexto de quietud, donde ambos estén sentados, escritorio o no mediante y donde ese espacio está delimitado y el tiempo acotado a los minutos establecidos? Con esto no quiero decir que propongo una terapia caótica, sin marcos de referencia, pero sí, que tenga en cuenta estas limitaciones con el fin de superarlas cuando sea necesario.
Un recurso valioso para esto en las terapias grupales, son las dramatizaciones y la utilización de música y luces de colores que ambientan el espacio, que dan lugar a un espacio y a un tiempo especiales, que serán los facilitadotes del despliegue óntico del ser como espaciación y temporación. Entonces a pesar de ser el mismo espacio, no es el mismo espacio, a pesar de durar un tiempo cronológico determinado, es un tiempo que no se mide con las agujas del reloj, son un espacio y un tiempo humorados, que facilitan que el paciente exprese su mundo vivencial y covivencial y le permiten descubrir la génesis de sentido, necesaria para su propio cambio.
Además, en tanto existentes somos seres que anclamos en nuestra corporalidad, ¿por qué debemos huirle al cuerpo en la terapia?
Y no sólo el cuerpo sino cada existenciario debe poder ser considerado dentro de la terapia existencial: la afectividad, la autenticidad, la espontaneidad, la luminosidad, el movimiento, la creatividad, la temporalidad, la espacialidad, la libertad, y referirlas a los tres mundos, umwelt, mitwelt y eigenwelt.
Desde el umwelt tendremos en cuenta el éxtasis temporal: pasado, el cuerpo, como cuerpo que tengo, los acontecimientos, los accidentes, la particular circunstancia, los hábitos, la familiaridad, las facticidades.
Desde el mitwelt tendremos en cuenta el éxtasis temporal presente y futuro, el pasado aquí es un sólo un referente de la historia personal con los otros, el cuerpo como corporalidad para otro, el modo de ser-contra-el-otro y ser-para-otro, la coexistencia.
Desde el eigenwelt tendremos en cuenta especialmente el éxtasis temporal futuro y ante-futuro (P. Ricoeur) con el proyecto y sentido de la existencia, el cuerpo como corporalidad o cuerpo que soy, el modo individual o personal en disponibilidad, la trascendencia.
Las dramatizaciones propuestas son expresadas en base a improvisaciones sin indicaciones, dejando que el ser fluya con los otros, donde lo que cada uno muestra es su propio modo de ser.
Las mismas las acompañamos con luces que ambientan el clima que se va creando y que conciernen a la espacialidad con su correspondiente luminosidad de la existencia, con música, que contribuye a la creación de un clima afectivo y corresponde a la temporalidad y la dramatización propiamente dicha, permite abordar la corporalidad y el movimiento, que sea expresada sin indicaciones ni libreto previo e incluso sin palabras, se relaciona a los existenciarios libertad, espontaneidad, creatividad y autenticidad, que podrán dar lugar a la neogénesis de sentido existencial y coexistencial como lo expresa Emilio Romero.
Algunas dramatizaciones parten de “juegos” propuestos, como por ejemplo, hacer una estatua que represente su angustia, o sus vínculos familiares o su posición dentro de un grupo, etc., a las que luego se les va dando movimiento y luego se analiza qué sintió y qué representa eso que “vio” (vivenció) en su vida.
Como mencioné anteriormente, un paciente, tanto en sesión o reunión terapéutica personal como grupal, puede hacer un dibujo o traer una música que lo represente o simplemente que le guste, indudablemente estas técnicas resultan ser más productivas en sesiones grupales, donde todos participan de la creación conjunta o de las vivencias que tienen a partir del descubrimiento de la intimidad del otro y de él mismo con los demás.
La historia en fotos es otro rico recurso, permite observar las figuras faltantes, descubrir estados de ánimo a través del tiempo y “jugando” con esa historia de vida, se puede cambiar la secuencia de las fotos, así el paciente descubre que con sus mismos elementos puede tener otro final, o sea, una vida diferente, abierta a un futuro distinto.
Las fotos digitales, permiten captar expresiones gestuales y posturales que en la rapidez del movimiento pueden perderse y que en cambio, la foto coagula para poder descubrir esos aspectos inadvertidos para luego trabajarlos y descubrir su significado, cómo esos aspectos están o no integrados en la cotidianidad de esa persona. Estas cámaras permiten ver la foto en el momento e incluso hacer acercamientos y alejamientos, parcializar un solo aspecto, por ejemplo una mirada o un gesto diverso con la boca, no correspondiente a esa mirada, nos permite acceder a aspectos desconocidos de la intimidad del otro para que el paciente mismo descubra su sentido del cambio. Toda esta tecnología, estará subordinada al descubrimiento de la intimidad, a una verdadera introvisión que favorezca el despliegue de una existencia y coexistencia auténtica.
Esta modalidad del trabajo terapéutico está en estrecha relación con el mundo de los afectos. Todo sentimiento tiene una significación que se logra en el sentir mismo y que revela al ser proyectando su mundo. La acción que va acompañada del sentir dará una nueva significación a una situación y con ello una comprensión de su modalidad de ser-en-el-mundo.
Y en estos interjuegos se va estructurando y solidificando una relación afectiva entre los distintos integrantes del grupo terapéutico más allá del vínculo con el propio terapeuta.
Los afectos siempre mueven, el moverse en ese ·conmoverse” le permite al paciente no sólo captar sino vivenciar ese íntimo moverse y ya no estará fijo en su propio espacio y en su propio tiempo, y como esos sentimientos van surgiendo en el cambio mismo y son experiencias que se perciben como cambiantes, descubre su propia posibilidad de cambio sin que nadie se la tenga que explicar.
La intencionalidad de conciencia es el camino que nos mueve, que nos llama, revelador de nuestro proyecto, allí en lo que el paciente expresa con su palabra y más allá de ella, lo que covivenciamos en la “sesión” de terapia, es en sí mismo revelador de su intencionalidad de conciencia y de su proyecto, que nosotros, tal vez, digamos que no tiene proyecto o que se apartó de él, pero que sin embargo, esa fragmentación o detención en su existencia es hoy su proyecto, su abandono al no ser y nuestra labor será, conjuntamente y creativamente encontrar ese ser escondido en el no ser.
Podemos advertir en la palabra conmovernos, que varios aspectos de la existencia quedan expresados en ella, en el con está implícito que hay otro alguien y no la soledad, en el término movernos, descubrimos que está presente un transcurrir, un ir siendo, y el ver-nos, nos revela una mirada hacia sí mismo, un conocimiento de sí mismo que parte de lo vivencial y finalmente el nos hace referencia a ese con inicial que ahora ya es una acción mancomunada con los otros, el nos es la unión de un yo con un tú, que no es algo más que la suma de las partes sino algo nuevo, con una nueva identidad, ni mayor ni menor que la anterior individual.
Hasta aquí, el planteo es desde lo expresamente y estrictamente terapéutico, pero como terapeuta existencial mi propio mitwelt no puede reducirse al consultorio ni siquiera ampliado con la terapia grupal, está también mi compromiso social que debo considerarlo para los propios conusltantes como apertura al mundo. Ya desde estudiante observaba a mi alrededor niños maltratados, niños de la calle, problemas económicos y falta de conocimientos elementales que podrían facilitar una mejor calidad de vida, falta de recursos o desconocimiento de dónde estaban esos recursos, jóvenes que cada vez más no encontraban su rumbo y se sumían en la droga, en el alcohol, en la desesperación, en el suicidio, ancianos desprotegidos, discriminación, abusos, delincuencia, el padecimiento de enfermedades crónicas sin encontrar contención, el auge del sida y de la sociedad de consumo, a su vez consumida por la globalización de la economía llevada a todos los planos, la corrupción, la violencia, la pérdida de valores y de perspectivas de futuro.
Si miramos todos los males con una mirada pesimista, encontraremos el sin sentido de la existencia con todas las variables del ser contra el otro pero si nuestra mirada se centra y se fundamenta en el amor, como lo más propio del ser humano, ya que el hombre es el único ser que ama (y también que odia), podremos alcanzar otra perspectiva para nuestro accionar como terapeutas.
Estamos en una época de crisis de valores donde el accionar del hombre parece divorciado del otro semejante, instrumentando todas las formas del ser-contra-el-otro, aquí hacemos referencia al mitwelt de Heidegger, divorciado y alienado de sí mismo, con todas las formas de la autodestrucción (eigenwelt) y hasta divorciado del entorno que habita ya que es el único ser capaz de destruir el medio ambiente (umwelt). Ya Kierkegaard observaba la falta de compromiso “apasionado” con los valores morales, donde no hay valores, todo se transforma en ideas abstractas, que en sí mismas carecen de vida. Las palabras de Kierkegaard están hoy presentes en este encuentro.
Entonces como terapeutas debemos preguntarnos ¿dónde quedó atrapada nuestra humanidad? Parece que cada vez nos alejamos más de cuidarnos como especie, depredamos a otros seres vivos, tanto hombres, como animales, como al reino vegetal, literalmente nos destruimos a nosotros mismos. Es hora de mirarnos más allá de lo que alcancen a ver nuestros ojos y preguntarnos si es posible otra realidad, si queremos otro mundo, donde el otro sea un ser de mis desvelos como diría Buber.
Si humanamente nos deshumanizamos, está también en nuestras manos volver a humanizarnos. ¿Y qué significa esto? Y además ¿cómo hacerlo?, ¿qué puedo hacer yo para mejorar esta situación? Alguna vez el hombre desde su mismo origen construyó valores y luego se apartó de ellos. Creo que hoy es hora de volver a rescatarlos o de crear nuevos, los que cada sociedad necesite para recuperarse y darnos así otra oportunidad.
Como terapeutas humanistas existenciales debemos preguntarnos permanentemente sobre nuestra propia actitud para con el otro, el otro es un tú y si se quiere mi tú y yo soy un tú para el otro. Como diría Sastre mi actitud compromete a toda la humanidad, soy libre y responsable de mi accionar frente a toda la humanidad, si algo es válido para mí, estoy inaugurando ese mundo como posible para el otro, esto quiere decir, si con mi accionar destruyo al otro, inauguro el ser-contra-el-otro también como posibilidad para él y si amo, inauguro el mundo del ser-para-otro, no sólo para mí sino de la misma manera para el otro.
Como dice Ortega y Gasset el destino del hombre es la acción, pero es una acción con sentido, con intencionalidad de conciencia, a diferencia del animal que si bien también se mueve, en realidad se desplaza en la contigüidad de su entorno a diferencia del hombre que puede perder de vista su espacio físico, no tenerlo ante sus ojos y sin embargo se dirige hacia ese allá, simplemente pensemos en los viajes en los medios de transporte, donde no tenemos ante nuestros ojos la meta y donde ni siquiera nos movemos en busca de agua. El animal sin conciencia de sí mismo, ni de valores ni de intencionalidad de conciencia, se lanza en búsqueda de alimento, copulación o guarida, está absolutamente ligado a lo vital, a la conservación de la vida y de la especie y nunca pierde con su acción, su condición de animalidad, tiene instintivamente la certeza de la vida o de la muerte, la cual acepta, pero el hombre en cada movimiento, por su propia conciencia de ser hombre tiene otros movimientos posibles, otras elecciones que al decidirse por una, deja de lado todas las demás y esta posibilidad de libertad no produce certezas, nunca está del todo seguro de lo que va a acontecer, aunque lo planee, aunque lo intencione siempre está abierto a la incertidumbre, esto lo angustia y para escapar de ella pierde precisamente humanidad, pierde lo que lo hace hombre, masificándose en el Dasman de Heidegger, pretende escapar de la angustia de elegirse continuamente como ser auténtico.
Dicho esto, como terapeutas humanistas existenciales ¿no debemos estar permanentemente alertas para no masificarnos en teorías acerca del hombre, de su patología y de cómo curarlo sino tratar de encontrarnos en la humanidad que nos constituye a ambos, terapeuta y paciente, terapeuta y comunidad? Aclaro una vez más, que todos los conocimientos acerca de la naturaleza del hombre y de su salud o enfermedad, no es que no sean necesarios ni que haya que desecharlos, sino utilizarlos como herramientas facilitadoras de alguna acción pero secundarias a la acción misma de tratar de encontrarme con la humanidad del otro sufriente, ya sea que consulte o al que yo, terapeuta, vaya en su búsqueda.
El terapeuta no puede quedarse impávido frente a este mundo, esperando que lo vengan a buscar para socorrer a alguien que sufre. Si el sufrimiento está en todas partes, como mencionaba anteriormente, por qué entonces, el terapeuta no puede ir en la búsqueda de esos seres que padecen para aliviarlos, para que no entren en situaciones de conflicto, para que conciban, si fuera viable desde pequeños, visualizar que hay otras formas posibles del coexistir, encontrar otras formas de comunicarse, basadas en la solidaridad como máxima expresión de acción del ser-para-otro
Y estas “puertas abiertas” del consultorio se transforman en las “puertas abiertas” a la comunidad y esto no es otra cosa que hacer prevención allí donde existan los problemas, para que no se transformen en conflictos o en situaciones sin salida, que por otra parte son muy fáciles de detectar porque forman parte de nuestra vida cotidiana y que además los medios de comunicación nos muestran habitualmente.
Ante cualquier problema que estemos dispuestos a encarar desde la prevención, deberemos comprender el mundo del otro no desde nuestra visión, ni tampoco desde la del otro, sino de la que podamos construir juntos, como diálogo entre existencias.
Como terapeuta existencial no puedo ni debo eludir el compromiso de esa responsabilidad social, involucrarse será entonces ejercer alguna acción en pro del bienestar ajeno.
Un terapeuta que se queda encerrado en las cuatro paredes de su consultorio, sólo podrá pedirle a un paciente que se comprometa con un proyecto individualista, donde no tenga en cuenta al otro pero nunca podrá pedirle, en esa apelación al tú de la terapia, que oriente su búsqueda de sentido y de realización hacia el logro de un encuentro coexistencial.
Muchas veces le decimos a un paciente que salga de su ensimismamiento, sin embargo, muchos terapeutas sólo pueden mostrar el propio ensimismamiento en la teoría que los resguarda y como dije antes, también ensimismado dentro de la seguridad que ofrecen las cuatro paredes de su consultorio y en su propio saber. Habrá que preguntarse entonces ¿cuál será la intencionalidad de conciencia del terapeuta y cómo será posible que pueda trabajar la intencionalidad de conciencia del paciente si él mismo no es un ser abierto a la incertidumbre de la existencia?
Las “puertas abiertas” muestran también el propio coraje de ser terapeuta allende en el mundo y no acorazado en el conocimiento tradicional. La búsqueda permanente de nuevas posibilidades facilitará el encuentro de estos dos seres (como mínimo) para el logro de la llamada “cura” que proviene de la procura o del sörge y fusörge de Heidegger. También Binswanger nos habla del modo dual como modo del coexistir para el otro, ya sea en la relación amorosa como en la amistosa y Pablo Rispo, incluye en esta relación dual a toda relación amorosa no sólo la de pareja, sino también la relación terapéutica. Yo le agregaría que el amor a la humanidad genérica plasmado en una acción con y para los humanos como semejantes, es otra manera de consagrar el sentido terapéutico en una obra más allá del espacio acotado. Ese es el compromiso que propongo, salirnos de lo establecido, respetando al otro, para facilitar un cambio social en las relaciones humanas. Es lo que llamo estar con las “puertas abiertas”, disponible a la incertidumbre que siempre acontece en el encuentro con el otro genérico de la comunidad y con este otro particular llamado paciente.
Bibliografía
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Hace ya muchos años, cuando era estudiante en la escuela secundaria, mi proyecto estaba orientado a ayudar a los demás, pero me preguntaba cómo hacerlo, desde mis lecturas, me orienté hacia la Psicología y allá fui, a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Bs. As., donde en aquel tiempo se estudiaba la carrera de Psicología. En ese entonces me apasionaba la clínica. Siendo estudiante comencé a concurrir al Hospital “Prof. Dr. Luis Güemes”, invitada por el Prof. Dr. Pablo Rispo y empecé a percibir que con mi accionar era poco lo que podría hacer, para mis fantasías juveniles de “salvar a la humanidad”. (1)
Ya desde aquel momento sospechaba que el compromiso del terapeuta abarcaba algo más que estudiar para luego esperar a que alguien concurriera a la consulta. Lo vislumbraba como un largo camino que debía recorrer el paciente en busca de ayuda hasta llegar a un terapeuta, un largo camino de sufrimiento. Y por el lado del terapeuta, también debía esperar, en primer término, a que una persona entrara en crisis o enfermara y segundo, que decidiera solicitar una entrevista, recién ahí podría hacer algo, ya sea en forma individual o grupal, y esto último ya era abarcar más posibilidades.
Siendo aún estudiante, creía que la posición que más me representaba era aquella que respondía a mi propio sentir, la posición existencial y digo expresamente posición porque es una postura frente a la vida, es una visión de mundo que implica el compromiso pleno con el otro, en este caso, con el sufriente, no ya de una patología particular, sino sufriente porque sufrir le atañe a todos los seres humanos, como también la cuestión de preguntarse por su ser y por el sentido de la propia existencia. Este tener que ser al que obliga el hecho de ser arrojados al mundo implica un compromiso consigo mismo y con los demás.
Si como existente soy un ser-en-el-mundo, que trasciende su propio ser y su propio mundo en una misma acción, ya que ser y mundo son inseparables, si para realizarme como tal, en mi accionar, entrelazo mi existencia con otra existencia, para ser y hacer juntos en el amor, como terapeuta debía encontrar la forma de llevar a la práctica tal manera de concebir el mundo. Esto se transformó en una búsqueda incesante, hasta hoy día, pienso que los caminos para llegar al otro y cuidar de él, pueden ser múltiples, incluso ir creándolos en el propio transcurrir de la terapia, para así, juntos, ir abriendo nuevos rumbos al coexistir, facilitando de este modo, el despliegue de las potencialidades que permanecían en las penumbras.
Comencé a cuestionarme desde lo más básico: la relación terapéutica misma, punto de partida de todo lo que luego vendrá, cómo es esta relación tan particular, qué alcances tiene, cómo llegar a la intimidad del otro, etc. Emilio Romero considera “la psicoterapia como una forma privilegiada de encuentro interpersonal y como una forma de ayuda”. La considera privilegiada porque “el espacio psicoterapéutico es el único lugar donde la persona, necesitada de ayuda, puede ser verdadera, sin necesidad de cubrimientos falsos, como habitualmente se presenta en sociedad”. Y esta invitación a la desnudez de su intimidad se la formula el terapeuta con su actitud, dándole el tiempo necesario para confiar en esa nueva relación, ya que “viene acostumbrado a cubrirse y a no confiar sus “debilidades” más profundas” a los demás.
El término psicoterapia al que estamos acostumbrados a designar a este quehacer para alcanzar la “salud mental”, nos muestra, incluso este último término (salud mental), que son dicotómicos. Psicoterapia es terapia de la psique, con lo cual omitimos el cuerpo, aparentemente de forma deliberada y por salud mental hacemos referencia a un tipo particular de salud, diferente a la del cuerpo, escindida de él. Nuevamente tenemos dividido al ser en mente – cuerpo. Sin embargo, cuando un paciente, viene a consulta, viene con todo su ser, con toda su salud y enfermedad, y como tal tendremos que acercarnos a él, a la intimidad de su ser que se manifiesta en una presencia corpórea y donde se va gestando un vínculo afectivo en el transcurrir temporal de esos encuentros. Por lo dicho, prefiero utilizar el término terapia para designar este camino en procura de la cura y aquí cura no está tomado como el logro de alcanzar la salud a partir de la enfermedad, o dicho de otra manera quien logra la cura logra la salud y se aleja de la enfermedad, sino cura como cuidado del ser.
Toda persona que se acerca y busca un vínculo terapéutico no siempre está enferma, puede atravesar una crisis existencial y entonces no hallará la salud como paradigma de esa búsqueda sino un encuentro humano facilitador del despliegue y descubrimiento de su ser, y para quien la terapia como instrumento para alcanzar la salud mental, no tendría sentido.
La vía regia de acceso al ser del otro es la afectividad que se hace cuerpo presente en el encuentro con el otro. El eros terapéutico, es un eros a mitad de camino entre el amor incondicional, expresado por C. A. Seguín como el materno y el condicional que según el mismo autor es el paterno. Es incondicional por cuanto te acepto y te quiero por ser quien eres pero también es condicional porque espero de vos que cumplas con tu propio ser ya que ese es mi propio llamado a ser. El terapeuta tiene que tener en cuenta que en este camino vamos juntos porque la terapia está dirigida a ser con el otro, hacia el otro y para el otro.
Veíamos recién que entre estos seres se establece una relación a la cual llamamos relación terapéutica y si hablamos de relación por lo menos tiene que haber dos personas, una a la que llamamos terapeuta, y no ya psicoterapeuta y otra a la cual llamamos paciente, aunque también aquí debemos cuestionarnos si siempre lo es y con qué sentido lo designamos así. También aquí podemos advertir que si hay por lo menos dos personas, la terapia no puede ser nunca individual, a lo sumo será personal o bipersonal, veremos esto más adelante. Tratando de esclarecer este vínculo tan particular decíamos que estaba a mitad de camino entre el eros materno y el eros paterno, tampoco sería el modo dual en su faz de amistad o de relación amorosa al estilo de Binswanger, tampoco es una relación médico-paciente típica, como bien lo señala Romero, ya que el médico tiene como objetivo curar un cuerpo enfermo y no muchas veces necesita conocer a la persona enferma y así la dicotomiza y la objetiva, se dedica al dolor, no al sufrimiento, como si pudieran ir separados, el médico se permite una “acción objetiva y técnica”, pero el terapeuta se dirige especialmente a la intimidad, entonces ¿de qué objetividad y técnica podemos estar hablando? El médico puede no sentir afecto por este paciente determinado y hasta ni conocer su nombre, especialmente el cirujano o el médico de terapia intensiva, sólo siente un afecto genérico por la humanidad misma pero no está involucrado con el ser de la persona, el terapeuta necesariamente debe involucrarse en los insoldables vericuetos de la profundidad del ser.
Algunas corrientes terapéuticas, al paciente lo llaman cliente, expresión que no comparto ya que se asemeja a una situación mercantilista, que tomamos del mundo de la economía. Para el clientelismo, hay oferta y demanda, pero si el paciente fuera un cliente querría decir que el terapeuta es un vendedor y vendedor de qué, ¿acaso de salud mental? ¿Puede un terapeuta decir que vende salud mental? ¿Oferta salud mental ante la demanda de un paciente? Me complace más el término que usa Romero, para quien el paciente es un “coagente”, porque es agente activo de su cura, de su cuidado, resaltando así el carácter de no pasivo que pudiera caberle a la palabra paciente. Sin embargo, prefiero el término paciente y no por el aspecto de pasivo sino de padeciente, de ser un ser que sufre y no paciente como enfermo, ya que como dijimos antes, quien consulta no siempre está enfermo ni responde a lo que designan los números y letras del DSM IV.
¿Pero cómo encuadramos la relación terapéutica en una relación de afecto si esta relación parte de una especie de “contrato” ya que el paciente o padeciente o coagente o sufriente o persona, paga por la consulta o sesión de terapia con el terapeuta, con roles y jerarquías establecidas de antemano? De ahí que, como el paciente paga por un “servicio” se lo podría llamar cliente.
También se lo podría llamar consultante, porque puede concurrir a una consulta psicológica. Se lo podría llamar enfermo porque puede padecer una patología psicológica, pero parece ser que este término “relación psicoterapeuta-enfermo” mucho no gusta a los profesionales del mundo “psi”. Hasta ahora parece que la tradición heredada del quehacer médico consensuó en llamar a este vínculo, relación médico-paciente y nosotros, los trabajadores del mundo “psi”, la llamamos “relación psicoterapeuta-paciente” o “terapeuta-paciente” para abreviar y no por el sentido de no dicotomizar al ser. Acá también deberíamos preguntarnos si somos trabajadores o estamos más cerca de los chamanes, dada nuestra cercanía con el mundo mágico afectivo y por el aspecto de arte que tiene la terapia.
Cabe también cuestionarnos cómo llamar a este encuentro donde discurre la relación, tradicionalmente la designamos como “sesión” pero bien podríamos aceptar el término de reunión terapéutica, acuñado por Pablo Rispo.
Evidentemente esta relación necesita de una formalidad, honorarios, lugar, días y horas para el encuentro, pero todo esto es secundario, al igual que las jerarquías y roles preestablecidos, se trata de un encuentro humano donde no hay jerarquías, se igualan como posibilidades de ser y lo que lo llevará hacia la cura será la relación terapéutica misma cuando ésta está basada en la autenticidad de ambos. Es un ser humano que se encuentra con otro ser humano.
El terapeuta es un experto en salud mental y en enfermedad mental y al mismo tiempo no lo es aunque tenga esos conocimientos, es un experto en técnicas y diagnósticos, y al mismo tiempo no lo es, aunque conozca sobre el tema y las utilice, además para qué un terapeuta querría conocer todo esto y para qué le serviría frente a alguien que consulta por una crisis de identidad, por una crisis de valores, por una crisis a la que fue llevado por el desempleo, etc. El terapeuta es una persona que tendrá que recurrir a la propia creatividad y no a modelos establecidos de cómo hacer terapia, ya que ningún manual le enseñará a ser un coexistente, el terapeuta es alguien que se ofrece como posibilitador de lo que el consultante desea encontrar y que ya está en él, pero tal vez de forma inadvertida, necesita un ser que lo comprenda y lo quiera, y ese es el terreno nuevo por el que se animará a transitar, el de la afectividad, que después de todo es por lo cual padece y consulta.
Cada encuentro es único y particular, por eso no hay recetas a aplicar, es como un artista frente a su obra, saber mucho de gramática no hace a nadie escritor, saber mucho de teorías de las formas y el color no hace a nadie pintor, saber mucho de teorías psicológicas no hace a nadie terapeuta. Saber es necesario pero no suficiente, los terapeutas cabalgamos entre la ciencia y el arte, nada más preciso que aquí para referirnos a la tan famosa frase del “arte de curar”. Muchos noveles terapeutas se sentirán decepcionados ante esta aseveración, se sentirán perdidos al no saber de antemano qué camino tomar, simplemente los invito a que sean ustedes mismos.
En la relación terapéutica de encuentro, ambos tienen la necesidad de que el otro sea, pero también ambos saben que algún día, sus existencias correrán por caminos diferentes pero sabiendo que cumplieron auténticamente con su proyecto. Esta no es sólo la labor del terapeuta hacia el paciente, iluminarlo en su camino de libertad, sino que el terapeuta mismo ve cumplir su proyecto y su sentido en la realización plena de las posibilidades reales de quien un día se acercó a él para que lo ayude. Ambos son seres que se transforman en el transcurrir de cada encuentro, van moldeando sus existencias, tal vez, uno con mayor conocimiento de sí mismo y de sus vínculos, que aporta al otro su presencia para permitir con el diálogo creativo, el surgimiento de nuevas perspectivas, en un verdadero proceso revolucionario.
Cuando un paciente concurre a terapia se abre un horizonte indeterminado pero que contiene un sentido previo que va despejando la ambigüedad del comienzo y cuyo punto de partida es la presencia.
La génesis del sentido según Husserl “se instaura en forma originaria en una conciencia de un mundo vivido que tiene su historia y una prehistoria. La vida (vivenciada) que emerge es historia sedimentada, con carácter dinámico y posibilidad de reorientar su curso, cuyo objeto o sentido son intenciones en apercepciones”. Y este será el compromiso terapéutico, nada está dado de antemano, como teoría que sustente mi accionar, sino que este carácter dinámico y re-orientador lo posibilita lo creativo del encuentro y será poder saltar a lo nuevo, a lo desconocido, para irrumpir en la conciencia del otro y sorprenderlo con la aparición de lo novedoso, para que sus respuestas aprendidas a mantener el fluir temporal como una igualdad fija, se rompa y tenga que necesariamente crear una nueva respuesta que seguramente será vivida como riesgo ya que tomar decisiones significa arriesgarse, es estar en disposición de salir fuera y esto es válido tanto para el paciente como para el terapeuta.
Una vez definida la relación, debemos incursionar en cómo llevar adelante este vínculo con la finalidad de alcanzar el objetivo común de lograr desarrollar el ser de quien nos consulta. Pensaba, que elegirme como terapeuta debía implicar algo más que cuidar al otro, elegirme como cuidadora del otro era también cuidar mi propio ser y de esta manera la terapia no podía quedar encerrada en las cuatro paredes de un consultorio. Si la existencia es un “puertas abiertas” al devenir, un ir siendo que se despliega permanentemente, en el espacio-tiempo de nuestra facticidad, el terapeuta, no podía quedarse encerrado en ese espacio del consultorio, tenía un compromiso mucho más allá de ese habitáculo.
Así como la existencia es un puertas abiertas, para la misma clínica, debía darse una situación semejante, de puertas abiertas que por un lado significan que el otro (paciente) es otro como yo (terapeuta) pero a su vez, lo que nos asemeja por ser humanos es lo que nos diferencia por ser únicos e irrepetibles, que nos encontramos en este recorte de nuestras vidas, en la cual tratamos, uno y otro de darle sentido a nuestras existencias individuales, para la realización y trascendencia de ambos, que deviene en coexistencia, ya que un paciente que descubre su sentido y lo despliega, realiza el sentido del terapeuta que es ayudarle a encontrar su sentido. Entonces ambos salen modificados por esa relación.
Y por otro lado, las puertas abiertas de ese encuentro, son literalmente abiertas ya que la relación terapéutica no tiene porque circunscribirse al consultorio ni al habla misma, ya que la palabra no es el único modo que tenemos para comunicarnos, puede ser en cualquier espacio si fuera necesario, como me ocurrió con una paciente de 14 años con fobia a la calle, que buena parte de su terapia consistió en salidas por la calle que rápidamente resolvió en el mismo contexto de su problema, se podría objetar que sólo resolvió lo sintomático y no lo profundo o lo estructural, pero a los 14 años recién está en la génesis de su personalidad y de su modalidad de ser, este acontecer de la fobia, era tal vez el comienzo de una existencia demorada en los términos de Pablo Rispo y acompañarla en sus temores a crecer, significó que pudiera dar el salto, salir de lo familiar, umwelt, (Heidegger), de las facticidades del en sí, (Sartre), y saltar a la otridad que la pudiera contener para que su existencia retomara el rumbo hasta ahora temido y esto puede significar para sus escasos años un aprendizaje para la resolución de futuros problemas y aconteceres de su existencia. Con lo expresado, algunos psicoterapeutas me podrán objetar que salir del “encuadre” rompe la relación psicoterapéutica. Simplemente diré que no rompe nada, ya que ninguna de las dos dejó de ser lo que era para ese encuentro existencial y las dos dejamos de ser lo que éramos en la medida en que se iha dando el encuentro. Es el ser quien deja irse al no ser. El enfrentarse a sus miedos en un contexto de seguridad afectiva, le permite resilientemente, recurrir a sus aspectos sanos y constituirse en ellos como un nuevo ser. Ninguna de las dos dejó de ser quienes éramos, en este caso, yo terapeuta y ella paciente, pero ambas nos transformamos, ella dejó de tener miedo y yo vi cumplido mi sentido.
Volviendo a las “puertas abiertas” el terapeuta puede utilizar todos los recursos a su alcance para conocer el mundo del paciente, ya sea viendo las creaciones de pacientes artistas, si lo fueran, o mostrando su historia en fotos o dando mensajes a través de elecciones musicales, o trayendo su producción escrita, o compartiendo acontecimientos de sus vidas como exposiciones, conciertos, casamientos, etc. y no por eso pierde su condición de tal. También puede invitar a participar de la reunión (sesión) a otros seres de su vida cotidiana que sean significativos desde sus afectos, como la pareja, hijos, padres, etc. todos estos recursos pueden utilizarse tanto en la terapia personal y no individual, como algunos suelen llamarla, como si la persona hiciera terapia sola, como en la grupal y ahora la tecnología permite otros medios de comunicación como el correo electrónico, si fuera necesario, como me ocurrió con esta misma paciente a quien en ocasión de las fiestas le mandé un saludo por e-mail y me comentó sesiones más tarde lo importante que había sido para ella recibir ese mensaje, no era un dato más que le había solicitado en la entrevista inicial sino que esa herramienta que utilicé de modo nada ortodoxo, le facilitó darse cuenta que la tenía presente, que me acordaba de ella más allá de nuestros encuentros, siendo que una de sus quejas era que la madre no la escuchaba pero no porque no la oía, sino porque no le daba importancia a sus cuestiones.
Otro aporte de la tecnología son las cámaras fotográficas digitales que permiten jugar con la creatividad y verse de cuerpo entero o parcializado, permiten descubrir miradas, gestos, posturas, aspectos aceptados y rechazados de sí mismo. Permite analizar el cuerpo como umwelt pero también en las dimensiones del mitwelt y del eigenwelt.
Como el ser humano es siempre un coexistente que se realiza en vínculos múltiples, pensamos que la terapia de grupo es la que más se parece a la vida misma y no como ya dije, la mal llamada “individual”, que sólo afirma o fomenta un vínculo bipersonal, aunque indispensable para el descubrimiento de ciertos aspectos de la intimidad o eigenwelt, en cambio, la terapia de grupo existencial permite esa multiplicidad de miradas y compartires afectivos, en donde espontáneamente va surgiendo en el grupo la necesidad de reunirse más allá de la sesión grupal propiamente dicha y es así que también podemos compartir asados, festejos, reuniones, etc. La intimidad y la privacidad no se pierden en estos encuentros “extra terapéuticos”.
Los pacientes mismos encuentran la necesidad de reunirse (con y/o sin sus terapeutas) en lo que dieron en llamar la post-sesión, como una manera de continuar compartiendo sus experiencias de vida terapéutica, por ejemplo, tomando café en un bar.
Esta relación tan particular entre terapeutas y pacientes en la terapia de grupo existencial va dando lugar a otras perspectivas y visiones en el aquí, ahora y entre nosotros, disímiles a la terapia personal, al ser las relaciones múltiples, el ser tiene oportunidades de verse a sí mismo, diríamos, “en vivo y en directo” con los otros. Permite al paciente descubrirse a través de las miradas de los otros semejantes, en este covivenciar experiencias íntimas de vida. Y también le permite al terapeuta percibir el despliegue del paciente con los otros más allá de lo que dice con las palabras. Se establece un vínculo personal fuerte y de gran confianza.
Además si pensamos que el existente es un ser que deviene, que es un ser siendo, que es un ser espacio-temporal, ¿por qué la terapia tiene que darse en un contexto de quietud, donde ambos estén sentados, escritorio o no mediante y donde ese espacio está delimitado y el tiempo acotado a los minutos establecidos? Con esto no quiero decir que propongo una terapia caótica, sin marcos de referencia, pero sí, que tenga en cuenta estas limitaciones con el fin de superarlas cuando sea necesario.
Un recurso valioso para esto en las terapias grupales, son las dramatizaciones y la utilización de música y luces de colores que ambientan el espacio, que dan lugar a un espacio y a un tiempo especiales, que serán los facilitadotes del despliegue óntico del ser como espaciación y temporación. Entonces a pesar de ser el mismo espacio, no es el mismo espacio, a pesar de durar un tiempo cronológico determinado, es un tiempo que no se mide con las agujas del reloj, son un espacio y un tiempo humorados, que facilitan que el paciente exprese su mundo vivencial y covivencial y le permiten descubrir la génesis de sentido, necesaria para su propio cambio.
Además, en tanto existentes somos seres que anclamos en nuestra corporalidad, ¿por qué debemos huirle al cuerpo en la terapia?
Y no sólo el cuerpo sino cada existenciario debe poder ser considerado dentro de la terapia existencial: la afectividad, la autenticidad, la espontaneidad, la luminosidad, el movimiento, la creatividad, la temporalidad, la espacialidad, la libertad, y referirlas a los tres mundos, umwelt, mitwelt y eigenwelt.
Desde el umwelt tendremos en cuenta el éxtasis temporal: pasado, el cuerpo, como cuerpo que tengo, los acontecimientos, los accidentes, la particular circunstancia, los hábitos, la familiaridad, las facticidades.
Desde el mitwelt tendremos en cuenta el éxtasis temporal presente y futuro, el pasado aquí es un sólo un referente de la historia personal con los otros, el cuerpo como corporalidad para otro, el modo de ser-contra-el-otro y ser-para-otro, la coexistencia.
Desde el eigenwelt tendremos en cuenta especialmente el éxtasis temporal futuro y ante-futuro (P. Ricoeur) con el proyecto y sentido de la existencia, el cuerpo como corporalidad o cuerpo que soy, el modo individual o personal en disponibilidad, la trascendencia.
Las dramatizaciones propuestas son expresadas en base a improvisaciones sin indicaciones, dejando que el ser fluya con los otros, donde lo que cada uno muestra es su propio modo de ser.
Las mismas las acompañamos con luces que ambientan el clima que se va creando y que conciernen a la espacialidad con su correspondiente luminosidad de la existencia, con música, que contribuye a la creación de un clima afectivo y corresponde a la temporalidad y la dramatización propiamente dicha, permite abordar la corporalidad y el movimiento, que sea expresada sin indicaciones ni libreto previo e incluso sin palabras, se relaciona a los existenciarios libertad, espontaneidad, creatividad y autenticidad, que podrán dar lugar a la neogénesis de sentido existencial y coexistencial como lo expresa Emilio Romero.
Algunas dramatizaciones parten de “juegos” propuestos, como por ejemplo, hacer una estatua que represente su angustia, o sus vínculos familiares o su posición dentro de un grupo, etc., a las que luego se les va dando movimiento y luego se analiza qué sintió y qué representa eso que “vio” (vivenció) en su vida.
Como mencioné anteriormente, un paciente, tanto en sesión o reunión terapéutica personal como grupal, puede hacer un dibujo o traer una música que lo represente o simplemente que le guste, indudablemente estas técnicas resultan ser más productivas en sesiones grupales, donde todos participan de la creación conjunta o de las vivencias que tienen a partir del descubrimiento de la intimidad del otro y de él mismo con los demás.
La historia en fotos es otro rico recurso, permite observar las figuras faltantes, descubrir estados de ánimo a través del tiempo y “jugando” con esa historia de vida, se puede cambiar la secuencia de las fotos, así el paciente descubre que con sus mismos elementos puede tener otro final, o sea, una vida diferente, abierta a un futuro distinto.
Las fotos digitales, permiten captar expresiones gestuales y posturales que en la rapidez del movimiento pueden perderse y que en cambio, la foto coagula para poder descubrir esos aspectos inadvertidos para luego trabajarlos y descubrir su significado, cómo esos aspectos están o no integrados en la cotidianidad de esa persona. Estas cámaras permiten ver la foto en el momento e incluso hacer acercamientos y alejamientos, parcializar un solo aspecto, por ejemplo una mirada o un gesto diverso con la boca, no correspondiente a esa mirada, nos permite acceder a aspectos desconocidos de la intimidad del otro para que el paciente mismo descubra su sentido del cambio. Toda esta tecnología, estará subordinada al descubrimiento de la intimidad, a una verdadera introvisión que favorezca el despliegue de una existencia y coexistencia auténtica.
Esta modalidad del trabajo terapéutico está en estrecha relación con el mundo de los afectos. Todo sentimiento tiene una significación que se logra en el sentir mismo y que revela al ser proyectando su mundo. La acción que va acompañada del sentir dará una nueva significación a una situación y con ello una comprensión de su modalidad de ser-en-el-mundo.
Y en estos interjuegos se va estructurando y solidificando una relación afectiva entre los distintos integrantes del grupo terapéutico más allá del vínculo con el propio terapeuta.
Los afectos siempre mueven, el moverse en ese ·conmoverse” le permite al paciente no sólo captar sino vivenciar ese íntimo moverse y ya no estará fijo en su propio espacio y en su propio tiempo, y como esos sentimientos van surgiendo en el cambio mismo y son experiencias que se perciben como cambiantes, descubre su propia posibilidad de cambio sin que nadie se la tenga que explicar.
La intencionalidad de conciencia es el camino que nos mueve, que nos llama, revelador de nuestro proyecto, allí en lo que el paciente expresa con su palabra y más allá de ella, lo que covivenciamos en la “sesión” de terapia, es en sí mismo revelador de su intencionalidad de conciencia y de su proyecto, que nosotros, tal vez, digamos que no tiene proyecto o que se apartó de él, pero que sin embargo, esa fragmentación o detención en su existencia es hoy su proyecto, su abandono al no ser y nuestra labor será, conjuntamente y creativamente encontrar ese ser escondido en el no ser.
Podemos advertir en la palabra conmovernos, que varios aspectos de la existencia quedan expresados en ella, en el con está implícito que hay otro alguien y no la soledad, en el término movernos, descubrimos que está presente un transcurrir, un ir siendo, y el ver-nos, nos revela una mirada hacia sí mismo, un conocimiento de sí mismo que parte de lo vivencial y finalmente el nos hace referencia a ese con inicial que ahora ya es una acción mancomunada con los otros, el nos es la unión de un yo con un tú, que no es algo más que la suma de las partes sino algo nuevo, con una nueva identidad, ni mayor ni menor que la anterior individual.
Hasta aquí, el planteo es desde lo expresamente y estrictamente terapéutico, pero como terapeuta existencial mi propio mitwelt no puede reducirse al consultorio ni siquiera ampliado con la terapia grupal, está también mi compromiso social que debo considerarlo para los propios conusltantes como apertura al mundo. Ya desde estudiante observaba a mi alrededor niños maltratados, niños de la calle, problemas económicos y falta de conocimientos elementales que podrían facilitar una mejor calidad de vida, falta de recursos o desconocimiento de dónde estaban esos recursos, jóvenes que cada vez más no encontraban su rumbo y se sumían en la droga, en el alcohol, en la desesperación, en el suicidio, ancianos desprotegidos, discriminación, abusos, delincuencia, el padecimiento de enfermedades crónicas sin encontrar contención, el auge del sida y de la sociedad de consumo, a su vez consumida por la globalización de la economía llevada a todos los planos, la corrupción, la violencia, la pérdida de valores y de perspectivas de futuro.
Si miramos todos los males con una mirada pesimista, encontraremos el sin sentido de la existencia con todas las variables del ser contra el otro pero si nuestra mirada se centra y se fundamenta en el amor, como lo más propio del ser humano, ya que el hombre es el único ser que ama (y también que odia), podremos alcanzar otra perspectiva para nuestro accionar como terapeutas.
Estamos en una época de crisis de valores donde el accionar del hombre parece divorciado del otro semejante, instrumentando todas las formas del ser-contra-el-otro, aquí hacemos referencia al mitwelt de Heidegger, divorciado y alienado de sí mismo, con todas las formas de la autodestrucción (eigenwelt) y hasta divorciado del entorno que habita ya que es el único ser capaz de destruir el medio ambiente (umwelt). Ya Kierkegaard observaba la falta de compromiso “apasionado” con los valores morales, donde no hay valores, todo se transforma en ideas abstractas, que en sí mismas carecen de vida. Las palabras de Kierkegaard están hoy presentes en este encuentro.
Entonces como terapeutas debemos preguntarnos ¿dónde quedó atrapada nuestra humanidad? Parece que cada vez nos alejamos más de cuidarnos como especie, depredamos a otros seres vivos, tanto hombres, como animales, como al reino vegetal, literalmente nos destruimos a nosotros mismos. Es hora de mirarnos más allá de lo que alcancen a ver nuestros ojos y preguntarnos si es posible otra realidad, si queremos otro mundo, donde el otro sea un ser de mis desvelos como diría Buber.
Si humanamente nos deshumanizamos, está también en nuestras manos volver a humanizarnos. ¿Y qué significa esto? Y además ¿cómo hacerlo?, ¿qué puedo hacer yo para mejorar esta situación? Alguna vez el hombre desde su mismo origen construyó valores y luego se apartó de ellos. Creo que hoy es hora de volver a rescatarlos o de crear nuevos, los que cada sociedad necesite para recuperarse y darnos así otra oportunidad.
Como terapeutas humanistas existenciales debemos preguntarnos permanentemente sobre nuestra propia actitud para con el otro, el otro es un tú y si se quiere mi tú y yo soy un tú para el otro. Como diría Sastre mi actitud compromete a toda la humanidad, soy libre y responsable de mi accionar frente a toda la humanidad, si algo es válido para mí, estoy inaugurando ese mundo como posible para el otro, esto quiere decir, si con mi accionar destruyo al otro, inauguro el ser-contra-el-otro también como posibilidad para él y si amo, inauguro el mundo del ser-para-otro, no sólo para mí sino de la misma manera para el otro.
Como dice Ortega y Gasset el destino del hombre es la acción, pero es una acción con sentido, con intencionalidad de conciencia, a diferencia del animal que si bien también se mueve, en realidad se desplaza en la contigüidad de su entorno a diferencia del hombre que puede perder de vista su espacio físico, no tenerlo ante sus ojos y sin embargo se dirige hacia ese allá, simplemente pensemos en los viajes en los medios de transporte, donde no tenemos ante nuestros ojos la meta y donde ni siquiera nos movemos en busca de agua. El animal sin conciencia de sí mismo, ni de valores ni de intencionalidad de conciencia, se lanza en búsqueda de alimento, copulación o guarida, está absolutamente ligado a lo vital, a la conservación de la vida y de la especie y nunca pierde con su acción, su condición de animalidad, tiene instintivamente la certeza de la vida o de la muerte, la cual acepta, pero el hombre en cada movimiento, por su propia conciencia de ser hombre tiene otros movimientos posibles, otras elecciones que al decidirse por una, deja de lado todas las demás y esta posibilidad de libertad no produce certezas, nunca está del todo seguro de lo que va a acontecer, aunque lo planee, aunque lo intencione siempre está abierto a la incertidumbre, esto lo angustia y para escapar de ella pierde precisamente humanidad, pierde lo que lo hace hombre, masificándose en el Dasman de Heidegger, pretende escapar de la angustia de elegirse continuamente como ser auténtico.
Dicho esto, como terapeutas humanistas existenciales ¿no debemos estar permanentemente alertas para no masificarnos en teorías acerca del hombre, de su patología y de cómo curarlo sino tratar de encontrarnos en la humanidad que nos constituye a ambos, terapeuta y paciente, terapeuta y comunidad? Aclaro una vez más, que todos los conocimientos acerca de la naturaleza del hombre y de su salud o enfermedad, no es que no sean necesarios ni que haya que desecharlos, sino utilizarlos como herramientas facilitadoras de alguna acción pero secundarias a la acción misma de tratar de encontrarme con la humanidad del otro sufriente, ya sea que consulte o al que yo, terapeuta, vaya en su búsqueda.
El terapeuta no puede quedarse impávido frente a este mundo, esperando que lo vengan a buscar para socorrer a alguien que sufre. Si el sufrimiento está en todas partes, como mencionaba anteriormente, por qué entonces, el terapeuta no puede ir en la búsqueda de esos seres que padecen para aliviarlos, para que no entren en situaciones de conflicto, para que conciban, si fuera viable desde pequeños, visualizar que hay otras formas posibles del coexistir, encontrar otras formas de comunicarse, basadas en la solidaridad como máxima expresión de acción del ser-para-otro
Y estas “puertas abiertas” del consultorio se transforman en las “puertas abiertas” a la comunidad y esto no es otra cosa que hacer prevención allí donde existan los problemas, para que no se transformen en conflictos o en situaciones sin salida, que por otra parte son muy fáciles de detectar porque forman parte de nuestra vida cotidiana y que además los medios de comunicación nos muestran habitualmente.
Ante cualquier problema que estemos dispuestos a encarar desde la prevención, deberemos comprender el mundo del otro no desde nuestra visión, ni tampoco desde la del otro, sino de la que podamos construir juntos, como diálogo entre existencias.
Como terapeuta existencial no puedo ni debo eludir el compromiso de esa responsabilidad social, involucrarse será entonces ejercer alguna acción en pro del bienestar ajeno.
Un terapeuta que se queda encerrado en las cuatro paredes de su consultorio, sólo podrá pedirle a un paciente que se comprometa con un proyecto individualista, donde no tenga en cuenta al otro pero nunca podrá pedirle, en esa apelación al tú de la terapia, que oriente su búsqueda de sentido y de realización hacia el logro de un encuentro coexistencial.
Muchas veces le decimos a un paciente que salga de su ensimismamiento, sin embargo, muchos terapeutas sólo pueden mostrar el propio ensimismamiento en la teoría que los resguarda y como dije antes, también ensimismado dentro de la seguridad que ofrecen las cuatro paredes de su consultorio y en su propio saber. Habrá que preguntarse entonces ¿cuál será la intencionalidad de conciencia del terapeuta y cómo será posible que pueda trabajar la intencionalidad de conciencia del paciente si él mismo no es un ser abierto a la incertidumbre de la existencia?
Las “puertas abiertas” muestran también el propio coraje de ser terapeuta allende en el mundo y no acorazado en el conocimiento tradicional. La búsqueda permanente de nuevas posibilidades facilitará el encuentro de estos dos seres (como mínimo) para el logro de la llamada “cura” que proviene de la procura o del sörge y fusörge de Heidegger. También Binswanger nos habla del modo dual como modo del coexistir para el otro, ya sea en la relación amorosa como en la amistosa y Pablo Rispo, incluye en esta relación dual a toda relación amorosa no sólo la de pareja, sino también la relación terapéutica. Yo le agregaría que el amor a la humanidad genérica plasmado en una acción con y para los humanos como semejantes, es otra manera de consagrar el sentido terapéutico en una obra más allá del espacio acotado. Ese es el compromiso que propongo, salirnos de lo establecido, respetando al otro, para facilitar un cambio social en las relaciones humanas. Es lo que llamo estar con las “puertas abiertas”, disponible a la incertidumbre que siempre acontece en el encuentro con el otro genérico de la comunidad y con este otro particular llamado paciente.
Bibliografía
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González Durán, Esperanza. Psicología fenomenológica. Editorial Biblioteca Nueva. Madrid. 1ª edición. 2000.
Rispo, Pablo. Por las ramas de la existencia. Fenomenología de las modalidades del ser. Editorial Fundación CAPAC. Prov. de Bs. As.1ª edición. 2000.
Rispo, Pablo. La experiencia terapéutica existencial de grupo. Editorial Fundación CAPAC. Prov. de Bs. As.1ª edición. 2002.
Rispo, Pablo y Signorelli, Susana. La terapia existencial. Editorial Fundación CAPAC. Prov. de Bs. As. 1ª edición. 2005.
Rispo, Pablo. El sentido para Ludwig Binswanger y Viktor Frankl. Presagio de sus modos de haber sido. Editorial Fundación CAPAC. Prov. de Bs. As. 1ª edición. 2007.
Romero, Emilio. Neogénesis. El desarrollo personal mediante la psicoterapia. Editorial Norte-Sur. San Pablo – Santiago. 1ª edición. 2003.
Schutz, Alfred y Luckmann, Thomas. Las estructuras del mundo de la vida. Editorial Amorrortu. Bs. As.1ª edición. 2001.
Seguín, Carlos A. Amor y psicoterapia. Editorial Paidós. Bs. As.
Signorelli, Susana C. Educación en crisis. Una propuesta para la NO violencia. Editorial Fundación CAPAC. Prov. de Bs. As.1ª edición. 2002.
Tiryakian, Edgard. Sociologismo y existencialismo. Editorial Amorrortu. Bs. As.1ª edición. 1969.
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Psicoterapia Existencial
Es un enfoque psicoterapéutico que fundamenta su aproximación al ser humano en las propuestas de los filósofos existenciales. Hermana de los enfoques Existencial-Humanistas (como en Enfoque Centrado en la Persona, Logoterapia y Terapia Gestalt), la Psicoterapia Existencial consiste en una profundización en la visión del terapeuta y en una sensibilización hacia los temas existenciales; así como en el desarrollo de una práctica terapéutica especialmente relacional.
Es esencialmente un enfoque filosófico que al abordar los problemas y asuntos que emergen y provocan estrés, los considera consecuencia de las dificultades encontradas por el hecho de vivir, en vez de indicadores de una enfermedad o de salud mental.
La meta de la Psicoterapia Existencial es clarificar y promover la comprensión de la vida tal como cada persona experimenta.
La Psicoterapia Existencial ve a la persona fundamentalmente en relación con los diferentes factores y las dificultades de la existencia. Se considera que el poder sanador de la relación terapéutica es extremadamente importante.
La Visión Existencial describe a la persona viviendo entre las circunstancias que le ofrece y sus propias decisiones en respuesta a él.
Desde esta perspectiva, resulta útil entender las diferentes crisis y dilemas cotidianos a partir de las distintas dimensiones en que experimentamos la existencia: Corporal/Física, Social/Emocional, Personal/Intima y Espiritual/Sentido.
Es esencialmente un enfoque filosófico que al abordar los problemas y asuntos que emergen y provocan estrés, los considera consecuencia de las dificultades encontradas por el hecho de vivir, en vez de indicadores de una enfermedad o de salud mental.
La meta de la Psicoterapia Existencial es clarificar y promover la comprensión de la vida tal como cada persona experimenta.
La Psicoterapia Existencial ve a la persona fundamentalmente en relación con los diferentes factores y las dificultades de la existencia. Se considera que el poder sanador de la relación terapéutica es extremadamente importante.
La Visión Existencial describe a la persona viviendo entre las circunstancias que le ofrece y sus propias decisiones en respuesta a él.
Desde esta perspectiva, resulta útil entender las diferentes crisis y dilemas cotidianos a partir de las distintas dimensiones en que experimentamos la existencia: Corporal/Física, Social/Emocional, Personal/Intima y Espiritual/Sentido.
Círculo de Estudios en Psicoterapia Existencial
Somos un grupo de personas dedicadas a la investigación, estudio, profundización, exploración y difusión de la Visión Existencial en Psicoterapia.
Desde su formación en noviembre del 2002, el Círculo de Estudios en Psicoterapia Existencial tiene como principal actividad el Programa de Formación en Psicoterapia Existencial; así como el Diplomado en Visión Existencial Aplicada al Desarrollo Humano y talleres con especialistas internacionales de renombre en el campo de la psicoterapia de orientación existencial.
Fundador y Coordinador General:
Yaqui Andrés Martínez Robles
• Lic. en Psicología. Maestría en Psicoterapia Humanista.
• c.a. Doctorado en Psicoterapia
• c.a. Certificación Internacional en Psicología Transpersonal y Respiración Holotrópica por el Dr. Stanislav Grof
• Miembro de The Society for Existential Analysis con sede en Londres.
• Representante para México y América Latina de The International Collaboration of Existential Counsellors and Psychotherapists.
Programas de Formación
Diplomado en Visión Existencial Aplicada al Desarrollo Humano
Programa de Formación en Psicoterapia Existencial
Psicoterapia de Grupos con Orientación Existencial
Supervisión Existencial
Sexualidad para Psicoterapeutas Existenciales
Talleres Internacionales
Programa de Formación en Psicoterapia Existencial
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